La poesía del siglo de oro español no se parece a la poesía surrealista francesa posterior a André Bretón. Se ha dicho entre escritores que el surrealismo es un “hijo torcido” del dadaísmo. ¿Qué procuran los poetas? ¿Deslumbrar, emocionar, topar con zonas ocultas de la realidad? Hubo un tiempo en que los poetas nuevos sentían respeto por sus antecesores. El Dante se hace acompañar por Virgilio durante el tránsito por el infierno y el purgatorio. Shakespeare no tenía el mismo criterio que los poetas románticos acerca de la originalidad. Willian Shakespeare organizó la “Comedia de las equivocaciones” sobre una obra del comediógrafo latino Plauto. Sin embargo, la poesía de Shakespeare, y también sus tragedias, transmiten visiones que nunca encontraremos en la antigüedad griega o latina.
Los viejos poetas suponían que la cultura era una suerte de carrera de relevo. Creían que ellos no eran adanes que estrenaban el mundo. Más tarde vino la pretensión de querer ser “especie única”, arquetipo artístico irrepetible. Los poetas, no se superponían, ni se complementaban, ni se admiraban; se excluían mutuamente por necesidad, dramática y estética. En nuestra época podemos hablar de cultura, incultura y “contracultura”. Desde la soledad de las drogas es posible hacer tabla rasa con antecedentes, rigores, aprendizajes. La aparición de los “hippies” inauguró un estilo de vida diferente al del bohemio tradicional del siglo XIX.
La relación con el pasado, con el propio cuerpo, la familia, el entorno, fue modificada substancialmente. Todo se construye a partir “de mí mismo”, en un solipsismo situado al borde de la patología. Los supuestos previos de la poesía y del poeta son ahora otros. Cada poesía pertenece a un contexto: social, emocional, axiológico, en el cual se insertan las expresiones concretas del poeta. En ese “sistema vital”, propio de cada cultura, se erigen unos valores estéticos primarios.
En la antigua poesía homérica el lector contemporáneo encuentra respeto por las tradiciones, preocupación por el destino individual, aprecio por la lealtad y el valor personal. La reflexión política impregna los versos de una primeriza filosofía arcaica. Las analogías típicas de las metáforas homéricas, nos muestran el condicionamiento antropológico del arte literario. Odiseo, héroe de leyenda, quiere saber qué ha sido de su madre durante la guerra.