Aleyda Fernández, in memoriam

Aleyda Fernández, in memoriam

UBI RIVAS
Con el deceso de Aleyda Fernández Pantaleón, ocurrido el 23 de febrero último por paro cardíaco, a los 67 años en la residencia de su finca en Cenoví, provincia Duarte, desaparece parte de un pléyade de comunicadoras estelares que constelaron el firmamento del diarismo en la peligrosa época de los 12 años del presidente Joaquín Balaguer. Eran los tiempos más recios de ejercer el periodismo a título de riesgo personal constante, en la encrucijada que pocos entendieron del vórtice de la Guerra Fría que Estados Unidos libraba sordamente con la hoy extinta URSS por la repartición hegemónica del pastel planetario.

Era la época que, repito, constelaron Eunice Lluberes, Angela Peña, Dania y mi esposa Virginia Goris, Clara Leyla Alfonso,  Elsa Peña y sobre todo, Pía Rodríguez, la primera mujer que hizo reporterismo y programas de televisión de opinión pública sin bridas.

Esa fue la vía láctea que consteló el firmamento del diarismo femenino de los 12 años no solamente en la prensa escrita, sino en la de tv, radio, a la que acudieron y llenaron con dignidad un espacio y un tiempo inolvidable del periodismo criollo.

Epoca en que se fusilaba a mansalva a los dirigentes izquierdistas que no supieron o no quisieron bajar la guardia sino enfrentarla, y aguardar mejores y más propicios tiempos, en que las frutas de las oportunidades maduraran, entonces, muy verdes.

El foquismo fue la opción errada de los dirigentes izquierdistas, actitud añorada por el imperio para justificar eliminarlos a todos, como aconteció, primero como Manolo Tavárez que consistió sugestionarse por los párvulos que le condujeron al martirio.

Culminando esa vorágine de insensatez con Los Palmeros y la irrupción en playa caracoles el 22-02-73 del coronel Francis Caamaño, no sin antes la refriega del kilómetro 14 de la autopista Las Américas que aniquiló a Bienvenido Leal Prandy (La Chuta), Amaury Germán Aristy y los quijotes que en el decir de hoy extinto general Neit Rafael Nivar Seijas: «Había que ver como peleaban esos leones».

Para nada. Idéntico al valor derrochado en las jornadas increíbles de concho primo que pincela como nadie ese mismo doctor Balaguer en su obra Los Carpinteros.

Aleyda Fernández, una joven entonces vibrantes de emociones, con la sensibilidad a flor de piel, con sentido de patria y visión de futuro, es evidente que tenía que involucrarse en ese proceso arisco, peligroso, letal, y sufrió las ergástulas de aquella situación tétrica en que los derechos humanos fueron reducidos a pavesas al socaire de que la Carta Magna «es un pedazon de papel», en vez de la ley de leyes y el acta bautismal de la República, producto de consenso nacional para organizar al país y convivir en sociedad y civilización, no en disociación y barbarie, como aconteció.

Fue precisamente Neit Nivar quien intercedió ante el presidente Balaguer para excarcelar a Aleyda, y ante cuya situación recuerdo que pronuncié mi protesta en Listín Diario, para que Aleyda, la muchacha sensible, de sonrisa fácil, que no esquivaba el peligro ni mucho menos lo que entendió el rol de su responsabilidad, retornara a su misión frente a una maquinilla para denunciar la sevicia y los excesos predominantes de la era de Balaguer.

Aleyda lamentablemente hizo mutis a destiempo y optó por retirarse a la placidez envidiable de un decursar campestre. !Quién pudiera!. Fue algo que lamenté desde un principio, porque el país se privaba de una comunicadora de primer orden, honesta, valiente, veraz, decente, sencilla, amable, con gran clase, que ahora nos deja huérfanos de sus gemas espirituales, paz a sus restos.

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