Publico a continuación dos versiones de un sonetillo escrito recientemente para saludar el cumpleaños del poeta uruguayo residente en República Dominicana, José Alberto Fernández Pereira. Gran bailador de tango, excelente contertulio y dinámico cibernauta:
Versión 1:
CELEBRANDO EL CUMPLEAÑOS
DE UN PARIGUAYO URUGUAYO
De José Alberto Fernández
Pereira celebro ahora
muy bien raudo y sin demora
su cumplir año, aunque ande
muy lento por ser añejo,
y amo su verso uruguayo
puro cual buen pariguayo,
porque es grande, y le festejo
con mi humilde sonetillo
su inventiva, su gran brillo
y la bondad que respira
su alma, que se vuelve pira
con el tango que Argentina
tomó a su Patria Orientina.
Versión 2:
CELEBRANDO EL CUMPLEAÑOS
DE UN PARIGUAYO URUGUAYO
A José Alberto Fernández
Pereira celebro ahora
muy bien raudo y sin demora
su cumplir año. Aunque andes
muy lento por ser añejo,
amo tu verso uruguayo
puro cual buen pariguayo,
porque eres grande, y festejo
con mi humilde sonetillo
tu inventiva, tu gran brillo
y la bondad que respira
tu alma, que baila y delira
con el tango que Argentina
tomó a tu Patria Orientina.
CON O SIN S, Y DE PASADO A PÁSADO
Comparando ambas versiones, el lector sabrá que he roto, a propósito, la vieja regla que exige coincidencia de singular o plural (s o no s final) en finales de versos rimados. La segunda versión demuestra que no es por imposibilidad de resolver el problema de terminaciones sino porque quise hacerlo así. Considero válidas ambas versiones.
He hecho lo que ya han practicado los compositores: compensar la irregularidad rimática o la s de más o de menos con los compases musicales que las armonizan auditivamente.
Los compositores también usan frecuentemente las licencias de cambio de acentos en las palabras. Por ejemplo, en el tango “Volver”, su cantautor, Carlos Gardel dice:
“Tengo miedo del encuentro
con el PÁSADO que vuelve
a enfrentarse con mi vida”.
Como vemos, la palabra pasa de grave a esdrújula, porque el autor privilegia el acento musical al literario. Hay casos en que los poetas también ha hecho esto, aunque con mucho menos frecuencia.
VICIO DE RIMAR CON TERMINACIONES VERBALES
También he dejado así, aposta, en la primera versión la rima con terminaciones verbales. Estas fueron muy usadas por Quevedo y otros clásicos, y abandonadas posteriormente, debido al facilismo que demuestra.
Rimar con similares tiempos verbales ofrece poco trabajo al escritor, pues las terminaciones verbales afines abundan muchísimo en la lengua. Si decimos, por ejemplo, “amar, amé, amaste”, fácilmente nos llegan miles de verbos similares: “caminar, caminé, caminaste”, o bien “escalar, escalé, escalaste”, igual “parar, paré, paraste”.
Los lectores pueden observar las diferencias que explico entre ambas versiones del sonetillo. Aprovecho para aclarar que así se llaman los sonetos de arte menor. Estas últimas son las piezas con medidas de 8 o menos sílabas, en comparación con las de arte mayor, que tienen 11 (endecasílabos) o más sílabas.
Petrarca, creador del soneto, hizo la primera revolución de la rima en el siglo XIII. Rubén Darío hizo la segunda en el siglo XIX, al llevar la rima a 16 y hasta 18 sílabas. Podrían considerarse como una especie de tercera revolución rimática (me excusan que ponga un ejemplo mío) los sonetos que he hecho, con versos de hasta 19, 20, 21, 22 y 24 sílabas. Además, con tres hemistiquios por verso, en vez de los dos que tradicionalmente se han usado. A eso se suma ponerles rima interior entre de unos hemistiquios con otros. También he rimado con endecasílabos encabalgados.
Finalmente, volviendo al mencionado sonetillo, señalo el invento un nuevo gentilicio para la República Oriental de Uruguay: orientina.
La palabra que la antecede es orientino, que identifica a un compuesto químico, y no está registrada en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Con el femenino del término sustituyo el calificativo oriental, parte del nombre oficial de ese país hermano, para hacer posible que me rime bien con la terminación INA de Argentina, en el verso correspondiente.
Estos experimentos pueden ni gustarles a los académicos, retóricos, clásicos y respetuosos de las formas establecidas de rimar, pero eso mismo ocurrió con muchas de las grandes piezas que luego han terminado siendo admiradas por la humanidad y por los mismos conservadores, derechistas de lingüística y preceptiva, quienes habían despotricado contra ellas.
En conclusión, respondo a lo señalado por el titular del artículo: Romper reglas puede caer mal, pero es necesario en arte.