Algo anda muy mal

Algo anda muy mal

En este país, más temprano que tarde, las autoridades tendrán que tomarse el trabajo de valorar con seriedad los daños sociales que está provocando el consumo de bebidas alcohólicas.

Y sin pretender una ley seca ni mucho menos, habrá que asumir la responsabilidad de imponer controles que permitan amortiguar esos efectos y consecuencias que atormentan a diario a muchas familias.

El caso puede ser complejo porque hay un concierto de oferta y demanda que parece responder a patrones de idiosincrasia y a una cultura que tiene al consumo de alcohol entre sus valores de sustentación.

La preocupación por esta situación no es exclusividad nuestra. La comparten las distintas denominaciones, así como estadígrafos, sicólogos, médicos, siquiatras y orientadores familiares.

Nuestro índice de mediación del consumo de alcohol en proiblemas familiares y sucesos sangrientos es inocultablemente alto.

El consumo de bebidas espirituosas figura como precursor en la violencia intrafamiliar con su secuela de feminicidios, suicidios y orfandad; agresiones a terceras personas por motivaciones irrelevantes, accidentes de tránsito, embarazo precoz, faltas y hasta deserción del trabajo y los estudios, daños diversos a la salud así como otros percances sociales que se ven a diario.

Aún en los peores tiempos, hablando en términos económicos, el consumo de alcohol en la República Dominicana es sorprendentemente alto.     

       -II-

Es una responsabilidad ineludible que se tomen medidas para promover en el dominicano la moderación en el consumo de bebidas, pero también hay que reglamentar lo que hasta hora es una venta libérrima de bebidas.

Podemos comenzar por prohibir la venta directa de bebidas alcohólicas a conductores de vehículos de motor de cualquier tipo y a operadores de equipos delicados. Hay que actuar en el caso de centros de diversión que tienen tandas de «matiné» en las que adolescentes, y no se duda que menores de edad, tienen  acceso a bebidas espirituosas.

Las carreteras, sobre todo para estos tiempos, no son vigiladas por patrullas de caminos provistas de radar y aparatos para establecer si un conductor de conducta desordenada o sospechosa actúa de ese modo por estar bajo los efectos del alcohol.

A propósito de lo anterior, debe ser investigada la denuncia de los esposos Jesús Tavárez y Brigitte Lembert, quienes afirman que el sábado por la noche fueron tiroteados en el tramo vial entre Sabana de la Mar y Hato Mayor cuando se negaron a detenerse ante una patrulla policial que consumía bebidas alcohólicas «a pico de botella».

Salvo la manoseada advertencia de que reza «el consumo de bebidas alcohólicas es perjudicial para la salud», no hay controles ni limitaciones para la promoción de estas sustancias y el estímulo a su consumo, sea durante Semana Santa, ante menores de edad y en el lugar que fuere.

No pretendemos n régimen estrictamente puritano y mucho menos una ley seca. Creemos en asumir la responsabilidad de hacer un esfuerzo más efectivo para que entre los dominicanos se tome la debida conciencia de los daños de toda índole que ocasiona el consumo excesivo de bebidas alcohólicas.

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