Algo cambia

Algo cambia

La sospecha de la primavera batía las alas de cientos de palomas. Las aves conquistaban un lugar arrebatado por el invierno y el alboroto de gris adornaba una brillante y siempre exultante Plaza Dam. El hombre, como cientos de transeúntes, caminaba entre el aletear jubiloso. Un enorme policía acerca su motor al caminante. Le impide continuar su marcha. El detenido, atónito, no reclama, con la mirada parece pedir una clemencia imposible. El agente saca de un bolso unas esposas y el encanto de la plaza será recuerdo para el indocumentado. El episodio permite que los teléfonos inteligentes capten la escena, las cámaras también. Después, nada. El negro camina delante del policía, las campanas comienzan a sonar, guitarras, tambores, malabaristas, magos, divierten a la multitud. A nadie, aparentemente, afecta el suceso. Turistas y nacionales continúan su rutina. Camareros van y vienen, la espuma de las cervezas deja sus huellas en los enormes vasos y el hombre sigue caminando. La deportación es su sino, preferible a la declaración de persona “no grata” que le impediría acceder a cualquier otro país de la Unión Europea. Pasa siempre, masculló un joven, en una quesería, mientras pesaba pedazos de gouda.

Cuatro turistas, menos sudacas que caribeñas, con la juventud lejos de su estampa, se disponía a salir de una de las estaciones del Metro parisino. Un violento grupo de policías, presidido por una mujer, exige el billete de transporte. Solo dos personas conservaban el boleto. Intentaron explicar. Inútil. La presunción de culpabilidad, se impuso. En el país de Marine Le Pen y Christiane Taubirá, la ley se presume conocida, comme il faut y sin posibilidad de excepción. In situ, la exigencia de 50 euros, por persona. De inmediato la sanción tuvo que cumplirse. No hubo espacio para cortesía ni para intentar comprender alegatos. Requerimiento y pago. Estado de derecho, obliga.

Los representantes de las agencias que organizan los recorridos por distintas ciudades de la Unión Europea, advierten que el uso del cinturón de seguridad en los autobuses, es obligatorio. El pasajero descuidado pagará 90 euros, si la revisión le sorprende sin la atadura. También avisan sobre el consumo de alcohol. En las inmediaciones del legendario y exclusivo hotel, Adlon Kempisky, policías berlineses, encarados y agresivos, impiden el paso de residentes y de viajeros que corren para ver la Puerta de Brandenburgo. Quien se atrevió a preguntar por qué y hasta cuándo, simplemente escuchó “verboten”, una y otra vez.

Con discrimen o sin él, la represión, la vigencia irrestricta de la ley, ha sido pilar para el desarrollo. A pesar de la crisis que tambalea la estabilidad del primer mundo, el cumplimiento de la ley es paradigmático. Los resultados, óptimos. Sin titubeos, con una sinceridad hiriente y excluyente, fuera del discurso de época, la dirigencia pretende preservar conquistas. Decenas de millones de europeos tienen mucho que perder. Uno de los recursos retóricos para mantener la confianza, o recuperarla, atañe a la migración. La población reacciona rechazando la intrusión de los otros. La revisión de las leyes migratorias, sin esconder el deseo de endurecer postulados, es una consigna. Análisis van y vienen y el tinte de la corrección política se diluye. “Primero los de casa” se susurra. Hechos triviales avalan el giro. La preocupación existe. El andamiaje institucional, construido después de la Segunda Guerra Mundial, vacila. Con altas y bajas las políticas migratorias europeas cuidaban las formas. Ahora es el destape. Las pelotas de goma que reciben a los inmigrantes son más que indicio. El rechazo a la diferencia, a los diferentes, cambia el trazado impuesto por tratados y convenciones. Los grandes ensayan con la periferia, con callejones del planeta. Intentan por aquí, lo que en sus predios no pueden lograr. Pretenden que estados inacabados, economías frágiles, acojan modelos insostenibles de convivencia. Ignoran leyes nacionales, se burlan de la pretensión de aplicarlas porque no nos conceden mayoridad. Y así actuamos. Algo cambia. Cuidado.

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