En nuestra sociedad hay signos muy graves de descomposición profunda. Ese estado de cosas se percibe a diario, a través de acontecimientos que riñen con la sana convivencia. El asesinato de los esposos Joel Alexander Díaz Sarmiento, de 21 años, y Yaniris Ruiz Sánchez, de 20, con toda su macabra trama, obliga a reflexionar sobre el estado de nuestra sociedad.
Pero no es ese el único signo de descomposición. Un adolescente de 12 años fue muerto a tiros en San Francisco de Macorís y las circunstancias, sean cuales fueren, son sencillamente horrendas.
A diario, la delincuencia hace demostraciones de su auge, de su capacidad operativa y de los medios conque cuenta para desafiar a la autoridad. Robos, asaltos, atracos, homicidios, violaciones sexuales, tráfico, distribución y consumo creciente de drogas, corrupción y relajamiento de la autoridad.
Todo lo anterior coincide con el resquebrajamiento de la unidad familiar, la falta de oportunidades que afecta a los jóvenes que buscan empleo y otras causas no menos preocupantes.
En las circunstancias actuales, sería propicio que las autoridades pongan su mayor énfasis en la que puede ser la tabla de salvación de esta sociedad: la escuela.
Hay que insistir en la aplicación de programas educativos dirigidos al rescate de los valores morales perdidos, en el restablecimiento de la disciplina como norma primaria del vivir en sociedad y en el respeto de los símbolos en que está basada nuestra existencia como nación y la coexistencia como miembros de la sociedad.
Quizás el aspecto más grave de la descomposición, y que debemos combatir con mayor ahínco, es el de la indiferencia que propicia la rutina, la frecuencia de los actos antisociales, la costumbre de ver y padecer lo mismo.
Hay una responsabilidad de todos, porque de todos es esta sociedad que la descomposición está desmoronando ante nuestros ojos y sentidos privados de asombro.
Es necesario producir una gran sacudida que nos despierte el interés por recuperar parte de lo perdido y salvar de la descomposición lo que nos queda.
La descomposición social acelerada que nos afecta es peligrosa, muy peligrosa.
Malas mañas
Parece que no hay forma de que en este país cese la costumbre perniciosa de abrir hoyos y zanjas en las vías públicas y dejarlos así.
Por esa mala maña que tenemos está virtualmente intransitable la avenida 25 de Febrero, en la cual fueron abiertas zanjas que luego fueron rellenadas con tierra.
Entre las lluvias y el paso constante de vehículos han ahondado las zanjas, y ya la circulación de vehículos enfrenta dificultades. Quienquiera que haya sido, esta vez, el autor de estos desperfectos, que acuda a repararlos, como debe ser.