Algunas lecciones para el caso dominicano

Algunas lecciones para el caso dominicano

POR JULIO AYBAR
¿Cómo impactará el RD-CAFTA el desenvolvimiento de la vida económica del país? Como es por todo conocido, el país negoció un tratado de libre comercio con la mayor economía del mundo, sin haber realizado ni previa ni posteriormente los estudios que dieran respuesta a la interrogante formulada.

Aunque esta falta no puede ser suplida por el conocimiento de lo sucedido a otra economía en una situación similar, revisar los hallazgos de la literatura que evalúa el NAFTA desde la perspectiva de México pudiera servir de referencia en relación con lo que cabría esperar en el caso nuestro.

Hasta la crisis de la deuda del año 1982 que movió los cimientos de su economía, la vida económica del país azteca se organizaba en el marco del modelo de economía cerrada, un esquema guiado por el objetivo principal de organizar el aparato productivo para satisfacer las necesidades de la economía doméstica.

En el año 1985, México dio el primer paso en la búsqueda de la transformación de la línea maestra de su organización productiva al adherirse al GATT , proceso que se fortalece por el mayor clima de apertura comercial auspiciado por La Ronda Uruguay, 1993, y se consolida en el 1994 con la puesta en vigencia del NAFTA. En el curso de una década el país se ha transformado en una economía abierta.

En términos de la estructura arancelaria, México redujo sus tasas desde un máximo de 100% a un 20%, mientras que las tasas efectivas descendían desde el 25 al 10%, entre el 1982 y el 1988. Con la puesta en vigencia del NAFTA, los aranceles promedios que aplica México a los países socios se reducen desde el 13 al 5%, para seguir disminuyendo hasta 1.3% en el año 2001; mientras que los de Estados Unidos a las importaciones aztecas disminuyen del 4 al 0.5%. Como consecuencia del proceso de desgravación, la proporción de mercancías aztecas que entran libres de impuestos a Estados Unidos sube desde el 42% en el 1993 al 88% en el año 1998.

Los favorables efectos que sobre la inversión y las exportaciones mexicanas vendría a producir NAFTA se empiezan a sentir desde el inicio de las negociaciones en el año 1991, pues los agentes económicos ponderaron favorablemente el impacto del acuerdo en negociación sobre la economía y la institucionalidad del país azteca. Las inversiones directas extranjeras crecen aceleradamente desde un promedio anual de tres billones de dólares en los años previos a las negociaciones NAFTA, hasta alcanzar un promedio anual de trece mi millones de dólares desde entonces. Estas inversiones que representaban el 5% de las inversiones totales de México antes de NAFTA pasan a constituir el 15% desde el Acuerdo.

En términos de su composición, la inversión directa extranjera, la que se efectúa en fábricas y otros tipos de explotación comercial, es la que se ha crecido apreciablemente desde NAFTA; mientras que la inversión de portafolio, la que se manifiesta a través de la compra de bonos y de acciones, y que revende estos títulos y abandona el país ante las señales de crisis – profundizando y agravando sus consecuencias – ha perdido terreno desde la puesta en vigencia del Tratado, por lo que el Acuerdo ha contribuido a mejorar la composición de la inversión extranjera.

El flujo de inversiones extranjeras se deja sentir principalmente en las exportaciones, las que se multiplican por más de cinco entre el 1991 y el año 2000, mientras que las del resto del mundo crecen en sólo un 75%. Esta explosión de las exportaciones tiene como destino al principal socio mexicano del NAFTA, los Estados Unidos, y contribuye a profundizar las relaciones comerciales entre los países socios. En efecto, como proporción del PIB, el comercio de México con sus socios crece aceleradamente al tiempo que se diversifican sus exportaciones. En el año 1990 las exportaciones descansaban en el petróleo, producto que aportaba más del 60% del total, mientras que al concluir el milenio, las manufacturas constituyen más del 80% del total exportado, sobresaliendo las exportaciones de ropas y vestidos, las de repuestos de vehículos, las electrónicas y las de productos químicos.

El excelente desempeño de las exportaciones mexicanas no ha repercutido sobre el mercado laboral, pues ha sido, básicamente, el resultado del aumento en la productividad.

El agrícola, uno de los sectores más importantes por la creación de empleos, ha visto menguar tanto su importancia relativa, del 25 al 17%, como la cantidad de puestos de trabajo generados, debido tanto al impacto de las importaciones agrícolas como a la recomposición de la producción, que ha afectado a las pequeñas explotaciones.

Aunque la producción agrícola ha crecido desde el Acuerdo, la participación de las importaciones agrícolas lo ha hecho a mayor velocidad, elevándose significativamente la participación de las importaciones en la oferta total del país. El más emblemático de los productos agrícolas, el maíz, ha sido afectado por las cuantiosas importaciones generadas bajo un esquema de generosos subsidios.

En cuanto al sector industrial, cabe señalar que la naturaleza de la industria de zona franca – el ensamblaje de insumos importados – con su limitado eslabonamiento con el resto del aparato productivo, reduce la capacidad del sector para creación de empleos en otras actividades económicas. La producción industrial que no es de zona franca, se ha fortalecido en el marco de la producción intra firmas, esquema mediante el cual una empresa multinacional distribuye el proceso productivo entre empresas filiales instaladas en diferentes naciones, lo que también reduce la demanda al resto de la economía, amortiguando el impacto en la creación de empleos. Por las razones señaladas, el impacto sobre el empleo de sector industrial no ha estado a tono con la expansión del sector.

El de servicios ha sido el sector pujante en la creación de empleos, pasando su participación del 51% del total en el 1993 al 57% en el 2002. Dada la importancia del negocio informal dentro del sector, las condiciones laborales no han mejorado en el país.

El reseñado comportamiento del mercado laboral ha impedido que el salario real recupere el nivel existente previo a la crisis del 94/95. Dicha situación tampoco ha permitido reducir los niveles de pobreza extrema que se mantienen en el 30% existente previo a la crisis del 1982, mientras que la evolución en la distribución del ingreso muestra un México más desigual.

El comportamiento de la emigración mexicana a los Estados Unidos pone al descubierto la falta de éxito de NAFTA en el mercado laboral, y contradice uno de los propósitos del Acuerdo. Durante la década del 90, la cantidad de personas nacidas en México y viviendo en los Estados Unidos creció de 4 a 9 millones.

Por otro lado, la más profunda compenetración de la economía mexicana con la americana, implica una mayor dependencia del ciclo comercial de los Estados Unidos. Mientras la excelente expansión de la economía americana hizo más corto el tiempo requerido por México para superar la crisis del 1994/95, su modesto desenvolvimiento en los años 2001/03, afecto considerablemente tanto las exportaciones como el PIB de la economía azteca.

Contrario al estado de expectación reinante, la economía mexicana no ha alcanzado la fortaleza anticipada por los promotores del Tratado. Mucho antes del NAFTA, México creció a una robusta tasa de 6.5% anual durante el período 1965/79, duplicando el tamaño de la economía en 11 años, fortaleciendo el sector laboral, reduciendo los niveles de pobreza y haciendo menos desigual la distribución del ingreso.

Durante el período NAFTA, excluyendo los años de la crisis, el producto creció a una moderada tasa de 3.5% anual, entre el 1996 y el año 2003. Esta tasa dista mucho de las expectativas generadas por el Acuerdo, y resulta modesta en comparación con la alcanzada por los países del sudeste asiático; incluso con la lograda por nuestro país en la década pasada.

La literatura que evalúa el México del NAFTA señala algunos factores que se dan simultáneamente con el Tratado y que han impactado la economía mexicana en diferentes direcciones. Se destaca la crisis del 1994/95, que afecto el proceso de creación de riqueza pero impulsó, al mismo tiempo, debido a la depreciación del peso, las exportaciones mexicanas.

El empuje de la economía china que en el año 2001 desplazó a México como el segundo exportador a los Estados Unidos, constituye otro factor simultáneo a NAFTA., con efectos desfavorables sobre la economía mexicana, al igual que la rápida expansión de las zonas francas centroamericanas, alcanzada desde la pacificación de la región.

El letargo en el proceso de reformas, se arguye como un elemento retardatorio de la economía mexicana, y de su modesto comportamiento desde NAFTA Se señala que el país no ha podido implementar reformas en el área judicial, el sector eléctrico, el de las telecomunicaciones y el de petróleo, entre otros. Se indica, además, el inadecuado nivel del crédito comercial en la economía, resultado tanto de la crisis de los años 1994/95 como del incremento de la participación extranjera en la propiedad de la banca, que subió desde el 10% en el 1993 al más del 85% en la actualidad.

Por otro lado, apartándonos de NAFTA , y entrando a evaluar la naturaleza de las negociaciones comerciales multilaterales, cabe señalar que una de las características de estas negociaciones ha sido la imposición por parte de los países industrializados de la agenda a discutir. Mientras la lógica elemental y la teoría económica presuponen que el comercio de bienes – incluyendo obviamente los agrícolas – es la razón de ser y debería constituir la primera prioridad de la apertura comercial y la globalización, los países del Norte han impuesto una agenda que preserva los subsidios, las barreras arancelarias y las de otros tipos, para proteger la producción agrícola en sus países.

La no conclusión de las negociaciones agrícolas en los organismos multilaterales obedece a que las economías desarrolladas no tienen ventajas comparativas en esta actividad. La protección a la producción agropecuaria en los países desarrollados implica pérdidas para los países del Tercer Mundo calculadas en cientos de miles de millones de dólares por el Banco Mundial, lo que supera varias veces el monto total de la ayuda que reciben estos países.

Sin embargo, a la hora de negociar acuerdos de libre comercio, los países desarrollados introducen en la discusión al sector agropecuario pero preservando el régimen de subsidio agrícola. Estos acuerdos, a la vez que excluyen de la discusión los subsidios agrícolas, incorporan temas de interés para los países industrializados, tales como el derecho laboral, los derechos de propiedad, compras gubernamentales, la protección del medio ambiente, y otros tópicos igualmente interesantes pero que no constituyen la razón de ser de los acuerdos comerciales.

En NAFTA, en RD-CAFTA, y en otros acuerdos con los Estados Unidos no ha sido posible dejar el sector agrícola fuera de la negociación hasta que su estatus se resuelva en el seno de la OMC.

La lógica de la dinámica de los acuerdos comerciales lleva implícita el mensaje de lo que significa no negociar un acuerdo comercial, quedar eventualmente fuera del acceso al mercado americano y a sus inversiones, lo que pone a países como el nuestro a discutir su acuerdo en el marco de la agenda diseñada por los Estados Unidos.

El autor es economísta

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