Los más prominentes funcionarios gubernamentales del momento deben recordar aquel estudio que permitía evaluar el comportamiento social y político dominicano. Fueron muchas las discusiones que sostuvimos sobre el tema entre compañeros del Comité Central del Partido de la Liberación Dominicana, cuando apenas lo formaban 30 miembros. Algunos de ellos, sumisos por opción o por ignorancia, preferían seguir ciegamente al líder y se negaban a tomar en cuenta la ciencia política.
El estudio aquel descubría un comportamiento cíclico de la política y la sociedad dominicanas. Gráficamente podía verse cómo el pueblo tenía su mayor intensidad de movilización y de protesta durante el primer semestre de cada año. Creíamos que las zafras en el sector agrícola y las movilizaciones estudiantiles provocaban concentraciones humanas que generaban conmociones sociales dinámicas. Los segundos semestres siempre fueron más tranquilos. Las razones de entonces las ubicábamos en las vacaciones estudiantiles, la inactividad agrícola, el doble sueldo y las fiestas de fin de año.
Dos décadas después, el país se ha transformado y dejamos de ser una economía de postre (café, cacao, tabaco y azúcar) para convertirnos en una sociedad de servicios (turismo, zona franca). Además, tiene la maquinaria económica el soporte adicional de las remesas de la diáspora y las enormes riquezas del narcotráfico. Sin embargo, los ciclos semestrales no se han alterado. Siguen respondiendo al patrón que hace tiempo comprobamos.
El tema viene a colación porque durante este año 2010 los desatinos en la administración del Estado, el desprecio por algunas leyes orgánicas, el auge de la corrupción administrativa y la potencialización de la delincuencia incontrolable y el narcotráfico, han indignado a diferentes sectores sociales. Éstos se organizaron para protestar pública y masivamente. El deterioro de la sociedad dominicana ha provocado una búsqueda de las raíces de estos padeceres. De ahí que el estudio mencionado haya sido objeto de consulta tratando de anticipar los problemas que estos desatinos pudieran provocar. Sin lugar a dudas, ha tenido lugar una acumulación de fuerzas sociales que por mucho tiempo no se apreciaba. Los que ahora gobiernan podrían no estar de acuerdo con este enfoque porque han adoptado un estado de negación, casi absoluto, ante todo aquello que luzca diferente a sus pronunciamientos. Esa actitud arrogante y prepotente en nada se parece a aquellos jóvenes progresistas del PLD chiquito.
Los que ahora están en el gobierno, se obstinan en no tomar en cuenta para sus decisiones a quienes no coinciden con sus intereses. Fabulan tratando de hacer creer que esas opiniones responden a un plan maligno para dañarlos. Saben que no es así, pero los planes que tienen de perpetuarse en el poder los ciegan. Más bien debían agradecer a quienes los critican porque son capaces de publicar lo que desde el Palacio Nacional se niegan a aceptar. Tal como lo confirman los documentos de Wikileaks en torno a la corrupción. La primera línea de defensa del gobierno es la campaña propagandística elaborada para negarlo todo y culpar a una inexistente oposición política que es más bien aliada en los fraudes. Eso hace que las soluciones a los problemas se pospongan indefinidamente, lo cual sólo logra agravarlos
Preocupa que quienes administran el Estado dominicano no quieran admitir que el país es como una olla de presión que ha venido acumulando energía en la medida que ha reclamado que se cumpla con las leyes y con la Constitución. La corrupción y el despilfarro no se detendrán. Las movilizaciones generalizadas, encabezadas por los sectores medios, seguirán tomando fuerza. La colisión luce inevitable. Me atrevo a anticipar que el primer semestre de 2011 podría ser uno que albergue conmociones sociales. Ojalá equivocarme.
Históricamente, los detonantes de las conmociones sociales siguen siendo un misterio para los antropólogos. En un caso puede ser una discusión en un colmado de Capotillo por el encarecimiento de la pasta de tomate; en otro, la rebeldía de un escribiente militar dentro del estado mayor del Ejército. En definitiva, el detonante puede ser cualquier detalle cuando la indignación de las fuerzas sociales se harta de la hipocresía de quienes gobiernan.
Esas características sólo presagian desgracias para el pueblo si los que gobiernan continúan irrespetando leyes para enriquecerse desmesuradamente y perpetuarse en el poder.