Alimentos enriquecidos, ¿beneficio o trampa?

Alimentos enriquecidos, ¿beneficio o trampa?

EFE- Reportajes.  Los alimentos enriquecidos nacieron en Japón en los años 80, cuando el país nipón quiso prevenir el aumento de enfermedades relacionadas con el envejecimiento y con nuevos estilos de vida, como el exceso de colesterol o triglicéridos y la obesidad.

Ante esta situación, el gobierno japonés decidió promocionar productos con una cierta acción farmacológica, a los que se le añadían sustancias para prevenir estas dolencias, ya que, según relata Carmen Vidal, catedrática del Departamento de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona (este de España), “es más barato prevenir que curar”.

Los expertos coinciden en que estos alimentos funcionales son, en principio, beneficiosos, aunque entrañan ciertos riesgos, como descuidar la dieta o la medicación, además de resultar más caros que los tradicionales, aunque se utilizan constantemente como reclamo publicitario.

Así, empresas y universidades se han lanzado a investigar en este campo,   como la Universidad de la Islas Baleares (UIB), en España, cuyo Instituto de Investigación de Ciencias de la Salud ha desarrollado un paté y unas galletas con fitato, sustancia que previene los cálculos renales.

El director de este Instituto y catedrático de la UIB, Xavier Grases, afirma que hoy en día se empuja a las universidades a que desarrollen la investigación básica, cuando también se debería poner acento en la práctica, como en el caso de estos alimentos.

Beneficios, pero sin cura.  Grases enfatiza que estos productos “no son fármacos, no curan”, pero disminuyen el riesgo de padecer una patología, algo en lo que coinciden todos los expertos consultados.

“No son malos, pero no pueden ser la panacea para los problemas actuales”, indica la doctora Vidal, quien advierte de su uso como “parches” ante ciertas dolencias.

De esta manera, para Vidal el principal riesgo de estos alimentos no son ellos en sí mismos, sino la mala formación de los consumidores, que desemboca en varios problemas.

El más habitual, según la catedrática, es que el consumidor descuide su dieta. A modo de ejemplo, explica el caso de un hombre con el colesterol alto que, por consumir alimentos enriquecidos con fitoesteroles (esteroles vegetales similares al colesterol animal que compiten con éste en su absorción), decide seguir comiendo la misma cantidad de huevos fritos, lo que al final agrava el problema.

Otro riesgo es, según la catedrática, dejar de tomar otras sustancias beneficiosas contenidas en los alimentos enriquecidos. Es el caso del pescado azul, del que se saca el omega-3  y cuya ingesta es necesaria para conseguir el aporte de yodo que usa  el cuerpo.

Una tercera consecuencia es el descuido de la medicación: “Se da el caso de personas medicadas que deciden que el fármaco es química y dejan de tomarlo porque piensan que el alimento es suficiente”, apunta Vidal.

Zoom

Interés comercial

El presidente de la Fundación Dieta Mediterránea, Lluís Serra-Majem, destaca el gran potencial de estos alimentos, pero  advierte de que dependen de intereses comerciales, por lo que pueden no subsistir en el tiempo,  cuando lo importante es tomarlos de forma regular. Añade que no es conveniente que los enfermos lo consuman y que sólo se deben usarse para prevenir posibles dolencias.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas