NO QUIERO LLAMAR LA ATENCIÓN, SINO ENCONTRAR LA VERDAD
Entre serio y en broma, alguna gente me califica de provocador, de la manía de emitir juicios en contra de lo comúnmente establecido para escandalizar o llamar la atención. Aunque no me lo digan, pienso que piensan que lo hago por un narcisista deseo de notoriedad.
Pero no, como dice el poeta Pedro Mir. Cuando analizo una idea establecida por años o siglos como de perogrullo, axiomática, evidente, incuestionable, lo hago en búsqueda de discutir nuevamente el fenómeno, tratando de encontrarle otra cara, otra verdad más razonada, mejor fundamentada. Así, rompemos esquemas equivocados aunque se haya durado milenios dándolos como indiscutibles.
De ese modo, contribuyo a aumentar nuestra amplitud mental. Coadyuvo al desarrollo del espíritu crítico, a que no se dé como certeza incuestionable lo que tradicionalmente nos han vendido como correcto. Eso nos ayuda a pensar. Y mientras más pensamos más humanos somos, más libres, más capacitados para ser y construir mejores seres humanos.
LA ENFERMEDAD DE NO CUESTIONAR LO ESTABLECIDO
Asómbrese usted, señor o señora lectora o lector, pero le aseguro que a pesar de ser una enfermedad tan común que la sufrimos casi todos los humanos, no deja de ser una gran falencia, un gran mal, el hecho de no querer (de jura dios, como decía mi abuela Tomasa Monegro) cuestionar lo establecido y buscar increíbles realidades que salgan de derribar muros mentales, enderezar entuertos, corregir a sabios y desdecir tradiciones.
La gente está tan poco acostumbrada a manifestar abiertamente sentimientos, opiniones, análisis en contra de lo comúnmente establecido que siente terror cuando pasa por su mente o escucha el cuestionamiento a aquello que sus padres, abuelos, bisabuelos por generaciones dan como cierto. Es parte del instinto de conservación que traemos a la vida desde que somos concebidos en el vientre materno, fuerza que nos lleva a darnos fácilmente por vencidos por la costumbre, el hábito, el stablishment.
Por esa enfermedad, vamos perdiendo la humanidad interior que llevamos; volvemos atrás poco a poco los logros que durante milenios el homo sapiens ha conquistado, desde que el simio se hizo eximio al lanzarse del árbol de la animalidad a la tierra firme de la humanidad, al vertical ejercicio del pensar que desarrolló su cerebro. Como consecuencia del principio darwiniano de que la función hace el órgano y la des-función lo disfunciona, vamos apocando y apocando el cerebro hasta anularlo.
LEY DEL MENOR ESFUERZO
Otro factor que contribuye a no dudar de lo que todo el mundo piensa, a no salirnos de casillas, ser esclavos de lo repetido, a disminuir la condición humana es recostarnos en aquello que nos exige poco trabajo. Lo que mi venerable profesora de gramática, Aurelina de Carrero, nos enseñaba como ley del menor esfuerzo. Por la que los idiomas se construyen con palabras, giros, frases, sonidos, que resultan más fáciles de pronunciar y escribir, al requerir menor elaboración al cuerpo físico, a dedos, mano y brazo. Y poco trabajo a las neuronas, mente, cerebro y pensamiento. En fin, a cómodamente huir de aquello que nos lleva a rompernos el caco, a exprimir el cráneo, arrugar la frente, a complicar e interrumpir la vegetativa paz en que flotamos como corcho que lleva el agua adonde quiera el azar.
CUESTIONAR, DUDAR, PENSAR: ARMAS CONTRA EL ALZHAIMER
Mis cuestionamientos constantes de lo tradicionalmente dado es una forma de problematizarnos la vida, con lo cual contribuyo a prevenir el peligroso alzhaimer, explicado por los doctores José Joaquín Puello y José Silié Ruiz.
Es cuando la gente se acostumbra a las respuestas mecánicas, y su cerebro se deteriora por desuso. De repente no sabe dónde puso un objeto, a qué iba a la habitación, qué planeaba para el próximo minuto, en una progresiva pérdida de facultades hasta olvidarlo todo. Y llega un momento en que ni siquiera sabe quién es, dónde está, quienes le rodean.
Acostumbrarse a pensar poco o nada perjudica a adolescentes, jóvenes, adultos y mayores, al dejarse arrastrar ciegamente por promociones mercadológicas, y malgastar vida y presupuesto en consumir productos que saben dañinos, pero su automatismo mental les impide rechazar.
MIS CUESTIOAMIENTOS AYUDAN A LA SALUD MENTAL
No busco provocar, ni un narcisista escandalizar o llamar la atención hacia mí. Busco renovar el conocimiento, preservar la salud mental mía y de mis lectores, enriquecer el espíritu democrático y crítico, aprender y enseñar a pensar. Busco que cuestionen, critiquen, discutan mis afirmaciones. No aspiro a ovejas ciegas. Aspiro a delfines inteligentes.