Continúo con el tema de mi artículo anterior sobre los escritores ochentistas. No pretendo dar opiniones acabadas. Eso requeriría una inversión de tiempo, recursos y estudios que van más allá de las condiciones en que se escriben estos artículos.
Hago un enfoque grosso modo a partir de mis lecturas de ese grupo de autores, buscando despertar diálogos sobre el tópico. Veamos.
Antecedentes y visión de la poesía más como escrita que oral
Las generaciones post-Trujillo y post-Guerra 1965 escribían con la mente puesta en andar por los pueblos leyendo poemas a multitudes. Hacían lo que se ha llamado, como he dicho antes, literatura de vanguardia socio-política, de compromiso, de combate.
La generación ‘70 disminuye el interés en lo político a favor de una nueva mirada a lo amoroso, psicológico, filosófico y ensaya experimentos escriturales. Está signada por acontecimientos epocales: rebelión de mayo ’68, primavera de Praga, hippies, lecturas de antropología, de poetas norteamericanos, indios, chinos, japoneses y otros autores fuera de la tradición española.
Los ochentistas viven también ese proceso. Desde sus inicios asumen una literatura intelectual, obvian el compromiso político. Escriben para ser leídos y reflexionados. “El placer del texto”, de Roland Barthes, y otras obras de lingüistas, son para ellos como el librito rojo a los maoístas. Su poesía está lejos de los mítines. Prefieren leerla ante un público educado, académico. Privilegian lo escrito y leído sobre lo hablado.
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El contenido es solo pretexto para expresar la forma
Abordan los eternos temas de reflexión filosófica, amor, erotismo, a la naturaleza, inquietudes sociales. Pero más que comunicar al lector una determinada postura del poeta sobre los temas, se concentran en buscar logros formales: atrevimientos innovadores, sorprendentes tropos, desconstrucción de tradiciones, vocablos extranjeros, citas intertextuales de otros autores.
Son fundamentalmente poetas del ámbito capitalino y uasdiano
El poeta Justiniano Estévez Aristy me ha pedido tratar también la literatura que se escribía durante esa época en su natal Higüey y otras provincias. Argumenta que allí se enfrentaba el hecho creador de forma distinta a la del grupo de escritores que estudio aquí.
Pero sucede que ese es otro fenómeno paralelo que requiere también ser investigado. Él mismo es un escritor de los años ’80, al igual que mi compueblana hatomayorense Carmen Sánchez, pero sus obras son muy diferentes de la del grupo que analizo. Por ello, requieren ser vistos aparte.
A ese respecto, propongo que ambos fenómenos sean objeto de tesis de profesores y estudiantes de letras.
El caso particular de los que comento son un grupo con cierta homogeneidad, y se desarrollaron principalmente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en la Capital, y parcialmente en la Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), de Santiago.
Dos elementos tuvieron gran incidencia en el surgimiento de las respuestas creativas de los ochentistas: 1. Creación del Taller Literario César Vallejo, por Mateo Morrison, en la UASD. 2. Las conferencias y cátedras de Bruno Rosario Candelier y Héctor Incháustegui Cabral, en la PUCMM.
El estudio de la obra del mismo Vallejo es uno de sus principales impulsos. Porque ese gran poeta peruano rompe las formas nerudianas que dominaban el panorama creativo en Latinoamérica y España, con nuevas maneras metafóricas y temas de angustia y pesadumbre personal, que están ausentes en la obra del chileno Pablo Neruda y otros bardos de la época.
Otras influencias importantes y sus estudios de letras
También incidió en ellos la vuelta a Nietzsche y escritos de los filósofos Sartre, Camus, Derrida, cuestionadoras de los esquemas marxistas socialistas que se resquebrabajan en Europa.
Es también notable que los ochentistas son, en términos generales, poetas y ensayistas, en vez de cuentistas o novelistas. Aunque algunos incursionen, muy esporádicamente, en estos y otros géneros. Muchos de ellos han sido estudiantes de letras, lo cual tuvo gran incidencia en sus escrituras.
No obstante, cuando incursionaron en la ensayística, estudios y artículos, no exhibieron las innovaciones que sí realizaron en poesía.
Posterior evolución de lo complejo a lo sencillo
Podemos comprobarlo en muchos. Por ejemplo, José Mármol. Sus libros iniciales “Encuentro con las mismas otredades I”, “Encuentro con las mismas otredades II” y “El ojo del arúspice” tienen complejidades expresivas que desaparecen en sus excelentes libros posteriores “La invención del día”, “Lengua de paraíso”, “Deux ex machina”, “Torrente sanguíneo”, entre otros.
Reitero: los ochentistas experimentan una evolución de lo oscuro hacia lo claro, sin menoscabo de la belleza metafórica, elegancia conceptual y hondura de pensamiento.
Hasta aquí, por ahora, mis juicios sobre la generación ’80.