Por Víctor Eddy Mateo
Las alianzas son salidas a la que acuden personas físicas y organizaciones, con la finalidad de alcanzar un objetivo en común. La característica principal de las alianzas es la coyuntura, tanto porque se construyen hasta alcanzar el propósito perseguido, como por el momento en el que se pactan. Estas son constantes en distintos ámbitos de la vida. Sucede en los deportes, en lo empresarial, en las luchas gremiales, en lo profesional, entre otros.
En el ámbito político es normal que se conformen con frecuencia. La razón es que la política envuelve intereses, por lo que cada cual persigue el suyo. La carencia de ideologías políticas en la actualidad, ha empujado para que los intereses particulares y grupales predominen por encima de los valores y principios que quizá sirvieron de estímulo para la creación de organizaciones políticas con ciertos objetivos que con el tiempo han desaparecido.
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El hecho de vivir en democracia ha facilitado que construir mayoría para ganar elecciones normalice prácticas que corrompen la ética y la moral. Históricamente, el poder ha servido para utilizarse con dicha finalidad, más en sistemas políticos-electorales donde la reelección está permitida. Aunque donde no lo está, se maniobra para que su partido siga en el Gobierno. Un gran líder político dominicano me expresó hace poco, que “cuando alguien se vende en política, es porque quien lo compra sabe que está en venta”.
Asimismo, un comunicador de gran respeto para mí señaló hace días que: “en política no hay traidores, sino intereses”. Ciertamente, la dinámica política es compleja, aunque bien se sabe que hay personajes sin escrúpulos que hacen causa común con el partido que se proyecte ganar en el próximo certamen electoral. De hecho, no han saltado del actual Gobierno, porque el panorama aún no está claro, pero desde que tengan la brecha, lo hacen.
Ahora bien, las alianzas cumplen un rol importante en el escenario político. Resulta ser la demostración de músculos de una oposición unida -aun de forma temporal- que muchas veces provoca pánico en quien gobierna. Las alianzas son positivas o negativas según el propósito logrado. Si no se materializan sus pretensiones, la alianza habrá fracasado. Sin embargo, si se logra el objetivo, entonces, si fue oportuna y positiva. Por tanto, satanizar las alianzas políticas sin esperar resultados electorales es un error. Lo que sí es relevante al momento de pactarlas es dejar los puntos claros. Muchas veces, quien resulta encabezarlas no cumple con lo prometido. Es asiduo ver, escuchar y leer aliados reclamar al Gobierno de turno su cuota. No es factible para el presidente que gobierne ejercer con ruido.