Aliento a las alternativas

Aliento a las alternativas

El precio mundial del petróleo se redujo súbitamente hacia el fin de semana. Un alivio, dirán muchos. Lejos de mostrar complacencia ante esa reducción, República Dominicana debe iniciar investigaciones en cuyos resultados asiente las alternativas. De todas maneras, las energías renovables constituyen el reto del mañana. Los seres humanos están obligados a reducir la emisión de gases nocivos hacia la atmósfera. Entre éstos, la disminución del dióxido de carbono, que resulta, principalmente, de la combustión de hidrocarburos y carbones minerales.

El nuestro es pueblo atrevido. Ni siquiera nos conturbamos ante el aumento vertiginoso registrado en el valor del oro negro. Hace pocas horas supimos que lejos de contener el consumo, lo hemos elevado durante los tiempos de alza de los combustibles. La adquisición de vehículos de alto cilindraje copó casi la mitad de las operaciones registradas en el país en el último año. Tal vez debido a ello, en vez de alcanzar bienestar colectivo, empobrecemos a ojos vista.

Los vaivenes observados en el mercado petrolero crean una oportunidad para los dominicanos. Obnubilados por las inmediatas precariedades, intuimos que el cielo resquebrajado caerá sobre nuestras testuces. Perdemos de vista las coyunturas positivas siempre abiertas a los seres humanos, a propósito de las debacles. El Trópico, la imaginaria zona en que se encuentra la isla de Santo Domingo, no sólo aporta calor a sus habitantes. También genera diversos ecosistemas, dependientes de la configuración orográfica y los tipos de suelo.

Con sus especiales características, esta tierra puede contribuir a la producción de plantas aprovechables para transformar en energía y alimentos. Esta, que es verdad de Perogrullo, encuentra dos valladares en su derrotero. Trabajo e inversión de recursos, principalmente monetarios. Ambos son escollos que, en ocasiones, resultan invencibles. De hecho, la parte de la isla que ocupamos los dominicanos ofrece zonas de vida seca en las que, en no tan lejano ayer, existieron bosques de plantas xerófilas. Hoy, esas tierras yermas, ofrecen a la vista un espectáculo desértico.

Tal zona de vida, con pobre pluviometría, espera tanto por el trabajo como por la inversión, para volverse suelo productivo. Por supuesto, no podemos sembrar papas y verduras, puesto que son tierras de vocación forestal en clima seco, casi árido.

Guáyiga (zamia debilis), piñón criollo (jatropha curcas L.) en adición a las plantas maderables que mostraron esas tierras en épocas ya idas, son especies que pueden reproducirse con facilidad. La Guáyiga crece hasta sobre piedras y del tubérculo se extrae una harina aprovechable como alimento. El piñón produce una frutilla del que se extrae un aceite aprovechable como combustible.

Esas y otras tierras esperan por nosotros. No las dejemos plantadas.

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