EXPLORANDO EL VIENTO FRÍO
El contenido como elemento formal.
En una obra de arte, lo más importante es la forma, y entre las partes de esta, la principal es el contenido. Visto como el principal pretexto por el que escritor y lector se unen dentro de esa fiesta escrita donde consumen el licor verbal que aturde, emociona y transporta a los paraísos de la felicidad imaginativa; se abrazan y abrasan en la danza embriagante de signos de puntuación al ritmo de palabras, en la atmósfera de una historia que no les interesa en sí misma, sino como motivo de seducción y dicha vívida y vivida en el silencio sublime de la lectura.
A partir de ello, a continuación, empezaremos el estudio de la poesía deEl Viento Frío, único libro publicado por Del Risco Bermúdez.
Iniciamos con el que le da título, el cual resume su actitud vital y creadora. Contiene las cuatro obsesiones o demonios que movieron elquehacer literario y el mundo del escritor: 1) Muerte ydolor existencial. 2) Pasión sensual por la mujer. 3) La ciudad y sus componentes. 4) Conciencia y sensibilidad por la problemática social y política.
Angustia: nostalgia del pasado.
Como han señalado varios autores, los versos de El Viento Frío sintetizan la gran frustración de nuestro pueblo ante el fracaso de la Revuelta de Abril de 1965, asumidos personal y literariamente por el poeta, proclive a la tristeza y la nostalgia.
Mucha gente atribuye su carga existencial al fracaso de esa epopeya en la que participó.Pero pienso que no. Desde mucho antes, se nota claramente un pesar, herido por las injusticias que ve en la sociedad, donde hay un desproporcionado bienestar para quienes él considera no lo merecen, y abundante malestar para los que cree dignos de mejor suerte. Por eso participa en la lucha contra el tirano Trujillo, con los riesgos y sufrimientos correspondientes.
Su preocupación social se observa desde los iniciales sonetos: el del vecino bueno que muere de hambre; o el de la costurera que sufre trasnochándose en una incesante y dura labor de cortar y coser ropa buscando conseguir el mendrugo para sus hijos, como una llanera solitaria que se enfrenta a los riscos de la vida sin más adarga que sus manos peladas, ni más espada que su fuerza de voluntad labrada en el duro trajinar impulsado por el amor maternal.
Años después, el bardo sufre hondamente–como ya señalamos- la frustración generada por los resultados de la Guerra de Abril, matizada por la apabullante ocupación militar norteamericana que produjo la derrota del sector constitucionalista, que ya tenía la guerra casi ganada a las fuerzas recalcitrantes.
El frío que ha extinguido“la pequeña llama que un instante nos azotó”ha multiplicado su vieja amargura de la que nunca logró sobreponerse.
SU EXISTENCIALISMO VISCERAL
La angustia de Del Risco Bermúdez ha querido ser asociada con la sartreana. Pero no. La tristeza que el escritor ha convertido en su filosofía desde sus primeros escritos está -como hemos dicho en otra parte- más próxima a la de Albert Camus. Es vital, arraigada en el pecho más que en el cerebro, más en los sentimientos que en los conceptos, en la práctica más que en la teoría. Es un pesar que sufre en su choque frontal entre el deber ser y el ser; entre sus sueños de libertad para el pueblo y la condena de verlo prisionero. Y de percibirse como un traidor, porque en vez de luchar en la trinchera está creando anuncios publicitarios para ese sistema que desprecia, tal como lo muestra en la cita de José Ángel Valente que ha puesto de epígrafe del libro:
“Aquí y cada día
y cada hora y
cada segundo me he negado a morir.
Aquí odio la vida, sin embargo”.
Ahí subyace el deseo de morir, y quizás hasta hubo intentos, de modo que me atrevo a especular tal vez lo hubiese hecho, si no se presenta aquel fatal accidente que por el que lo perdimos tan a destiempo.
Algo parecido observamos en el soneto primero (comentado por mí en un artículo anterior) de la serie aparecida en la publicación de los mismos, titulado La casa, donde muestra su frustración en el segundo terceto, en el que, aunque escrito dirigiéndose a una segunda persona, se siente que habla consigo mismo, que ese filósofo frustrado, amargado ante la inevitablemente lóbrega realidad, es él mismo:
“…hoy no hallarás, en cambio, nada de lo que esperas.
Todo ha ido muriendo lentamente en tu pecho
y seguirá muriendo hasta que tú mueras”.
El bardo nos dice, en el Viento Frío:“Ahora estamos frente a otro tiempo del que no podemos salir hacia atrás”, significando que es imposible volver a aquel sueño apasionante que era el esplendor de la lucha de su pueblo por la libertad. Derecho legítimo que se ejercía en la lucha valiente con el fusil en mano y el alma en la frente.
Ahora nos muestra su tristeza al hacer una especie de balance en el cual no ha quedado más remedio que regresar a lo que era la rutina de la vida antes de esa lucha, porque ha llegado
“el viento frío que acerca su hocico suave
a las paredes,
que toca la nariz, entra en nosotros”.
Impactante, hermosa y sobrecogedora metáfora que nos taladra, nos parte en dos. Como un vaso de agua fría que viene a adormecernos, a hacernos olvidar la lucha que llevamos, y nos invita a ser el habitante común que realiza su rutina diaria en la casa, la calle; alejado de los combates sociales, el deber político, el sueño ideológico. Entregado a la rutina de hacer el amor, tomar alguna bebida alcohólica, compartir y reír con amigos, entre voces y risas, en el ejercicio del buen vivir pequeño burgués, sin importarnos que en los barrios pobres, marginados, los platos estén vacíos a la hora del desayuno, el almuerzo o la cena.
Esta nostalgia le llega hasta los huesos, y la sufre como si fuese personalmente culpable de todo eso, y de ahí que deje brotar y derramar su pesar convertido en letras a través de este y otros poemas. Le produce un dolor personal que posiblemente lo lleve la evasión a través del alcohol, las conversaciones entre izquierdistas de café, en las que comparte las historias de aquel esplendor donde los sueños de vindicación popular estuvieron a la vuelta de la esquina, y se esfumaron envueltos en la polvareda del auto veloz, las volutas de humo del cigarrillo, que tuvieron tanta presencia en su ser.
La corbata, traje y oficina son símbolos de la traición. Porque han sustituido a fusil, denuncia y trinchera. Ahora, los suaves suspiros de amor que el aire hace llegar a su oído sustituyen el tronar de los disparos;la palabra íntima, al estruendo de los cañones; y los versos de amor, al rastrillar de las ametralladoras que los hacían héroes de la Revuelta de Abril, que emulaba a la Toma de la Bastilla, al Asalto al Cuartel Moncada o la Revolución de Octubre que tanto cantaron y admiraron los revolucionarios dominicanos.
OTROS TEXTOS DE EL VIENTO FRÍO
En el próximo artículo, exploraremos más poemas del libro, para ver otras formas de expresión de las cuatro características mencionadas al principio, que definieron el contenido en la obra del autor: Angustia personal, pasión por la mujer, amor por las ciudades y sensibilidad social.