Como he hecho en otras ocasiones, hoy quiero dedicar mi columna a consejos para mejorar las relaciones humanas. A ese respecto, escribí una vez sobre la violencia contra la mujer. Dije que la mejor manera de combatirla es yendo al fondo de su causa: Verla como manifestación de la violencia general de nuestra sociedad, donde la gente no ha aprendido a dominar sus emociones, las cuales se desbordan hasta realizar terribles actos, de los cuales luego se arrepienten cuando es demasiado tarde.
Vemos frecuentemente a un hombre que hiere o mata a otro, producto del acaloramiento en una discusión causada por algo tan simple como que rayó accidentalmente su vehículo.
Cuando miramos a otras personas descontroladas, no nos imaginamos que también nosotros podríamos perder el tino, y hacer eso mismo. Por ello, todos debemos practicar la meditación, ejercicio que nos enseña a observar y controlar nuestros ímpetus emocionales, a ponernos en lugar del otro, y ser solidarios y comprensivos.
He reiterado que la solución es que desde la escuela primaria se nos enseñe a meditar diariamente, a auto-observarnos, a administrar nuestros repentinos estados mentales. Para que en el instante mismo en que surge el estímulo e instinto agresivo, poder controlarlo y anularlo.
Meditando por lo menos una vez al día, también alcanzamos, además, una efectiva comunicación con nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo. Aprendemos a discutir sin perder amistades, como propone Desiderata: “En cuanto sea posible y sin rendirte, mantén buenas relaciones con todas las personas”.
La ira y el deseo se controlan mejor por escrito
En ocasiones, nos dicen o hacen algo que nos irrita. Entonces, la ira y el deseo se adueñan del espíritu y deciden por nosotros. Esto proviene de nuestra naturaleza primitiva, pues por más racionales que seamos, llevamos dentro el instinto de animales emocionales. Se expresa de repente, por más educados que seamos.
Ira y deseos son inevitables, pero controlables, si aprendemos a observarlos en el momento en que inician, y así detenerlos antes de que crezcan y se vuelvan incontrolables.
También descubriremos que parea tratar temas conflictivos, una llamada telefónica es mejor que un encuentro presencial. Así evitamos ver gestos, ademanes, capaces de herir y multiplicar acciones negativas.
Los encuentros personales nos exponen a decirnos quizás improperios inimaginables. Podemos pronunciar palabras inesperadas producto de nuestro huracán emocional incontrolable, que conduce a desatar otro de igual intensidad en nuestro interlocutor, con las evidentes graves consecuencias. Por cualquier motivo, justificado o no.
Al ser producto emocional de la molesta rabia momentánea, después se arrepentirá de lo dicho, pedirá excusas, pero ya la herida estará hecha y probablemente nunca tendrá suficiente cura. Cuando venga a pensar en frío ya habrá desangrado el alma de la otra persona y perderán su valiosa amistad, relación de trabajo o de negocios solo por desbordes de un mísero momento emocional.
Si usted se enfurece por algo que considera le ha hecho alguien, no es correcto que, en un arranque inmediato de pique, se comunique con la persona y le diga todas las fuertes palabras que en su descontrol piensa que merece.
Luego el arrepentirse será difícil y humillante. Incluso, puede que sea demasiado tarde, y usted pierda lo más por lo menos. Quizás para siempre. O, peor: que haya heridas físicas y hasta muertes.
Los correos, redes cibersociales son ideales para discutir diferendos
¿Cómo expresar nuestra inconformidad sin afectar las buenas relaciones?
Lo ideal es dirigirnos por escrito a quien o quienes sentimos que nos han faltado. De ese modo podemos reflexionar lo expresado, administrar emociones, tachar, seleccionar vocablos adecuados, corregir, medir bien los mensajes, ahorrarnos disgustos innecesarios. En fin, podemos expresar, como enseña el eslogan de la publicitaria McCann-Erickson: “Truth well told” = “La verdad bien dicha”.
Cuando redactamos, podemos ser sinceros sin dejar de ser comedidos, manifestar inconformidades en sana protesta, sin herir susceptibilidades. De ese modo, una falta o reclamo puede convertirse en motivo para enriquecer los afectos y amistades, en vez de dañarlos. Unir en vez de dividir.
Reitero el principio: lo telefónico es mejor que lo presencial. Lo escrito es mejor que lo telefónico. Intercambiar mensajes por las redes cibersociales es excelente.
Si en vez de reunirnos o llamar, escribimos un correo electrónico, whatsapp, messenger de facebook, tendremos tiempo de reflexionar, corregir, suavizar, antes de enviarlo. Ese intercambio de opiniones por escrito es una herramienta que da oportunidad más a la razón que a la emoción.
Allanan el camino para un posterior encuentro personal propicio para mejorar relaciones.
Hasta el próximo domingo.