Algo salió mal

Algo salió mal

La Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) surgió como un cuerpo autónomo que tendría por misión poner orden en el tránsito.

Su gente, extraída de los institutos castrenses y la Policía Nacional, fue entrenada para responder a una mística que procuró desplazar la conducta desacreditada del Departamento de Tránsito de la Policía Nacional.

Sin embargo, algo parece haber fallado en todos estos intentos, pues continuamos teniendo caos en el tránsito y, en cambio, son frecuentes los excesos de estos policías.

El más reciente arrebato de violencia fue visto por medio país a través de la televisión, pero no ha sido el único. Desgraciadamente no ha coincidido la presencia de un camarógrafo en todos los comportamientos impropios de miembros de AMET, que han ido desde el insulto hasta la agresión física inmerecidos.

Desde luego, hay que reconocer que la dirección de AMET, que seriamente se esfuerza por mejorar la imagen de ese organismo, toma medidas disciplinarias drásticas en aquellos casos en que se denuncian conductas desproporcionadas. Probablemente sean abundantes las quejas que llegan a los mandos de este cuerpo especializado.

No se pretende que los agentes de AMET sean unos blandengues que se dejen coger de relajo de conductores irrespetuosos de la ley, ni que se hagan de la vista gorda ante las violaciones, sino que puedan actuar sin excederse en el uso de la fuerza.

Creemos que todos ganaríamos mucho si se invirtiera algún tiempo y recursos en inculcarle a los miembros de AMET un poco de relaciones humanas, de manera que su autoridad se haga valer por sí misma y por el espíritu de la ley, y no por la fuerza que se aplique contra gente que no haya ofrecido resistencia.

Secuelas  

Los residentes de El Naranjo, en las afueras de Santiago, se oponen resueltamente a que en esa comunidad sea construido un relleno sanitario que sustituiría el vertedero de Rafey, que contamina a más no poder.

Algo similar ha ocurrido en el Distrito Nacional, donde residentes de unas quince urbanizaciones salieron a manifestar su oposición a que el nuevo edificio del Instituto de Patología Forense sea construido en la zona donde residen.

Ambos sucesos, aparentemente aislados, tienen  un común denominador. La gente de El Naranjo sabe bien que las autoridades han sido incapaces de mantener como es debido el vertedero de Rafey y el relleno sanitario de Duquesa, en Santo Domingo Norte.

Por otra parte, los residentes en las inmediaciones del cruce de las avenidas Colombia y Monumental, en el Distrito Nacional, no quieren que, eventualmente, les toque vivir la terrible experiencia de contaminación que han sufrido quienes viven en las cercanías del actual Instituto de Patología Forense.

Nuestras autoridades tienen que admitir que estas reacciones de las comunidades son secuelas del descuido que se ha exhibido a la hora de mantener los debidos controles sobre rellenos sanitarios que no deben representar mayores molestias, como no debe jamás contaminar su entorno un Instituto de Patología Forense. Que se tome nota de eso.

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