Algo más sobre el amor

Algo más sobre el amor

RAFAEL SOLANO
El laureado escritor e intelectual Diógenes Valdez ha hecho el honor a quien esto escribe de dedicarle junto a Catana Pérez de Cuello un sustancioso artículo en este periódico, sobre el Amor. En su argumento, tejido con variantes que van desde lo ameno hasta lo profundo del intelecto,  incluye las tonadas y versos de la canción Por Amor, como punto de partida incluso, seguido de  analogías de la misma, con  ideas tan antiguas como la aparición entre los hombres del llamado, amor, considerado por los más ilustres pensadores y poetas desde siempre como el más hermoso y sublime sentimiento humano. El autor de la canción desea por este medio continuar las reflexiones iniciadas por el premiado escritor, salvando las limitaciones que impone  la lectura de la prensa diaria.

Desde el año 1968 cuando se cantó Por Amor en un festival de canciones populares, el autor escucha la insinuación recurrente de algunas personas entusiasmadas con la idea de que escriba otra composición similar, otro Por Amor. Mas, con el temor de defraudar la audiencia, la proposición ha sido pospuesta si no denegada.

No debería el factor tiempo, piensa el autor, ser siempre el pretexto para lograr cambios en la estructura psíquica y espiritual de un hombre cualquiera, cuando la verdad de las cosas nos circunda tan cercana y claramente en el mundo en que vivimos, el propio en que crecemos, nos movemos y desarrollamos nuestro ser, (proclama la filosofía oriental), S.mas no alcanzamos a verla. Se nos asegura que, si bien carecemos de luz necesaria para la percepción de lo que es, basta con emitir una sola orden resumida en tres palabras desde nuestro ser interno; hágase la luz,.. y la luz vendrá. Sin embargo, siempre hemos vivido dependientes del señor Tiempo para progresar, evolucionar y desarrollarnos en el espíritu. (Todas las anteriores expresiones merecen ser entrecomilladas, igualmente).

Tal cual ha sido para el autor de Por Amor, quien batido por el viento y las olas impetuosas del vivir, también sujeto al gran Maestro del Tiempo para lograr entender, ha concluido por negarle al amor, toda los atributos de un mero sentimiento que les han sido otorgados desde antiguo, no encontrándole como ayer creía, asiento alguno en el armazón emocional ni mucho menos mental del individuo; porque, tampoco es un simple, sublime (o grandioso) concepto, tratamiento con el que se busca elevarlo de categoría, al parecer.

Quizás,——seamos justos, será un asunto de nomenclatura, y nada más. Pero, lo que se define como, amor, con todas sus insinuaciones de contacto físico y demás, resulta para el verbo materia indefinible, aunque para el espíritu es una perenne y diferente actitud hacia todo, personas y cosas, y esa actitud, no es cuestión de disciplina alguna que necesita tiempo, ni de religiones organizadas ni de poses espirituales. El sentido del amor y la constante actitud que implica, surge espontánea del silencio absoluto de una mente limpia y serena. El amor no forma parte del cuadro de los pares de opuestos tan presente en el mundo de la emociones; no es lo contrario del odio ni puede serlo; el odio, derivación de la envidia, no existe como tal; sólo puede definirse como la ausencia del amor, semejante a la oscuridad, que siendo la ausencia de la luz, carece de atributos propios. El odio sólo transita por los meandros del pensamiento insano; es un elemento hueco, cobarde, temeroso; el odio, —-compruébelo usted, se asusta cuando lo miran de frente y detenidamente, luego se escapa sumiso al lugar de donde vino, a la nada.

Nuestro planeta se vislumbra desde todos los ángulos como un navío a la deriva, navegando entre aguas de constantes turbulencias por la falta de amor entre los que lo habitan. El autor se inclina a adherirse a la única solución visible, incorporándose al pequeño grupo de personas que creen en la _la otra mejilla_, doctrina  que encierra una simbología mal comprendida, descartada aun por miríadas de individuos que se arrodillan diariamente ante el Hombre que la formuló. Se han pasado en multitudes a las filas del enemigo, y aquel, solo concibe y propugna por la teoría del _ojo por ojo y diente por diente_, aunque al final terminemos todos ciegos y desdentados.

Ante el mundo actual, un nuevo Por Amor encontrará apenas quien le haga coro. Se quedará el autor desolado en el vasto escenario ante un piano sordo, con los brazos en alto clamando  por un ángel triste en figura de Niní Cáffaro.

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