En el primer artículo sobre “Génesis de los Mulatos”, de Manuel Mora Serrano, analicé su proeza verbal al convertir a los mulatos en dioses que reescriben el primer libro de la Biblia. En la segunda entrega, enfoqué su juego poético de dar principalía al mulataje en la dialéctica de la estructura biosocial dominicana.
Ahora, enfocaré los valores simbólicos de las palabras a la luz de su relación con los movimientos poéticos nacionales que lo anteceden y le sirven como acicates inspiracionales, e impulsos hacia las conquistas creativas que se propone. Sobre todo dos: postumismo y sorprendidismo (valga el invento del término para aludir a lo que nuestros críticos y creadores han llamado poesía sorprendida) que han sido los de mayor incidencia en nuestro historial literario.
RAÍZ NACIONAL
“…fabricamos con soles tiznados los ojos de nuestras mozas, (…)
con tierra, con tierra de cacaotales centenarios,
con tierra prieta y virgen, olorosa a sueños, hicimos sus carnes,
con hebras perfumadas de raíces de pachulíes adornamos sus sexos
y de auyamas insomnes poblamos las colinas de sus senos;
con pringues de bija y leche hicimos los ombligos…”.
El poema busca y logra encontrar en lo típico nuestro, en tierra adentro, lo que de universal tiene toda realidad particular, y es como si abrazara en un solo texto postumismo y sorprendidismo poéticos. Montados en su poema, sentimos que una mula nos corcovea bajo el cuerpo, libre, suelta y sin bridas, que sube y baja rauda el campo dominicano. Esa que inspiró el sueño verbal, el poema libre de fórmulas y rimas y retórica convencionales, rompimiento que inició Arturo Pellerano Castro, queriendo ser “burro de carga”; y desarrollaron Domingo Moreno Jimenes convertido en su “hija reintegrada a la que tibian leche”; y Andrés Avelino y su “pañuelo blanco para mi catarro”. Parten de lo vernáculo, y sus palabras adquieren nuestros particulares significados, como en Américo Henríquez la jícara de sacar coco y en Cabral el pilón de majar arroz.
Después, la mula se vuelve una mulata que el poeta toma por sus cabellos como crines rebeldes y salvajes para continuar su festivo viaje por la geografía antropológica dominicana. La domina, la doma y paso a paso muestra al lector el universo étnico inventado por su imaginería.
Así, desde el comienzo, nos explica rítmicamente el modo en que los dioses mulatos han engendrado la estirpe humana. Y, contrario al Génesis bíblico, la primera en crearse es la mujer: la hembra dominicana, excitante como un disfrutable plato de cocina típico caribeño. Único, especial, con los ingredientes propios de nuestra rica naturaleza tropical: azúcar parda, soles tiznados, cacaotales, tierra prieta y virgen, auyama, pachulí, bija, flamboyanes, morteros para mezclar ingredientes.
ALCANCE UNIVERSAL
“…dijimos primero: Sea el ron. Y fue el ron
y vimos que era bueno, y bebimos.
Dijimos después, sea el ron como una culebra de fuego
y fue el ron como una culebra de fuego para el amor
y fue la noche del amor mulato como el ron, alucinante,…”
Como se ve en el poema, su fuerza primitiva marcha combinada con los armoniosos vientos creativos del verbo universal y humano en el que montaron sus versos los poetas que conforman el otro lado de las dos caras unidas de nuestra poesía: los cultores de lo que he llamado el sorprendidismo.
Movimiento a través del cual la poesía dominicana se abre al mundo de la mano de sus fundadores. Mora Serrano entra en el “clima de eternidad”, que acuñó el gran Franklin Mieses Burgos; lo “cerca el porvenir que arrebata” a Mariano Lebrón Saviñón; la universal “mujer que está sola” de Aída Cartagena Portalatín; el viajero “Ulises” de Antonio Fernández Spencer.
Ahí se mueven estos versos, visibles y entendibles para hablantes o escribientes de toda lengua. Contienen las pasiones humanas de allende y aquende “terra nostra e mare nostrum”.
POSTUSOPRENDIDISMO MORENOJIMENISTA- MIESESBURGUISTA
Eso es esta hermosa apología del mulataje: Rica mezcla glocal (combinación dialéctica entre lo global y local) en largos versos de 16, 17, 19, 23 sílabas, etc. con palabras de armonioso aire universal, cumpliendo así el mandato del sorprendidismo miesesburguista. Mezcladas a otras típicas dominicanas que suenan a ritmos de atabales, balsié, tambora, güira, para complacer al postumismo morenojimenista.
Así inventa la ideal tercera vía, aprovechadora de ambos aportando una poesía postusorprendida.
El próximo domingo, abordaré otros aspectos de esta emblemática pieza poética.