“Adelante, general de las raíces”, titulé el prólogo que escribí para la segunda edición del libro “Raíces, con dos comienzos y un final”. Lo llamé así porque el libro tiene una cantidad de poemas alusivos a las militaradas que ocurrían en las provincias durante el balaguerato.
En cuanto al contenido conceptual de ese viejo prólogo que el próximo julio cumplirá 43 años, lo he leído de nuevo, y asumo y suscribo de manera total las consideraciones que contiene sobre la obra en cuestión.
Si algo fuese a agregarle, serían dos detalles que hice verbalmente en la puesta en circulación pero no mencioné en el libro.
Uno: Que los poemas no tienen mayúsculas ni signos de puntuación sino que se deja al lector libre de establecer su propia interpretación de dónde iría coma, punto y coma, punto y aparte, paréntesis, etc. Ello significa asumir una moda literaria que surgió probablemente en los años 40 o 50, y que en nuestra literatura anterior podemos ver en un excelentísimo poema: Yelidá, de Tomás Hernández Franco, para mí uno de los más grandiosos poemas de la humanidad.
Dos: Un elemento que caracterizó a la generación del 70. Es decir, una nueva poesía de raigambre social, pues en la misma las luchas sociopolíticas aparecen mezcladas con la temática amorosa de parejas y los ambientes naturales citadinos y campesinos.
Apenas realicé algunas correcciones nimias en el mismo, fundamentalmente debidas a la evolución de las normas escriturales realizadas por la Asociación de Academias de la Lengua Española (Castellana, debiera ser) al Diccionario de la RAE y a la Ortografía de nuestra lengua. Verbigracia, el caso de palabras como este y solo, las cuales las reglas de hoy permiten escribirlas sin tilde. En la primera, tanto cuando es adjetivo demostrativo o cuando es pronombre. En lo referido a la segunda, igual cuando es adjetivo o adverbio.
A continuación, la primera parte del prólogo:
ADELANTE, GENERAL DE LAS RAÍCES
“Esta segunda edición del libro “Raíces, con dos comienzos y un final”, de René Rodríguesoriano (así se autonombraba el autor en ese tiempo), nos invita a una serie de reflexiones. La primera de las cuales reside en la importancia de que el libro de uno de nuestros jóvenes poetas se reedite. Es poco frecuente que eso se produzca en nuestro país, donde los nuevos (y muchas veces también viejos) escritores publican una, dos y hasta tres obras sin que ninguna conozca una 2da. edición.
Otras reflexiones —que son el objeto de este escrito— nos produce el contacto con este libro de René, que nos conduce a explorar su obra publicada en sus tres dimensiones: la primera edición de “Raíces, con dos comienzos y un final”; su segundo libro, “Textos destetados a destiempo con sabor de tiempo y de canción”, y esta segunda edición de “Raíces,…”. Es importante comparar, ver el proceso evolutivo que ha seguido su quehacer artístico.
“Raíces, …”, como se ve desde su primera página y título, es lo que llamaríamos un libro de poesía de la tierra, enclavado temáticamente entre el campo lejano con la explotación por el terrateniente a los jornaleros y la ciudad pequeña de esas regiones del interior de nuestro país (a partir del caso concreto de Constanza), donde está presente la explotación del capitalista citadino. Recorre todas las consecuencias que la imaginación de René Rodríguez Soriano encuentra que dicha situación puede generar en lo amoroso, la corrupción, los abusos de autoridad, la prepotencia militar, etc.
Determinadas obsesiones que el artista transforma en poesía que habla, protesta, incita, subleva, es lo que brota de esos textos, donde la vida es verdaderamente una lucha en la más bárbara acepción del término. Con vivas fotografías alfabéticas llenas de ira y melancolía cortante. René Rodríguez Soriano se alza contra ese estado de cosas.
Desde el punto de vista formal, es evidente que ha habido una evolución. A tal punto es así, que creo que si le tocara ahora escribir un libro sobre los temas que trató aquí, Rodríguez Soriano escribiría algo diferente. En aquella primera edición se notaba ya cierto dominio de la lengua, aunque todavía esta era una potranca (como esas que él debió de montar muchas veces en su provincia) nerviosa, saltadora, que por momentos casi lo tumba, llena de esa fuerza vital que tiene lo primitivo.
El próximo domingo, continúo.