Desde hace mucho tiempo, he comunicado a amigos intelectuales mi convicción de que la poesía es un género de ficción, tanto como la narrativa en sus distintas vertientes: cuento, novela, dramaturgia, etc.
En mi caso particular, la literatura que escribo es fundamentalmente imaginativa y libresca. A ese respecto, pondré ahora un ejemplo que me parece esclarecedor. Se trata de mi texto Llantos a Mi Muerta Viva. Mucha gente piensa que fue inspirado en alguna pareja mía que murió. No es así. Es producto de un ejercicio imaginario.
Para ilustrar este aserto, contaré su historia. Sucede que se me ocurrió la idea de escribir algo que rompiera con la tradición de los poemas a amadas muertas. Con frecuencia, los bardos limitan a hacer una historia triste y amargada de lo que fueron esos amores frustrados.
Quise irme por otro lado totalmente distinto, y crear unos versos eróticos, alegres, apasionados, intensos, amorosos, realizando una mezcla entre el cadáver que se pudre ante de la pareja que pudre y seca ante los ojos del amante armonizado alegremente con los mejores momentos de amor entre ambos. Sin dolor ni pena ni repugnancia, sino rindiendo homenaje gozoso a los huesos y a la descomposición del cuerpo sin producir repulsión ni sufrimiento, sino una fiesta con ese cuerpo en evolución. Demostrando que mi amada dueña del cadáver sigue viva a través de los seres que han tomado parte de ella para su existencia: gatos, plantas, flores, palomas, murciélagos, cucarachas, sabandijas, etc. Es una forma de hacerla eterna aplicándole la filosofía de que lo único eterno es la materia en su constante cambiar, y sentirla interactuando conmigo eróticamente, sin olvidar que murió pero vive en mi interior.
No fue escrito a ninguna mujer en específico. Es un juego verbal a partir de lo que considero es la poesía: un género tan de ficción como el cuento, la novela, el teatro, el ensayo. En el cual tomo un motivo y lo desarrollo dentro de una tormenta cerebral, emocional, en que todo lo que imagino se presenta como cierto ante mí y el lector. El reto está en lograr que el espectador lo perciba como cierto y sea parte de su atmósfera, al igual que el autor de una novela hace que personajes y situaciones sean percibidos y vivenciados como reales.
NO SE ME HA MUERTO UNA AMADA
Reitero que no he perdido ninguna mujer querida, pero en Llantos a Mi Muerta Viva el lector llega a sentir que sí, porque la atmósfera creada por las palabras da la impresión de que todo lo que narro ha ocurrido, y de que la pareja existió, cuando realmente es un invento. De aquí que tenga razón Fernando Pessoa cuando dice que «el poeta es un fingidor». Significa que quien escribe no es el hombre que anda en la calle, duerme, juega, trabaja, come, siente frío, padece. No. Cuando el vate trabaja se autorecrea, pasa a ser un personaje imaginario con vida y sentimientos propios. Se transforma en un ser mítico, mítico y mitológico. Es ilusión, magia, superchería, aparición, fantasma, espejismo, sueño, e incluso padece patologías que no tiene el autor.
El escritor es un médium a través del cual hablan los espíritus que crea. Se monta y toma la voz de una metresa, dirían las religiones negras. O, dirían los griegos, un dios se apropia de su voz y habla y actúa por él. Ser tan independiente como los personajes de la narrativa, que se salen del control del autor y se comportan como él puede que no quiera. Por eso, cuando recupera su personalidad y está corrigiendo lo hecho, el autor se asombra de lo que encuentra, y se pregunta: “¿Y esto lo escribí yo?”.
En mi caso, Llantos a Mi Muerta Viva fue motivado por algo que nada tiene que ver con erotismo, amor ni muerte. Una noche mi amigo el poeta Federico Jovine Bermúdez leía en un acto sus versos a Ramón Natera, héroe de la lucha contra la intervención norteamericana de 1916, en el cual dice: «Natera se perdió monte adentro». No sé por qué se me ocurrió cambiar en mi imaginación la frase monte adentro por «hueso adentro», y pensé en la idea de inventar una amada que esté muerta, y el enamorado la sigue como Dante a Beatriz y logra que ese amor por ella llegue hasta el tuétano. Recordé la novela Sinuhé el Egipcio, de Mika Waltari, en la cual los preparadores de muertos se extasiaban mirando los cadáveres de las mujeres bellas.
Ello me motivó más a escribir ese poema filosófico en el que demuestro que el alma es eliminada por la muerte; lo que se prolonga es la existencia de la materia en su perenne cambio e intercambio de elementos que hacen y rehacen la vida desde múltiples muertes.
El título es una paráfrasis de uno de Andrés Avelino, titulado Cantos a Mi Muerta Viva. Pero el contenido y forma del mío es absolutamente distinto. El de Avelino es sobre una pareja que ha muerto tísica y él recuerda su proceso de enferma.
EL POEMA SE PERDIÓ Y LO REESCRIBÍ
Meses después, mi amigo Tony Gutiérrez me invitó a su cumpleaños. Lo llevé y lo leyó, pero no sé si me lo devolvió o no. Cuando llegué a casa, no lo tenía en mi bolsillo. Lo llamé, y le dije que era muy probable que se me haya quedado el poema en su casa. Lo buscó y no lo encontró.
Entonces, lo escribí de nuevo, sin preocuparme porque fuese exactamente lo que era, sino tratando de lograr otra vez la misma atmósfera emocional, de recrear mentalmente el transporte que produjo el original. El que conocemos es ese, pues el otro no apareció jamás. Tiempo después, el poeta Raúl Bartolomé me invitó a su cumpleaños, ocasión en que se lo mostré a él y al locutor y publicista Freddy Ortiz . Me dijo que se lo dejara para leerlo en su programa radial La Noche Pide un Poema. Así lo hice.
Un año o dos después, timbra el teléfono, y era René Rodríguez Soriano: «Juan Freddy: Tengo unos amigos en mi oficina, y queremos que te integres al grupo». Al llegar, Freddy Ortiz me dice: «Oye esto». Era la grabación que él había hecho del poema en su voz con un fondo musical. Explicó que Llantos a Mi Muerta Viva lo había inspirado a grabar una producción con poemas dedicados a la muerte, en el que había grandes piezas, como la titulada «Algo Sobre la Muerte del Mayor Sabines», del excelente del mexicano Jame Sabines a su padre; también desfilaban otros gigantes de las letras.
Esta es la historia de este poema de intensa ficción en el que explayo mi imaginación en un ejercicio verbal absolutamente ficticio, aprovechando que fui un destacado estudioso de la estructura del cuerpo humano en las clases de anatomía y biología en mis estudios primarios y secundarios, que tanto disfrutaba, pues soñaba con estudiar medicina.
OTROS EJEMPLOS
En el próximo artículo, pondré otros ejemplos demostrativos de la condición género de ficción que caracteriza a la poesía, a pesar de que la mayoría de los poetas y críticos no han observado ese fenómeno.