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Por: Eugenio García Cuevas
16. Un voto que suma, aunque todavía no determina
Luego del apoyo al Partido Popular Democrático (PPD) por un sector considerable de la comunidad dominicana, el Partido Nuevo Progresista (PNP) empezó a modular el tono de su retórica xenofóbica antidominicana. Demagógica y oportunistamente, algunos de sus candidatos llegaron hasta a ofrecerle la ciudadanía americana a los sectores menos escolarizados de la comunidad dominicana, sin tener autoridad para otorgarla. Por su condición colonial, el gobierno de PR (por ser un país jurídicamente secuestrado por EE. UU.) no tenía ni tiene el poder de conceder la ciudadanía ni a sus propios nativos. No obstante, el PNP encontró aliados en algunos líderes comunitarios dominicanos. De momento el voto dominicano era rentable a los partidos políticos de PR.
En 2020 el ex policía dominicano Gregorio Matías alcanzó un escaño en el Senado de Puerto Rico. Era la primera vez que un dominicano ganaba una silla en la Cámara Legislativa Alta de PR. Sólo en la década del 80 el también dominicano Fernando Tonos, había alcanzado una silla en la Cámara de Representantes. Decepcionante para la comunidad, en 1995 Tonos salió culpable por la acusación de actos de corrupción y se convirtió en el primer legislador en ser encarcelado por tal delito en la historia del Poder Legislativo de PR.
Matías no ganó su senaduría en representación de la comunidad dominicana en PR. En sus campañas mediáticas no se identificaba ni se promovía como un candidato de origen dominicano. En los escenarios dominicanos tenía que fingir y simular. Fuera de esos lugares jugaba al travestismo y a la ocultación de su procedencia de RD. Estratégicamente su discurso no podía ser pro identitario dominicano. Aunque no logró un escaño por el Partido Popular Democrático (PPD), la Dra. Claribel Martínez Marmolejos tampoco podía hacer proselitismo político explícitamente “dominicanista” en su campaña publicitaria. Todavía en PR no hay numéricamente votantes dominicanos suficientes como para que un miembro de su comunidad alcance un puesto legislativo que los represente. Se trata de una comunidad muy fragmentada, como la puertorriqueña misma, pero desde su situación de minoría.
17. Entre independentistas y socialistas
Al Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) electoreramente le ha sido indiferente la comunidad dominicana en PR, muy a pesar de sus vínculos remotos con el antillanismo. Se trata legítimamente de un partido puertorriqueñista que aboga por la autonomía política y territorial de PR. No obstante, en PR ha habido históricamente y hay ciudadanos dominicanos identificados con el proyecto de independencia para PR y que votan en las elecciones por el PIP. Por su visión internacionalista y pluralista de herencia socialista romántica-nostálgica, desde su nacimiento el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), hoy día parte de una coalición con el PIP (Alianza de País) para las elecciones de 2024, se ha mostrado fraterno y hospitalario hacia el dominicano. Siempre se ha pronunciado públicamente en contra del discrimen y del maltrato policíaco cuando se ha denunciado hacia algún miembro de esta comunidad.
Para las elecciones de 2024, al igual que para las de 2020, por ser una comunidad muy heterogénea y frágil, aunque no ya en lo económico por el bloque de pequeños y medianos comerciantes emergentes que también la componen, amén de trabajadores diestros y no diestros y de profesionales situados en diversas áreas, no parece que, por ahora, ningún por ciento que derive de la cifra total de votantes dominicanos todavía pueda decidir unas elecciones en Puerto Rico. Las contingencias futuras, indicarán si esa comunidad se aglutina y apoya en bloque a un candidato o candidata que los represente por consenso, pero todavía es una minoría muy diseminada y diversa.
18. Voto dominicano y prensa sensacionalista
En las elecciones de 2020 el sector más sensacionalista de la prensa isleña acuñó, a modo de espectáculo, el peligro de la posibilidad de que la comunidad dominicana en PR pudiera determinar el resultado de las elecciones. Mediáticamente se avivó un nerviosismo al interior de los partidos políticos y de algunos sectores de la ciudadanía común puertorriqueña.
Ya fuera por incompetencia-ignorancia, discrimen o espectacularismo, esa parte de la prensa de visos xenófobos nunca se ocupó de explicar al ciudadano nativo que no todas las personas de procedencia dominicana residentes en la isla podían ejercer el derecho al voto. La desinformación revivió y puso de relieve, una vez más, ciertos discursos de acentuaciones xenofóbicas que esos mismos medios habían sembrado en las décadas de los ochenta y los noventa del siglo XX, que si muy bien hoy día no gozan de la recepción de aquellas décadas todavía no han sido superados del todo, aunque se manifiesten de manera más sutil, contrario a aquellos años que se exponían de manera más abiertas, principalmente desde la esfera estatal y su aparato policiaco.
Ante el temor de observadores y comentaristas sociales, periodistas y analistas políticos y que se extendió el centro de la ciudadanía menos ilustrada, de que el voto dominicano en PR podía determinar el resultado las elecciones, ese sector de la prensa tendenciosa nunca se dio a la tarea de esclarecer y divulgar-educar que en PR no todos los dominicanos que residían en la isla podían ejercer el derecho al voto. En vez de investigar y concienciar cívicamente, como debía ser su responsabilidad, esa franja de la prensa incitó, azuzó y repitió ese bulo originado por ella misma.
Esa parte de la prensa nunca explicó, además, que para un extranjero tener derecho al sufragio en PR (independientemente de que fuera dominicano o no) la primera condición era que fuera ciudadano norteamericano naturalizado, aunque llevara toda una vida residiendo legalmente en PR al amparo de una tarjeta de residencia legal, mejor conocida como “greencard”.
Esa prensa tampoco esclareció (sobre todo la influyente radial) que, aunque ese extranjero pagara impuestos como un ciudadano puertorriqueño más, poseyera vivienda propia o negocios y que sus hijos, nietos y hasta biznietos hubieran nacidos en la isla y fueran puertorriqueños geográfica y culturalmente, ese extranjero (en este caso dominicano) no podía votar en las elecciones si antes no se había convertido en ciudadano naturalizado americano. No explicó que solo una ínfima minoría de esos dominicanos podía ejercer el derecho al voto por haberse naturalizado como ciudadanos norteamericanos o sus proles haber nacidos en PR.
Resulta que el grado de tipificación ideológico-partidista de la comunidad dominicana en PR es analógicamente simétrico al de la población nativa en lo referente a su afiliación con el anexionismo, el colonialismo, el independentismo, el nacionalismo y el socialismo, entre otros programas e idearios políticos e ideológicos. El perfil de dominicanos y dominicanas en la isla profesa las mismas identidades y filiaciones políticas en proporción a su composición numérica. Todavía no hay estudios de campo del comportamiento del voto dominicano que tiene derecho al sufragio por ser ciudadanos estadounidenses. Una de las hipótesis de esta partícula es que por lo menos hasta las elecciones de 2020 el orden de los por cientos que le otorgaba el primer, segundo y tercer lugar al partido que fuera (PNP, PPD, PIP o MVC, etc..) el voto dominicano está diluido en la cifra total de votos que acumula cada partido y no determina el triunfo de ninguno. Si toda la comunidad residente en su totalidad votara otra podría ser la situación. Ningún grupo que apoye un partido o candidato particular representa a la comunidad dominicana general.
(continuará).
(Este trabajo forma parte de un escrito más extenso)