ALERTA. La sorprendente calidad en “La belleza del camino”, de Genaro Arvelo

ALERTA. La sorprendente calidad en “La belleza del camino”, de Genaro Arvelo

Juan Freddy Armando

Con esta entrega, inicio la publicación de las palabras con las palabras que leí en la puesta en circulación de la obra mencionada en el título de este trabajo.

Una primera buena característica del libro es que muestra una visión, en términos generales, positiva de la vida: alegre, entusiasta, dichosa, aunque tenga sus momentos triste y casos en que ambas se combinan (trilces, diría Vallejo).

Sobre el poema que da título al libro

Aunque me parece que tiene otros mejores, el autor ha elegido “La belleza del camino” como título del libro y primer poema en el orden de apariciones.

No deja de ser una valiosa pieza lírica, de exquisita musicalidad, algunas bellas metáforas. Está construido en cuartetos, una de las más antiguas formas de organizar los versos. Muy práctica porque permite hacer combinaciones de rimas del tipo ABBA y ABAB, con hermosa armonía, y tan musical que es de las preferidas para componer canciones. Del mismo, elijo este par de bellos cuartetos:

“El camino no se cansa

Como se cansan mis pies

Anda conmigo y desanda

Al derecho y al revés.

Nos sobrelleva el camino

Sin importarle la carga

Siempre canta siempre canta

Y siempre viaja conmigo”.

Y como si el poeta temiera a la vida y quisiera huirle, y no llegar nunca a la cumbre sino permanecer eternamente en el camino, esta otra valiosa estrofa, con cierto humor, dirigida al sauce:

“Gracias, compañero eterno

Amigo de mi penar

Por quererme acompañar

Cuando le huía al infierno”.

De este cuarteto (a pesar de su evidente belleza lírica) podríamos señalarle que los versos segundo y tercero riman con terminaciones verbales (en este caso, en infinitivo), las cuales para próximas ocasiones le aconsejo deseche, ya que caen en lo que llamaríamos facilismo, pues es muy fácil encontrar verbos con terminaciones similares, y eso desvaloriza la proeza del constructor de rimas.

“Caminando por Constanza”

Cuando entramos a la parte que lleva este entretítulo, nos encontramos con los mejores poemas del libro, por su cálida calidad. Están construidos como debe estarlo un buen poema: Con enfoque que hace ver distintas (por su gracia y belleza) aquellas experiencias comunes y no comunes del lector.

Ello es posible porque los versos retratan situaciones por las que las personas han pasado consciente o inconscientemente, las cuales son renovadas por el efecto estético de la poesía.

Lo vemos, por ejemplo, en el titulado “Sauce llorón”, (pág. 36). El poeta convierte a este árbol en un ser triste, cuyo llanto es el rocío mañanero que se adhiere a su cuerpo y cae por gravedad como si llorara.

El autor toma tres distintas actitudes:  a) Al principio, ve esas gotas como un remanso de paz, (“…y consuelan mi destino…”), b) luego se identifica con la planta (“…me veo en ti reflejado” …) y c) finalmente la invita a dejar su tristeza y cantar:

“Adiós sauce llorón

Quédate en mi corazón

Deja tu viejo dolor

Y cántame una canción”.  (pág. 37).

Más adelante, el poeta sigue rumiando su dolor como si se abrazara a su árbol querido y le acompañara en su amargura. En su poema “Bajo la débil sombra de un viejo sauce” (pág. 52), esta planta tan nuestra y tan verticalmente hermosa es vista como símbolo de tristeza, amargura, vacío existencial. Su dolor es tan fuerte que el caminante (tal vez el mismo poeta) no quiere verlo sufrir:

“Una gota de lágrima en reposo

Como un vinagre algo misterioso

Toca su lengua entre sollozos

Bajo la sombra del sauce lloroso

Y voltea su cara un caminante

Por no mirar al sauce sufrido

Por no mirar al viejo desvalido

Por no mirar a aquel Cristo dormido

Bajo la débil sombra del olvido”.  (pág. 52).

Después, nuestro bardo hace como si se recuperara de sus angustias. Entonces nos hace disfrutar la lectura del excelente poema “Dulce aire del bosque”. A través del hechizo verbal, mediante la magia de la poesía y el embrujo de las palabras, convierte al aire del bosque en caricia para su amada.

Quizás escribió este poema en sus tiempos juveniles, lo cual indica que tiene buenos recuerdos de sus romances primeros. O tal vez ahora, en su edad madura, sería una muestra de que aún hay fuego en su hoguera, que las llamas de su amor maduro son capaces de inventar o vivenciar fuegos intensos cual si mozo fuera.

Este texto abre la puerta al tema del otro capítulo del libro:  el amor romántico. El cual abordaré en mi próxima entrega.

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