La costumbre de brindar inicia en el siglo IV AC, con los romanos cuando hacían derramamiento de vino honrando a sus dioses mientras pedían un deseo. También se dice que años más tarde, los romanos brindaban como una señal de confianza, pues chocaban las copas fuertemente para que el líquido salpicara las otras copas y demostrar que ninguna estaba envenenada al beber todos juntos, usualmente el rey o líder tomaba primero.
Existe esta otra interpretación del brindis; los vikingos decían que tomar vino era un acto donde se involucraban la vista al verlo, el tacto al tocar la copa, el olfato por la cercanía a la nariz al beber, el gusto al saborearlo, pero faltaba el oído, así que empezaron a chocar las copas por el sonido. Ahora brindamos para desear sentimientos buenos a los demás… ¡Salud!
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La letra “itálica” o “cursiva” surgió de la costumbre de escribir tumbando las letras hacia la derecha por ser la mayoría de las personas diestras y tienden a inclinar los trazos en esa dirección. Sobre sus primeros usos existen varias historias. Se dice que el italiano Aldo Manucio, en su imprenta en Venecia, las utilizó por primera vez, en 1501, cuando se imprimieron libros en cursiva por aprovecharse mejor el espacio.
Para otros, fue Francesco Griffo, un colaborador del taller de Aldo Manucio, el primero en utilizar las letras cursivas, también conocida como “letra grifa o agrifada”. Según historiadores, el tipo itálico de Griffo, se utilizó por primera vez en un grabado en madera para ilustrar una colección de cartas de Santa Catalina de Siena, impresa en el 1500.
En castellano, la frecuencia con la que se utilizan los monosílabos “que”, “el”, “se”, “me”, hace que la ‘e’ sea la más frecuente.