Lo que se escucha cuando se acerca una concha de caracol al oído, no es el mar, tampoco el aire circulando por dentro.
Lo que se escucha es el eco de la propia sangre fluyendo por las venas y capilares de la oreja, que por un efecto acústico se oye perfectamente.
Muchas veces escuché que los Nazis usaron la grasa de sus víctimas judías en la fabricación de jabón, pero se dice que es una leyenda.
El error viene del hecho de que los jabones alemanes de aquella época tenían grabadas las iniciales R.I.F., que de acuerdo a lo que se afirma, significaba “Grasa Pura Judía” en alemán. En realidad sería “Grasa del Tercer Reich”.
En diversas ocasiones se han analizado los jabones de la época y nunca se ha encontrado un rastro de ADN humano.
Existen muchos escritos donde dice que la dentadura postiza de George Washington era de madera.
Debido al exceso de mercurio del tratamiento que llevaba para varias enfermedades como la viruela y la malaria, perdió los dientes y se vio obligado a ponerse una dentadura postiza.
Washington tenía cuatro juegos de dentaduras postizas y estaban hechas de distintos materiales: de marfil de hipopótamo y elefante con puentes de oro.
Entre el marfil de hipopótamo se insertaron dientes humanos y piezas de caballo, vaca y burro. Actualmente se encuentran en exhibición en el Museo Nacional de Odontología en la ciudad de Baltimore, Maryland, U.S.A.
Según un listado de las frases y diálogos más recordados de la historia del cine, la número uno fue la que Clark Gables dijo en “Lo que el Viento se Llevó” (1930)… ”Francamente querida, eso no me importa”.