Allante y movimiento

Allante y movimiento

En este país hay cosas que no se pesan como paja ni tampoco como plomo, pero existen. Aquí fue donde vivió y adquirió fama Ciprián, el que vende chinas, quien pronunció la célebre frase que reza: las que salen agrias no se pagan.
En este país vivió y triunfó el general Goyito Polanco, aquel hombre de la montonera, quien a poco de perder la última escaramuza en la que participó, luego de cambiar la chaqueta y vendérsele al gobierno, con el bolsillo lleno pronunció una frase que aún retumba en el cielo de los corruptos: la paz es buena, pero con cuartos.
Aquí es donde hay familias cuyos patriarcas, desde tiempos de la Restauración de la República, enganchados a formar parte de la oligarquía lilisiana, decidieron inscribir un hijo en cada partido, para que siempre estén arriba, en el poder, porque el abajismo no deja nada, hay que luchar por estar en la cúspide.
Esta es una sociedad de boxeadores cuya práctica del amagar y no dar, dar sin reír, un pellizquito en las nalgas y mandarse a huir, forma parte de vivir en el cuadrilátero de la política nacional.
Hemos permitido que nos gobiernen dentro de un interesante ejercicio donde las señales entre el pitcher y el cátcher forman parte de un juego engañoso que resuelve la decisión de árbitros vendidos que juegan a decidir sin la púbica venda que cubre los ojos de la diosa de la justicia.
Nos apantallan, nos engañan, nos amenazan con cuchillos de palos y nos maltratan con palabras almibaradas, en un ejercicio de encantadores que imitan permanentemente la práctica del flautista de Hamelín que se llevó los niños del pueblo y jamás se supo su destino.
Lo peor de nosotros es que estamos secuestrados en nuestro país sin que nos demos cuenta de que no contamos para nada, que sólo servimos para ser arreados como caña pal ingenio, como ganado hacia el matadero.
Ahora hay una nueva forma de matadero electoral que nos convoca, que nos entretiene, que nos ocupa en el ejercicio inútil de pedir aguacates a las matas de naranjas: las sesiones de la comisión del Senado que “evalúa” a los aspirantes a miembro de la Junta Central Electoral, es verdad, somos ingenuos, pendejos o idiotas o es que tenemos el narigón con que se manejan los bueyes y ni siquiera nos hemos dado cuenta.
¡Pero bueno! ¿Hasta dónde permitiremos que nos apantallen con la política de los tígueres que nos titulan de doctores e ingenieros en cualquier esquina para que les gratifiquemos por habernos reconocido por nuestra profesión?
Eso de la evaluación a los candidatos se parece a los diálogos auspiciados por el gobierno para no cumplirlos: sólo se trata de allante y movimiento

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