República Dominicana figura en los gráficos de seguimiento a la pandemia del virus SARS-CoV-2 como una excepción a la regla y en contraste con la diseminación por el resto de países de una más contagiosa versión del germen denominada ómicron que obliga a reactivar controles.
Algunos augurios consideran inminente (si no es que ya está aquí) la llegada del crecido poder infeccioso que emerge y concentra a especialistas en medir la eficacia de las vacunas que se aplican y han sido capaces hasta ahora de reducir en este medio la gravedad y defunciones.
Falta confirmar si, como indican algunas señales detectadas en pacientes recién contagiados, serían leves, predominantemente, los efectos de la variante. Mientras tanto, la prevención debe enfocarse en la posibilidad de que ocurra todo lo contrario.
Esta nueva amenaza coincide con la temporada en que más dominicanos arriban al territorio nacional para integrarse a celebraciones navideñas y con un auge en la ocupación hotelera por el resurgir del turismo.
Proceden en gran proporción de latitudes bajo severa circulación del virus que muestra excepcional capacidad de penetrar a células humanas y multiplicarse. En cada puerta de entrada al territorio nacional deben estar más activas las detecciones de portadores.
Resulta más inaceptable que antes negarse a la inoculación, por lo que deben redoblarse las motivaciones y obligatoriedades que hagan llegar más personas a la inmunización.
Al enfermar, los no vacunados actúan como incubadoras de variantes
La peor amenaza para los vacunados son aquellos que no lo están
Sobrevivir depende de no aglomerarse y de llevar mascarillas