Alguien traza las pautas: ¿patología o complicidad?

Alguien traza las pautas: ¿patología o complicidad?

Cuando este país era más místico que racional, buscaba las causas de sus males en las fuerzas destinista, mágico-religiosa, y en el oscurantismo producto del atraso social y educativo. Los símbolos, el miedo, el crimen y el terror, fueron las armas que se usaron para detener las insurrecciones, las montoneras, el caciquismo y las luchas intestinas, que solo la dirigían los hombres de “testículos”, los más atrevidos y arriesgados con el poder, el resto, ya lo saben, se lo dijeron a Francisco Bonó, “aquí no se gobierna ni con maestro, ni doctores”. Cada etapa histórica tenía su “hombre gris”: aquel que se encargaba del trabajo sucio, de repartir las cartas y voltear los dados para que el poder quedara entre sus dueños. Tomás Bobadilla manejó “la cosa”, antes de la independencia y después de ella. Peña Batlle y Balaguer se encargaron de los 31 años de dictadura, y de los siguientes procesos; no en vano Balaguer sugeriría a García Godoy para administrar el proceso. Luego fue a sangre y fuego, terror y crímenes para retener “la cosa”.

A Bosch le administraron el “carácter” le trabajaron su honestidad y su moral, para frenarlo y excluirlo. El “hombre cris” se encargó de dividir al maestro y al alumno: Bosch-Peña, para perpetuar los 12 años y después hablamos. Al moreno, decían de Peña, es fácil su vulnerabilidad, dados sus orígenes, su demografía no resuelta, su nobleza y gratitud con la oligarquía pueblerina que le abrió camino. Así le aconsejaron a Álvarez Bogaert para vicepresidencia, y de esa manera provocaban e irritaban el espíritu hispanófilo del Dr. Balaguer y del “nacionalismo con miedo”. La “cosa” seguía en mano segura según la reunión de los españoles de la nueva conquista del Siglo XXI.

La estrategia maquiavélica: divide y vencerás, atraer a los iguales, trabajar a los conocidos por sus hábitos, elegir enemigos vulnerables y comprar a los angustiados por el bienestar fueron las tácticas. Lo del domingo 20 de julio era el diagnóstico del vasco como si fuese el psiquiatra del patio. Así lo confirmaba la convención del PRD.

El camino está limpio, seguro y estable. El muchacho no entiende, se referían a Guido Mazara, déjalo que vaya y se queje, en La Romana el viernes se trazan las pautas. En fin, hay naciones que se han creado a fuego y sangre, la nuestra ha tenido que defenderse de colonias, imperios, buscadores de oro y ladrones de riquezas. En lo que no hemos podido ponernos de acuerdo dentro de la casa es, repartir el pollo con equidad y justicia social para todos, sin excluir los niños, las mujeres y los ancianos.

La complicidad es la patología social dominicana, como le he llamado para darle una respuesta a la conducta y mentalidad del pueblo dominicano en sus diferentes etapas histórica-social.

“El camino malo está cerrado, cerrado para siempre” decía el doctor mirando a Peynado, el candidato de su partido. Pero cerrando el camino a Peña Gómez. Esa tarde era que se destilaba toda una historia de resentimiento, de odio y conducta pasivo-agresiva en diferentes vías. Alguien traza las pautas, aquí hay complicidad decía una perredeísta de la vieja guardia, sin entender la cultura de los poderes fácticos y el juego a la esperanza blanca de la que ella ha puesto el corazón y la piel.

Para diagnosticar esta patología, he tenido que seguir la arritmia histórica de la que hablaba Bosch; pero, aplicando el método, los recursos y la técnica de la psiquiatría y la psicología, y un poco, de la historia escrita y tertuliada para llegar a entender lo del domingo 20. Ahora hay que esperar, ¿Quién legitima y da fe de fue democrática, transparente y apegada a la ley?, o ¿Quién vuelve a repartir el dinero de los contribuyentes dominicanos a los grupos que organizan la patología? Literalmente hay complicidad. Los tres J se fueron y parece que no los entendieron: Juan Bosch, Joaquín Balaguer, José Francisco Peña Gómez. Sus hábitos eran diferentes. La generación de ahora aprendió más de Báez: “Dejar hacer y dejar pasar y manejar las circunstancias, repartir arriba, entretener abajo, y hacer todo lo parecido. Aquí, todo está pautado. Aquí hay complicidad hasta el pecho.

 

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