LA GRAN OBRA DE ARTE DEBE SER EN SÍ MISMA UNA METÁFORA
«Cuando nace un río, cuando brota por primera vez de la tierra el agua es como la primavera que estalla, como un volcán que activa sus ardientes sustancias, fluye, corre, huye». Esa excelente pieza poética que empieza diciendo «Boca calla,…», como su título, en la pág. 18, es una muestra de cómo debe escribirse. Por cierto, a este texto le ha puesto música otra bella mujer: Susana Silfa.
Más que tener muchos tropos, el poema ha ser él mismo un tropo, él mismo una metáfora en su enfoque fuera de lo común. Si al receptor, por ejemplo, le dicen que leerá unos versos donde una mujer protesta ante el hecho de tener que añoñar tanto al hombre con palabras bonitas, con una conducta ideal, con servirle en lo que sea, ¿qué espera encontrar? La voz de alguien, en primera persona, que se dirige al hombre comunicándole que no le dirá más palabras bonitas. O dirigiéndose a las otras de su género, incitándolas a abandonar su conducta supina, de sometimiento.
No se espera que ese poema va a dedicarse a reprender a la misma autora, a hacer como si le diera bofetadas a su propia boca, en segunda persona del imperativo singular, como si esa parte de su cuerpo, órgano de la palabra, fuese el culpable de la actitud de humillación.
(No obstante saberse que las palabras no se originan en la boca sino que pasan por ella. Vienen del cerebro, de la mente, de las convicciones y accidentes que han generado esa cosa amorfa y desordenada, azarosa y fatal llamada yo. Ese yo con el que los humanos tontamente se identifican, creyendo con pueril vanidad que es orgullo de su propia creación -o que atribuyen a los dioses que sus miedos inventan-, cuando en realidad se origina en las aleatorias circunstancias generadas por atroz y caótico universo: esa desordenada fiesta donde causa y efectos bailan su loca música e intercambian papeles).
Esto hace Marivell Contreras, sorprendernos con el casi sádico autoataque, con ironía sarcasmo. Como si culpara a la boca de su autoenvilecimiento. La golpea y zahiere verbalmente hasta hacerla literariamente sangrar. Estas extrañas y graciosas visiones son las que hacen a un poema inolvidable. Esa imagen sorprendente, ese punto de vista imprevisto, es lo que estremece hondamente, se graba en el recuerdo del lector, como huella ardiente que marca para siempre sus neuronas. Este aserto es aplicable a toda gran obra de arte.
Constituyen una impronta como la de Patrick Zuzkin en la novela El Perfume, cuando inventa a ese uniquísimo perfumista Grenoille dedicado a matar muchachas para coleccionar su olor. O como el Javert, de Víctor Hugo, obstinadísimo en perseguir al que considera culpable. Tan rara y virtuosa creación como el Jean Valján del mismo autor, quien siendo falsamente acusado de ladrón y habiéndose salvado de la justicia, va a entregarse y buscar su prisión, debido a que su conciencia no soporta verse disfrutando su bien ganado bienestar económico y social, mientras otra persona es condenada en sustitución suya.
RIQUEZA EN LA VARIEDAD DE ENFOQUES
Decía genio porteño Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, observando la edición conjunta de sus obras, última hecha en vida del escritor: «No sé qué mérito tendrán, pero me place comprobar la variedad de temas que abarcan».
El libro Mujer Ante el Espejo retrata a una autora que -guardando la gran distancia entre el excelso argentino y la talentosa joven dominicana- también puede sentirse dichosa por la variedad de estados emocionales y enfoques que alcanza su creatividad. Por ejemplo, la misma Marivell Contreras de la pág. 36, insurrecta, rebelde, subversiva, incendiaria, coexiste con la irónica, humorística, sardónica, de la pág. 38; la tierna de la pág. 24; la ingeniosamente desafiante, del sarcástico poema que recrimina al maestro Pedro Mir su bellísimos bellísimos versos que empiezan en «faltan hombres…», acusándolo de olvidar que sobran mujeres para hacer la canción; la graciosa Marivell que con sorna y dulzura toma versos de Neruda, los contrasta con los dolores de la mujer, y demuestra que ella no está en un paraíso como pretende este, usando también el humor poético, algo poco frecuente en la poesía de hombres, y mucho menos de mujeres.
RABIA DE LA POESÍA MALDITA MÁS LAS LUCHAS FEMINISTAS
Otras veces, sus sueños luchan con las propias decepciones y depresiones ante la larga batalla de la mujer por sus derechos; jornada con tantos reveses y tan pocas pero valiosas victorias. Su tesón abre paso a la esperanza: aunque tenga como Cristo sus caídas, o cual María su llanto, en el poema de la pág. 30.
Cabe destacar que en ocasiones nuestra autora llega a un campo al que pocas poetas dominicanas han ingresado con éxito -quizás solo el poderoso espíritu de la ignorada barda Euridice Canaan lo ha hecho antes- , y es lograr la cruda conmoción de las columnas del espíritu, con los terremotos verbales y los huracanes de la poesía maldita, ácida que Edgar Lee Masters Silvia Plath, Alexandra Pizarnik, Baudelaire o Villón derivan de los vates ingleses. Verbigracia, página 42: «No necesitas afilar navajas ni ahogarme con la almohada, no tendrás que empuñar un arma para desgarrarme el alma. Una a una caerán las hojas de esta ilusión, pétalo a pétalo se deshará la rosa, poco a poco nos iremos perdiendo». En la página 44 lanza estos dardos: «Como si nada, como si todo fuera nada está sola, se sabe sola, -y lo prefiere- condenadamente sola y lo disfruta aunque a veces le duele. Maldice, da gracias a Dios, hay que salvarla es su propio fantasma».
TAMBIÉN HAY DEFECTOS
Finalmente, hay una innegable evidencia: todo lo que existe cojea de algún lado. No todo es gloria en la poesía de Marivell Contreras -que nunca me he explicado de dónde sale esa doble L de su nombre-. Hay calidad, y sus gazapos, defectos, propios de una mujer que, aunque oculte la edad en sus datos biográficos del libro (Jajajaja), se sabe que es joven, que le falta mucho por explorar en sí misma, en los grandes temas y creadores.
He anotado esos defectos. Pero los méritos del libro son tantos que dificultan ver los deméritos. Esas fallas son un pequeño secreto que solo he compartido con la autora. Quizás un día los publique.
Por eso, parafraseando a Whitman, celebro y canto esta segunda edición de Mujer Ante el Espejo, de Marivell Contreras, cuya relectura me ha hecho otra vez feliz, ratificando la dichosa convicción de que ella, no solo está muy buena de cuerpo, sino también de alma.