Algunos vuelos son una experiencia desagradable

Algunos vuelos son una experiencia desagradable

NUEVA YORK.  AP. Robb Dougherty, peluquero de Texas, viajaba frecuentemente entre las localidades texanas de Lubbock y San Antonio. Pero no soportaba a los pasajeros mal educados con que se tropezaba constantemente, gente llena de pretensiones, que maltrataba a los asistentes de vuelo y se enfurecía si no le llenaban el vaso de café o no le daban otra almohadita.

«Alguna vez viajar en avión fue algo emocionante, una aventura», declaró Dougherty, quien tiene 41 años y ahora rara vez sale de Corpus Christi, donde vive. «Se ha convertido en una experiencia desagradable. La gente te atropella con las valijas y ni siquiera se disculpa. Ni una sonrisa. Nada».

Dougherty es uno de tantos viajeros desilusionados que expresan su frustración con la experiencia de volar desde el sonado episodio en que el asistente de vuelo de JetBlue Steven Slater perdió la paciencia, insultó a los pasajeros por los altoparlantes y luego se bajó del avión por un tobogán de emergencia, poniendo fin probablemente a su carrera. Mucha gente se queja de los pasajeros groseros. Otros dicen que los asistentes de vuelo son tan culpables como los pasajeros. Jim Erickson, por ejemplo, dice que no se hubiese subido a un avión hace algunos años de haber sabido que sufriría una descompostura.

 Durante el vuelo, tuvo que salir corriendo varias veces al baño, importunando a los asistentes cuando pasaban con sus carritos. Una de ellas se tiró agua encima al tratar de darle paso. «Se puso muy grosera conmigo», relata Erickson, analista empresarial de Fort Worth, Texas.

«Recuerdo que me sentí muy mal. No solo por lo que dijo, sino porque por el resto del vuelo mantuvo una actitud y unas miradas desagradables.

Los otros asistentes no hicieron nada. Ni siquiera una disculpa cuando esa mujer tan agresiva no miraba».

Erickson, quien viajaba tanto –hasta dos vuelos por semana– que tenía una tarjeta platino de viajero frecuente de la aerolínea (prefirió no mencionarla), dijo que la suya había sido una experiencia aislada, no algo rutinario. Pero lamenta la falta de educación e indiferencia que se observa en los aviones en la actualidad, incluso cuando los vuelos transcurren sin incidentes. «Los viajes en avión eran una gran acontecimiento. Uno iba de traje y corbata», comenta Erickson, quien tiene 43 años. «Los pilotos esperaban en la entrada. Las azafatas eran hermosas. Ahora, muchos aviones parecen transportes de ganado».

La falta de civilidad es un fenómeno que «se da en todos lados», no solo en los aviones, afirma Courtney Mitchell, de 42 años, de Hollywood, Florida. «Ya nadie te mira a los ojos ni te saluda. La gente actúa como si quisieses matarla. Todo el mundo está tenso». ¨En qué momento cambió todo? Pasajeros y ejecutivos de la industria citan varios factores, como los vuelos repletos, los recortes presupuestarios y las medidas de seguridad cada vez más estrictas.

«Uno tiene la sensación de que se están aprovechando de ti», manifestó Paulina Frommer, creadora de las guías turísticas que llevan su nombre. Acota que volar es en sí una «experiencia estresante». «Cuando vuelas, eres un número. No es como en otras partes de tu vida. Sientes que no tienes ningún control», declaró. Esto puede generar grandes ansiedades, según Katherine Muller, psicóloga del Centro Médico Montefiore de Nueva York y quien vuela con frecuencia.

 «Te encuentras en este espacio reducido, con escasa movilidad», expresó. «Tienes que seguir todas esas reglas, estás rodeada de gente. No tienes acceso a una cantidad de cosas. Y todo esto dura horas». «Sin contar a la gente a la que le asusta volar.

Muchos toman tranquilizantes o beben, y pierden sus inhibiciones», acotó. Muller dice que los asistentes de vuelo son seres humanos también y tienen tantos nervios como el que más.

Traci Dolan, quien trabaja en un bar de St. Albans, Virginia Occidental, felicita al capitán que, tras aterrizar y antes de llegar a la puerta, paró el avión en la pista y se negó a continuar porque un pasajero, ignorando las recomendaciones del personal de vuelo, se había levantado de su asiento y buscaba su equipaje. «Si no se siente, no salgo de aquí», dijo el capitán, según la mujer. «Para mí, estuvo brillante. El hombre tuvo que sentarse». Dolan señala que también abundan las historias reconfortantes. En una ocasión, se descompuso en un vuelo –probablemente se intoxicó– y necesitó cambiarse de ropa. Los asistentes de vuelo pidieron prendas a los pasajeros.

Una le dio unos pantalones, otra una camiseta. «Y sabían que difícilmente se las devolvería», cuenta Dolan. Mollie Hemingway, de Washington, recuerda el día en que viajó con sus dos hijas, de uno y dos años, que estaban insoportables. Cuando la mayor ensució su asiento, el mundo se le vino encima. Pero apareció una asistente de vuelo fuera de servicio que se convirtió en su ángel guardián. La asistente se ofreció a tener al bebé mientras ella le cambiaba los pañales a la otra niña en el baño. «Prácticamente se lo tiré encima», relata Hemingway. «Más adelante cambió asientos, así podía estar cerca mío y ayudarme con las chicas. Le estoy eternamente agradecida». Pat Fitzgerald tiene una teoría. Fitzgerald, de 43 años, padre de dos niños y residente en Ruckersville, Virginia, dice que «era uno de esos idiotas que odian viajar y estaba siempre malhumorado. La gente actuaba del mismo modo conmigo». «Hasta que un día decidí cambiar y sonreír un poco. Y los demás empezaron a sonreírme y a tratarme bien». 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas