ALERTA. La pintora Mary Bueno me presenta a Eurídice Canaán

ALERTA. La pintora Mary Bueno me presenta a Eurídice Canaán

Juan Freddy Armando

NOCHES DE BOHEMIA EN LA CIUDAD COLONIAL

En la Ciudad Colonial he conocido a muchos destacados artistas dominicanos.
Específicamente en el Restaurant-Cafetería Conde de Peñalba, que luego fue bautizado por el poeta don Víctor Villegas como el Palacio del a Esquizofrenia. Se convirtió en lugar de encuentro del que fueron habitués desde los años ’60 pintores y escritores de todas las generaciones: Desde clásicos maestros de nuestras artes plásticas: Ramón Oviedo, Rosa Tavárez, Gaspar Mario Cruz, Elsa Núñez, José Cestero, Antonio Guadalupe, Grecia Rivera, José Sejo, Lizette Mejía, Juan Mayí, Iris Pérez, Rosalba Hernández, Freddy Javier.

Admirables escritores: el mencionado Villegas, Carlos Gómez Doorly, Mateo Morrison, Jeannette Miller, Tomás Castro, Aurora Arias, Miguel D. Mena, entre otros muchos.

Ahí conocí a mi querida amiga la artista plástica Yuly Monción, quien me presentó a su compueblana de la Provincia Santiago Rodríguez, Mary Bueno, pintora, declamadora, poeta y cantante. En esos días, hacía óleos con gallos verdes. Jugaba excelentemente entre lo figurativo y abstracto, surrealismo y expresionismo.

Hicimos empatía enseguida, y nos convertimos en compañeros nocturnos de bohemia por establecimientos de la vieja ciudad de Santo Domingo intramuros.

Éramos asiduos en Casa de Teatro, Centro Cultural de España, los pubs Village, Rafles, Drake. Allí nos juntamos con escritores, pintores, músicos, en inauguraciones de exposiciones, conciertos, puestas en circulación de libros.

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Almorzábamos o cenábamos en su casa, la mía, o en restaurantes de la zona, acompañados de su simpático hijo Jana, quien debía de tener entre 7 u 8 años.
Hoy es un hombre, hecho y derecho, gran actor, culto y amistoso.

Euriedice Canaaen pintora y escritora.
Eurídice Canaán, pintora y escritora

“TE PRESENTARÉ A UNA MUJER MUY DIFÍCIL”

Una de nuestras noches de vagabundos citadinos, Mary levantó una copa de vino y sentenció:

–Juan Freddy: brindemos por la persona que voy próximamente a presentarte. Es una mujer culta, poeta, pintora, filósofa, novelista, cuentista.

–¿Bohemia como tú?

–¡Nooo! Es de huraña, de carácter fuerte y difícil. No sale de su casa. Concentrada en su arte. No es dada a recibir personas desconocidas. Es mi amiga, y me ha advertido que no le lleve persona alguna sin previamente dar detalles sobre la misma, y obtener su aprobación. Lo hice una vez y reaccionó furiosa, a punto de enemistarse conmigo.

–Pues dile quién soy a ver si califico, pero desde ya te digo que por el retrato de ella que has hecho, ansío conocerla.

Se trataba de Eurídice Canaán Fernández. Días después, había hecho que leyera algunos poemas míos, y acordaron que la visitaríamos.

–Sí. Ven con él -afirmó-. Si no me simpatiza, desde que se vaya te llamo para decirte que no lo traigas más. Sabes que soy exigente, y solo acepto aquí a personas de mi gusto.

LE CAÍ BIEN A LA ESCRITORA Y PINTORA

Una tarde, a eso de las 5:00, llegamos al apartamento de Eurídice. Si mal no recuerdo, tomamos primero té, y más adelante jugos, cervezas y picadera. Se entusiasmó con mis poemas (los de un libro que tuve en planes publicar, “Lámpara roja”, título proveniente de una expresión del poema “Yelidá”). Me encantaron los de ella. Recibí de regalo varios libros de su autoría. Leímos y comentamos nuestros textos. En su bella voz, Mary declamó algunos versos de su propia inspiración.

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Escuchamos música; recorrimos aquella casa con cuadros y libros por doquier, en paredes, habitaciones, pisos, etc.

¡Sorpresa! Unos días después, Eurídice llamó a Mary, preguntó por mí, y pidió volviésemos. La visitamos muchas veces más, y en una ocasión logré convencerla de que permitiera grabar algunos poemas en su voz. Registrados en un casete, conservo uno o dos en mis archivos.

Dejamos de visitar a la artista porque Mary se había mudado de nuevo a su natal Santiago Rodríguez. Vino en una ocasión, y fuimos donde la poeta y pintora, y esta se sorprendió al verme. Habían pasado varios años sin que nos encontráramos. Dijo: “Duraste tanto sin venir que pensé que habías muerto. Y mira el obituario que puse al ejemplar de tu libro que dejaste aquí”. Disfrutamos una vez más nuestra conversación.

Luego, Mary volvió a su pueblo. Duré muchos años sin recibir información de ella, hasta que una noche supe por Yuly Monción me informó de su fallecimiento. No quise volver adonde Eurídice sin ella. Tiempo después, decidí visitarla, y me comunicaron que también había muerto.

El domingo próximo, continuaré esta serie sobre esa querida y valiosísima poeta, pintora y narradora.

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