Alfonso Múnera y el fracaso de la nación colombiana

Alfonso Múnera y el fracaso de la nación colombiana

Alfonso Múnera

Con este artículo finalizo las entregas del mes de octubre; no así mis reflexiones sobre dos de las obras de Alfonso Múnera. Continúo en este Encuentro con el libro “El fracaso de la nación” 1. En el artículo anterior abordé los dos primeros capítulos. El tercero no lo voy a tratar porque el próximo libro se refiere a Cartagena de Indias entre 1580 y 1821, el cual está maravillosamente titulado “Olvidos y Ficciones”.

Vamos directo al capítulo IV, “Las implicaciones económicas del enfrentamiento entre Cartagena y Santa Fe de Bogotá”, es uno de los más interesantes. El autor enfatiza cómo el desarrollo de la ciudad costeña la hizo convertirse en un gran polo de desarrollo, tan grande y profundo, que permitió el desarrollo de su propia identidad y el sentido de pertenencia a una comunidad, trayendo como resultado la creación
1 Alfonso Múnera (1998). EI fracaso de la nación Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1821). Banco de la República-El Áncora Editores.

del “Consulado del Comercio de Cartagena”. Asegura el autor que este organismo fue el “instrumento político desde el cual la burguesía comercial de Cartagena fraguó su respuesta regional a la profunda crisis de la colonia. (…)

De la comprensión del papel jugado por el consulado de comercio depende en gran medida la interpretación de los conflictos entre las élites de Cartagena y de Santa Fe”. 2

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Asegura Múnera que desde su fundación hasta el estallido de la revolución, el Consulado de Comercio de Cartagena estuvo bajo el control de sus tres familias poderosas: Pombo-Amador-Arrázola-Lecuna, de Martín-Martínez Aparicio y de la Espriella-González. Destaca que, a pesar de los conflictos internos, se mantuvieron firmes frente a medidas tomadas por el Virrey. Otro elemento importante es que en el consulado participaron importantes intelectuales que con el tiempo se convirtieron en líderes de la lucha política, como fue el caso de Juan de Dios Amador, quien alcanzó incluso la presidencia de la República.
Por su lado, los comerciantes de Santa Fe de Bogotá hicieron lo imposible para debilitar al consulado de Comercio de Cartagena; incluso llegaron a plantear la necesidad de ellos tener su propio consulado. Así, pues, dice Múnera, “la rivalidad entre cartageneros y santafereños se transformaría en guerra abierta en los días de la Independencia, pero, sin lugar a dudas, una de sus causas más importantes hay que buscarla décadas atrás, en los proyectos de modernización y crecimiento conflictivos que cada uno de estos dos grupos se planteó a sí mismo”. 3 Señala que para finales del siglo XVIII Santa Fe tenía 65 grandes comerciantes, de los cuales unos 32 estaban negociando directamente con España.

Su vínculo con el poder era con los virreyes; por eso la creación del rey de crear el consulado en Cartagena fue un golpe muy duro para este grupo de poder. En resumen, como bien afirma el autor, fueron los intereses económicos los que constituyeron “la médula misma del más trascendente de los conflictos seccionales de la Nueva Granada. Mientras que algunos historiadores han caracterizado ingenuamente esta rivalidad como una lucha entre los comerciantes progresistas del interior andino y un monopolio reaccionario asentado en Cartagena, lo cierto es que tenemos que considerarla como la última fase del combate por la hegemonía económica entre los dos grupos más poderosos de grandes comerciantes y entre las dos ciudades más importantes de la Nueva Granada”. 4 El capítulo V, La lucha de Cartagena por la autonomía política, es la evidencia de la profundización del conflicto económico entre Santa Fe y Cartagena. Esto provocó las primeras manifestaciones políticas abiertamente en contra de la capital en 1809. A esta situación se sumó la delicada crisis de la España imperial, con un rey preso, sucumbiendo ante los franceses, provocando que en Cartagena se tomaran medidas por encima de las decisiones del virrey, como fue el comercio con otros países.

Tan profunda se hizo la crisis que el 12 de agosto de 1809 el Cabildo de Cartagena desconoció la orden de las autoridades de Santa Fe de prohibir el comercio de harina con goletas norteamericanas. “Y en abierto desafío solicitó al gobernador que autorizara de una vez por todas el comercio con los Estados Unidos, y por supuesto, la importación libre de harinas”. 5

2 Ibid. P. 112.
3 Ibid. P. 118.
4 Ibid. P. 120.
5 Ibid. P. 143.

Por primera vez, señala Múnera, se habló del derecho que tenía la ciudad de decidir en igualdad de condiciones con otras provincias. ¿Qué significaban estos hechos, se pregunta el autor? En primer lugar, que la autoridad del virrey había sido desconocida, quedando abiertamente descubierta la fragilidad, pero, sobre todo, la ineficiencia de su poder. Y, en segundo lugar, que las élites de Cartagena habían ganado una victoria contundente. Madrid había dejado de ser un árbitro en Nueva Granada, convirtiéndose en un jugador más.

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Al proclamarse la República, los conflictos entre ambas regiones pasaron a una nueva etapa: la fase republicana, pero en esencia era el mismo conflicto. Se crearon en la realidad dos gobiernos independientes. “Su evolución muestra mejor que nada la debilidad y el completo fracaso del naciente discurso nacional. Aquí es de vital importancia detenerse a mirar los supuestos orígenes de la “patria boba”, el momento en que, según Restrepo, ´los patriotas fueron poseídos por el genio del mal´. 6
Aquí termina esta primera etapa de la serie al finalizar el mes de octubre, pero proseguiremos. Me ha encantado conocer esos conflictos internos en un país tan grande y diverso como es Colombia. Desde fuera los procesos independentistas no se analizan con la crudeza de las contradicciones internas.

La voz de Alfonso Múnera rescató una región importante y expresamente olvidada en la conformación de la nacionalidad y el SER de esa gran nación. Seguimos más adelante,
6 Ibid. P. 161.

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