ALERTA. ¿Podemos vender la lectura a la gente como un producto mercadológico?

ALERTA. ¿Podemos vender la lectura a la gente como un producto mercadológico?

Juan Freddy Armando

Desarrollar planes de lectura con el criterio del mandatoJóvenes: Deben leer un libro cada mes es una fórmula muy frecuentada en los sistemas educativos de muchos países e instituciones. Me parece que no es la mejor forma de crear el hábito lector en la gente.

Creo fielmente en lo dicho por el maestro Jorge Luis Borges a sus alumnos:“Creo que la frase lectura obligatoria es un contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¿Felicidad obligatoria? La felicidad también la buscamos.Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro los aburre, déjenlo, no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo… ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una forma de la felicidad. (…)  Si Shakespeare les interesa, está bien. Si les resulta tedioso, déjenlo. Shakespeare no ha escrito aún para ustedes. Llegará un día que Shakespeare será digno de ustedes y ustedes serán dignos de Shakespeare, pero mientras tanto no hay que apresurar las cosas”.

Evidentemente, nos muestra que el hábito de lectura es un proceso. Que el lector pasa por distintos estadios de desarrollo. Empieza con un tipo de obras, tal vez cursi, superficial, y luego va madurando, creciendo en una escala ascendente hasta llegar a las obras de mayor calidad. Este proceso no debe forzarse. Estamos impelidos a descubrir su camino para estimular el avance de la persona en el mismo, hasta que pueda, de forma natural, suave, placentera, llegar a los libros y temas profundos de la gran literatura y ciencia.

Por ello, quienes estamos llamados a sembrar el hábito de la lectura en los jóvenes no debemos emplear la imposición, como un llamado del deber. Hacerlo así es un fracaso porque los jóvenes lo rechazarán, debido a que están construyendo su individualidad, su amor propio, su ser personal. Es una etapa que se caracteriza por el rechazo a la visión del mundo de sus mayores, la oposición a que les den órdenes o tracen planes, y se divierten con llevar la contraria en la mayoría de los casos.

Hemos de motivarlos con fórmulas que logren despertarles el deseo, la pasión, el encanto, el goce, la contentura, el gusto de leer.

MI EXPERIENCIA PERSONAL Y GENERACIONAL

Pensando en la evolución de mi proceso lector, me vienen a la mente una serie de escritos que luego consideré banales, pero que fueron fundamentales en la formación de mi costumbre de leer. Ello coincide con lo que he aprendido en conversaciones sobre el tema con adultos de mi generación, y de distintas edades y nacionalidades, quienes tienen hábito de lectura. La gran mayoría (comenzando por mí mismo) no fueron nunca motivados ni aconsejados a leer por sus padres, profesores, amigos, hermanos, sino que su hábito se formó de manera aparentemente espontánea.

Digo aparentementeporque no ha sido así. Fueron -fuimos- inducidos a leer, de niños, por los comerciantes que mercadean las tiras cómicas de los periódicos: Mandrake el Mago, Archie, Doctor Merengue, El Fantasma, Red Rider, Chanot, Supermán, Los Superhéroes, Mitología Greco-romana y otros muchos. Ya en la adolescencia, evolucionaron hacia lo que los dominicanos llamábamos paquitos. Se trata de cuadernillos ilustrados con las historias humorísticas, dramáticas, mitológicas: Chanot, Supermán, Alma Grande, Red Rider. Superada la adolescencia, llegan las novelas ilustradas (de vaquero y de amor). Luego, ya sin ilustraciones, para los varoncitos vienen las novelitas de vaqueros (Marcial Lafuente y otros) y para las hembritas las novelitas de amor (Corín Tellado y otros). De ahí pasaron a Selecciones del Reader’s Digest o lecturas digeribles. De ella probablemente saltaron a la Ilíada, la Odisea, El Quijote, que se hicieron sus preferidas ya de adultos y para siempre.

EL PROBLEMA DE LOS PLANES DE LECTURA

¿Por qué los promotores del sistema educativo no desarrollan planes lectorales partiendo de usar ese camino placentero, divertido y seductor? Debido a que quienes los elaboran son pedagogos, profesionales de la enseñanza cuya probable experiencia lectoral en muchos casos ha sido obligatoria. Tal vez sus padres los han conminado a leer en su tiempo de niños, adolescentes y juveniles. O, en el peor de los casos, no son propiamente lectores, no tienen hábito de lectura, y por tanto, es muy difícil que logren incentivar en otros lo que ellos no ejercitan. Es imposible dar lo que no se tiene.

¿Por qué debemos cambiar estos métodos de motivación lectora? La respuesta a esta pregunta está preludiada en los párrafos anteriores. En realidad, leer debe ser visto como placer, gusto, entretención; un acto ameno, divertido, y no una obligación para adquirir conocimientos, cumplir un compromiso escolar o dárselas, en una reunión social o familiar, de que se conoce tantas y tales obras.

No debe ser una acción en la que estemos frecuentemente mirando a ver cuántas páginas faltan, y sufriendo lo tedioso de un tema, visión, estilo que no nos interesan, que no tienen relación con nuestro mundo, no tocan total ni parcialmente nuestras costumbres, hábitos, intereses, etc.

Si se hicieran estudios en los adultos que cuando niños han sido sometidos a estos métodos forzosos, probablemente descubriríamos que en muy pocos de ellos se despertó el gusto lectoral. Leen solo lo necesario para resolver problemas de su carrera universitaria, o vida cotidiana, pero no porque tienen gusto, costumbre y placer de la lectura.

QUÉ HACER PARA MEJORAR

¿Por cuál método debemos cambiar estas metodologías que presionan a leer creyendo que motivan? ¿Hacia adónde debemos desplazar nuestro enfoque del asunto? ¿Qué recursos usar?

Esto convencido de que para responder a estas interrogantes, y así resolver el problema de cómo motivar la lectura en la gente, el recurso principal es el empleo del mismo que los mercadólogos usan para lograr que esos mismos niños, adolescentes, jóvenes y adultos compren los productos que venden.

¿Cómo logran Cocacola o Pepsi, Springels, Nescafé, Libys, Pizza Hot, Giorgio Armani, crema dental Colgate o Crest, Brugal o Barceló, cigarrillos Marlboro o Montecarlo, Absolut Vodka o Stolichnaya, Vinos Chardonnays o Carmen, zapatos o tenis Florshim oNike, que se compren sus productos de forma placentera, voluntaria, apasionada? Nadie es presionado coercitivamente o escolarmente a comprarlos. Entonces, ¿por qué ese éxito? ¿Podemos despertar por la lectura una fiebre de consumo similar a la que motivan esos productos?

Cómo hacerlo es lo que responderemos en un próximo artículo sobre este interesante tema.

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