La superstición de abrir un paraguas dentro de una edificación se origina porque los primeros paraguas fueron hechos en el antiguo Egipto, a semejanza de la diosa Nut, de papiro y plumas de pavo real.
La sombra que producía el paraguas era considerada sagrada y era estrictamente reservada para la nobleza egipcia.
Abrir un paraguas dentro de un interior se consideraba contrario al propósito natural, lo que suponía un insulto al Dios Ra, Dios del Sol.
También se dice que la superstición proviene de cuando los reyes africanos y orientales usaban sombrillas para protegerse de los rayos del sol que a su vez era considerado un símbolo divino.
Cuando alguien abría el paraguas en un lugar donde no había sol, se consideraba un sacrilegio.
La explicación más razonable es que cuando los paraguas llegaron a Europa en el siglo XVII, eran usados casi en exclusividad por los curas cuando oficiaban misas de difuntos para protegerse del mal tiempo pero tenían la dificultad técnica de que los resortes eran muy duros y se hacía muy difícil abrirlos.
A menudo, al ejercer fuerza para abrirlos, alguien resultaba herido, por ello no se quería que se abrieran en recintos cerrados.
El término “brigandina” tiene su origen en la primera mitad del siglo XX, deriva del nombre de la compañía norteamericana “Bridge & Dine”, que se creó mala reputación por fabricar puentes a muy corto tiempo y que por su mala calidad colapsaban con facilidad.
Con la presión que genera el corazón al bombear la sangre, si saliera del cuerpo, podría alcanzar los 10 metros de distancia.
Si no tuviéramos el dedo meñique, la mano perdería el 50% de su fuerza.