Allá van leyes do quieren reyes

Allá van leyes do quieren reyes

El rey Alfonso VI de España, apodado “el Bravo” (1030-1109) tuvo que jurar, por exigencia de los caballeros castellanos presididos por el Cid, que no tuvo participación en la muerte de su hermano García (también heredero de Galicia) aunque sí lo aprisionó -“para su tranquilidad”- en el castillo de Luna (en León) donde García murió cargado de cadenas. Y resulta que este personaje, Alfonso, que tenía sus habilidades políticas –terribles como suelen ser- nos dejó un proverbio que, lamentablemente, no pierde vigencia: “Allá van leyes do quieren reyes”, es decir que las leyes se obedecen de acuerdo al deseo de los poderosos.

Es que tras la influencia germánica que aún tenía presencia en Europa, derrotadas las invasiones de los “bárbaros del norte”, existía un conflicto entre el Misal romano y el Misal gótico que estaba escrito en la lengua germánica hablada por los godos y recogida –según se entiende- por el obispo Ulfila, basado en expresiones idiomáticas griegas. Era la lengua de los ostrogodos, visigodos, vándalos…etc.

El rey Alfonso VI, para determinar si en su corte debía ser utilizado el Misal romano o el gótico, decidió que ambos textos fueran lanzados al fuego, para que se escogiese el texto que no fuese pasto de las llamas.

Pero el texto gótico resistió las llamas. Entonces el rey lanzó al fuego otro Misal gótico hasta que se quemó y eligió el Misal romano. En este caso lo malo estuvo en la simulación burda e innecesaria.

El proverbio español “Allá van leyes do quieren reyes”, parte de este acontecimiento.

Desgraciadamente las leyes, los castigos, las sanciones, son modificadas en diversa proporción de acuerdo a los intereses de los poderosos, que son reyes con otros nombres y títulos.

Por supuesto, la gran responsabilidad recae sobre los Jefes de Estado, que tienen que balancearse entre lo que es conveniente y sensato para el país y para él.

Las cosas se han complicado: Ya las leyes (lo que se establece) no van necesariamente do quieren los reyes”.

Aunque hay que reconocer que se acercan bastante.

Pero las cosas son, regularmente, diferentes a lo que aparentan. Un enredijo de circunstancias envuelven diversos porcentajes de peligros, sea para la realización de acciones de buena o mala fe.

Ciertamente el acceso al gran poder humano conlleva grandes peligros. Las personas somos muy vulnerables a la obnubilante adulación que casi inevitablemente conduce a una terrible ceguera.

La mala utilización del concepto y posibilidades de la globalización ha traído –entre algunas cosas buenas- monstruosas injusticias y enormes peligros: miserias y abusos a escalas insoñables. Miremos aquí al lado: Haití, aquí cerca: Cuba; miremos hacia el Medio Oriente, hacia terquedades de la nueva Rusia y la insaciabilidad norteamericana.

Nos parece que estamos sin leyes y sin “reyes”.

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