Alitraneado y rosca izquierda

Alitraneado y rosca izquierda

Guido Gómez Mazara

Distante de la jerga beisbolera, en la cultura nuestra, conocemos a la perfección las múltiples definiciones de un alitraneado. Básicamente, porque el reconocimiento de toda conducta contraria a la regla traduce posturas y comportamientos que no encajan con el resto. Así, al distanciarse de la mayoría, el contrapeso surte un efecto de equilibrio indispensable.

En toda sociedad orientada hacia el desdén, un rosca izquierda se reputa de sinónimo de ruptura. Por eso, ambas descripciones terminan generando la medicina curativa frente a la enfermedad de todo el cuerpo social. Alitraneado y/o rosca izquierda, asignan la dosis que muchos desean, pero no implementan a plenitud como resultado del altísimo componente de complicidad que penetra en las instancias oficiales.

Pretendiendo colocarlo en la jurisdicción de los independientes o exponentes de la sociedad civil, las jornadas de adecentamiento de la vida pública miraron hacia ese litoral en el entendido de que el cuerpo partidario no era capaz de afilar cuchillo para su propia garganta.

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Con avances y anhelos de transitar el camino de la auténtica institucionalidad, los esfuerzos gubernamentales han tenido que tocar la puerta de singulares exponentes en interés de no entregarlo todo a la voracidad militante. Y no es que sean ángeles, sino que la presunción de no contaminados del polvillo clientelar los acerca al ideal de hacer las cosas correctamente. Aunque debo precisar que la decencia no es aposento exclusivo de los independientes. Por el contrario, la tendencia a generalizar inconductas en la clase partidaria creó un sentido de culpabilidad en el colectivo, totalmente injusto y desproporcionado.

En el terreno de los hechos, el afán institucional allanó el camino para que determinadas instancias sean ocupadas por representantes del mundo de alitraneados y rosca izquierda. De ahí una Procuradora reputacionalmente imbatible y un responsable de Contrataciones Públicas, con las características que la nación conoce.

Para los Gobiernos surgidos de la clásica partidocracia resulta saludable el muro de contención que descansa en requerimientos éticos, tanto en el ámbito de las licitaciones como en la jurisdicción de la persecución del delito. Y no se pierdan, en definitiva, favorecen un debate político/electoral que intenta deslindar los campos, haciendo énfasis en la inviabilidad de los que asaltaron las arcas públicas.

A lo que todos estamos obligados es al impulso de un club de rosca izquierda y alitraneados que no se reduzcan a lo estrictamente coyuntural.

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