Algunas reflexiones después del
Primer Festival de la Canción

Algunas reflexiones después del<BR>Primer Festival de la Canción

Ya, con la entrega de los premios, se aclaró todo, ahora hay que esperar mejor labor para el próximo año. Los seleccionados recibieron sus cheques en un acto en la Secretaría

POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
Cuando leí la noticia de la celebración del Primer Festival de la Canción que auspiciaba la Secretaría de Cultura, sentí alegría, me parecía conveniente el rescate de nuestra canción en momentos en que la melodía y la poesía, sucumben bajo la tiranía de modalidades rítmicas y parlamentos enajenantes.

 Me llamó la atención que se denominara “Primer Festival”, y recordé los anteriores celebrados hace algunos años, donde justo en aquel “primero” ganó la canción más importante y emblemática de nuestro país: “Por Amor”, del maestro Rafael Solano. Sin embargo, la paradigmática canción de gran belleza melódica y significativos versos, da inicio a este  nuevo festival; se reconoce la canción, y se ignora el evento en el que surgió.  Pensé entonces, que la decisión era simplemente parte de lo que ha sido una constante en nuestro país, el desconocer el pasado a veces por ignorancia, que no es este el caso, o tan sólo el no querer saber, porque en definitiva en cada momento dado, se decantan los egos y los protagonismos. Por esto vivimos en un continuo empezar, y vemos con frecuencia, como alguien realiza algo de cualquier naturaleza  y dice que se hace por primera  vez en el país, como si Colón hubiese llegado hace cincuenta años y no quinientos.  El certamen y es su mayor logro, despertó interés y entusiasmo  motivando a muchos a enviar sus composiciones para participar, más de cien según el Comité organizador que presidía el cantante Fernando Casado. De todas aquellas fueron seleccionadas 25 para competir.

 No asistí al Festival, pero lo seguí desde la tranquilidad de mi hogar, tan sólo como un espectador a distancia, libre de sugestión por contagio o emoción. A medida que  se desarrollaba el evento la perplejidad se iba apoderando de mí, sumiéndome en una profunda cavilación. Qué estaba pasando, aquello no nos había proporcionado el menor entusiasmo, salvo muy pocas composiciones, de alguna calidad, la mayoría navegaba en un mar de mediocridad.  El jurado compuesto por destacadas figuras  de la vida nacional e internacional, entre los que se encontraban artistas, sociólogos, comunicadores -faltando sin embargo, un musicólogo, un compositor reconocido, un poeta, quizás- tenía ante sí una gran responsabilidad.  Al término de la primera noche se anunció la escogencia de doce canciones semifinalistas; la noche siguiente fueron anunciadas tres canciones más que serían incluidas, porque según lo establecido, debían ser l5 y no 12. El error fue enmendado. Al finalizar la última ronda fueron anunciadas las canciones ganadoras.  El veredicto no nos causó sorpresa alguna. No teníamos favoritas. Finalizaba el Festival.

 Dos días después el ganador del tercer lugar, el compositor y cantante Cheo Zorrilla, “impugnaba” el veredicto que lo colocaba en un tercer lugar, basando su denuncia en los videos que recogían  las votaciones que de manera pública y ante las cámaras, habían expresado los miembros del jurado, y que le daban un primer lugar. Hizo énfasis en que no estaba cuestionando el segundo lugar, y pidió fueran revisados los videos.

 Los medios de comunicación se hicieron eco de la denuncia. El sector oficial “ripostó” con el argumento de que los resultados que arrojaban los tres ganadores, estaba basado en el conteo de las actas;  se habló también de borrones en las mismas, lo que sin duda ocasionó el descuadre entre acta y votación.  Todos habíamos tenido la oportunidad de ver los videos aludidos y sacar nuestras propias conclusiones. Vino entonces a mi memoria una frase surgida de la inventiva popular, que ha sintetizado el cuestionamiento constante de nuestros procesos electorales: Acta mata voto.

 Por otra parte se dijo, que las bases del Festival creado para descubrir nuevos talentos –algo que nos parece acertado- especificaba un máximo de cincuenta años a los participantes. Obviamente se habían violentado sus propios reglamentos, pues  Cheo Zorrilla, sobrepasa esa edad. ¿Por qué entonces se le permitió participar?

 El final es toda una paradoja. Para terminar con el “impasse” se llegó a una solución “salomónica” que declaraba un empate en el segundo lugar y desierto el tercero. Con esta nueva posición aceptada por Zorrilla, este obtenía mayores dividendos, pero perdía credibilidad en la opinión pública. La componenda evitó la prolongación del pataleo y todos a sus casas como colorín colorado, en santa paz.

 En resumen no se realmente quien ganó, pero eso ya poco importa, después de todo no había gran diferencia en cuanto a calidad entre una canción y otra, que no se lo que hubiese sido de ellas sin los magníficos arreglos musicales que las acompañaban.

 Lo que si quedo claro es que el gran perdedor lo fue el Festival, porque fue cuestionada su falta de “transparencia” que una vez más, hasta en un simple festival, se entiende que no es más que una palabra hueca, pura retórica.

Pero los dominicanos estamos acostumbrados a esto, es parte de nuestra cultura. ¡Que viva el Festival!

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