Alma chilena, corazón palestino

Alma chilena, corazón palestino

Después de meses de surcar mares y océanos, sobrevivir al hambre y cruzar los Andes, tres jóvenes palestinos llegaron a la ciudad de Santiago de Chile. Era finales del siglo XIX y las crónicas de la época cuentan que los aventureros hicieron fortuna.

Tras viajar a su madre patria para casarse, los árabes regresaron al país austral y se trajeron consigo las esposas, los amigos y hasta los abuelos. Hoy se estima que los descendientes de esa generación en Chile superan los 300.000 y conforman la mayor comunidad palestina fuera del mundo árabe.

Su historia, como la de los 50 millones de europeos que en esa misma época huyeron hacia el Nuevo Continente, es un relato de esfuerzo e integración que hizo de la comunidad un grupo cohesionado que, actualmente, ostenta posiciones de poder en la sociedad chilena y que conserva muchas de las tradiciones de su lejano territorio.

Santiago, la pequeña palestina chilena. Su conocimiento del mundo y su habilidad para los negocios les permitió instalarse en el estrato medio-alto de la sociedad, una situación que, sumada a la coyuntura económica de la región, les convirtió en una minoría relevante desde el punto de vista económico, político y cultural.

Desde su llegada, la principal ocupación de los palestinos que se asentaron en Santiago fue abrir establecimientos en la zona actualmente conocida como barrio Patronato, en ese momento un enclave económico cercano al mercado hortifrutícola de la Vega Central.

Otros empezaron a fabricar tejidos de algodón y seda que reemplazaron las costosas importaciones europeas con las que los chilenos se abastecían hasta el momento.

Este impulso comercial se plasma hoy en distintas multinacionales chilenas como el Banco de Crédito e Inversiones (BCI), fundado en 1937 por el palestino Juan Yarur Lolas, o la inmobiliaria Parque Arauco, focalizada en la explotación de centros comerciales y con presencia en Perú y Colombia.

Estas empresas se suman a otras instituciones como el Club Social Palestino, que se encarga de dinamizar la actividad cultural y social de la comunidad, y el Club Deportivo Palestino, fundado en 1920 por miembros de las familias palestinas en la sureña ciudad de Osorno.

El equipo, que luce los colores de la bandera palestina en su escudo y camiseta, juega en la primera división chilena y cuenta con un estadio con capacidad para 12.000 seguidores.

“A diferencia de la Europa xenófoba, la sociedad mestiza americana acogió mucho mejor a los inmigrantes palestinos, de ahí que hoy esta minoría está representada en el país tanto en el mundo universitario como en el cultural, judicial y político: en Chile se produjo una integración transversal”, destaca Chahuán.

La lengua que se pierde la música que perdura. A pesar de esta exitosa adaptación e integración, el proceso de asimilación de elementos culturales de la sociedad chilena también acarreó la consecuente desaparición de algunos rasgos propios. Uno de los más evidentes fue la pérdida idiomática, pues se calcula que solo 2.000 miembros de la comunidad continúan dominando el árabe. Pero el desconocimiento de la lengua no ha impedido que algunos jóvenes de ascendencia palestina se sientan atraídos por la música árabe.

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