Alma Portorreal y su pauta para la felicidad y el difícil arte de la convivencia

Alma Portorreal y su pauta para la felicidad y el difícil arte de la convivencia

La literatura con consejos para el crecimiento personal y recomendaciones sobre las provechosas formas de cultivar la convivencia, desde la esfera de la amistad hasta la intimidad amorosa, es cada vez más y diversa y figura en libros que atraen a muchos lectores.

Muchas de estas orientaciones son conceptualmente coincidentes de un autor a otro, aunque son expuestas con puntualizaciones sugerentes que le confieren características singulares, especialmente cuando tienen la posibilidad de lograr una rápida empatía con el público.

Cuando además de aprendizaje académico o bibliográfico, estas exposiciones están enriquecidas con experiencias personales vividas durante décadas en un ambiente de respeto y armonía familiar, los consejos tienden a ofrecer mayor sustentación y credibilidad.

Un admirable ejemplo de esto lo ofrece Alma Portorreal de Saviñón,  especialista en relaciones humanas y de parejas que ha plasmado en su libro “Cómo conseguir pareja y mantenerla”, todo un caudal de conocimiento que contribuye a fomentar la unidad familiar y a trazar pautas efectivas para resolver conflictos y prevenir desavenencias.

Su obra se nutre básicamente, como ella misma indica y  el lector advierte desde sus primeros capítulos, de la experiencia de vida en común, a lo largo de 41 años, con su esposo Néstor J. Saviñón Marrero (Chuchú), cuya formación escolar estuvo permeada por las enseñanzas  de los padres escolapios del Colegio Calasanz.

Un aspecto que parece haber jugado un papel fundamental para el logro de esa dilatada relación ha sido que su pareja, además de tocar su vida con amor, le permitió ser ella misma, sin pretender cambiarla. En otras palabras, que prevaleció ese valioso activo representado por la capacidad de  la tolerancia, el aceptarse con sus formas propias, teniendo la paciencia de sobrellevar en unidad los conflictos, a fin de poder vencer las dificultades cotidianas.

Otra lección provechosa que ella narra de su experiencia conyugal es que, aunque haya marcadas diferencias en cuanto a temperamentos y gustos, éstas pueden actuar como complementos si son bien manejadas.

Influida por su experiencia, recomienda, en primer término, estas sencillas reglas para tener éxito en la convivencia, establecimiento de prioridades y jerarquías en el cuidado afectivo: 1, Soltero, primero tus padres; 2, Casado, primero tu pareja, segundo tus padres; 3, Casado con hijos, primero tu pareja, segundo tus hijos, tercero tus padres.

Como desde antaño se sabe que nadie puede dar o proyectar en los demás de lo que carece, Portorreal pone un gran énfasis en practicar la autoestima, tras sostener que quienes tienen una alto apego en ese sentido,  logran cuidarse y respetarse porque reconocen la importancia de la dignidad y los valores personales.

Igual mención merece su decálogo para una vejez feliz, que en su punto sexto postula: “Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo buena cara. Sé positivo en los juicios, ten buen humor en las palabras, sé alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo”.

Otra sabia recomendación figura en el quinto mandamiento destinado a los envejecientes:     “No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques. Con ello acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que en realidad estás”.      Una fórmula formidable contra el desánimo que trae la avanzada edad.

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