JUAN VENTURA
Murió el 23 de diciembre de 2004 en el Condado del Bronx, New York, la exquisita y apreciada dama puertoplateña Victoria Altagracia Bordas Castellanos, quien fuera bisnieta del general Gregorio Luperón y sobrina del Padre Castellanos. Su cadáver fue traído a Puerto Plata y donde se le dio cristiana sepultura en el cementerio municipal, el día 5 de enero de 2005, resaltando sus cualidades y condiciones excepciones, los señores Félix Rodríguez Tolentino y don Hugo de Jesús González López.
Doña Altagracia Bordas Castellanos se encontraba retirada ya en Puerto Plata, después de haber vivido y trabajado durante veinticinco años en New York. Había viajado a la ciudad de Los Rascacielos por problemas de salud.
El 22 de octubre de 2004, murió en New York otro bisnieto del general Gregorio Luperón, el señor Carlos José Landrau Bordas (a) Papín. Carlos José Landrau Bordas nació en Puerto Plata, el 29 de abril de 1917, hijo de los señores: Carlos Juan Landrau del Toro (oriundo de Puerto Rico) y de doña Marina Bordas Luperón de Landrau (ésta a su vez era hija de una hija del general Gregorio Luperón de nombre Ana Luisa Adelaida Luperón Tavárez, hija de Ana Luisa Tavárez Frías). Landrau Bordas por muchos años se dedicó en Puerto Plata al oficio de la carpintería y la construcción y venta de ataúdes de muertos de manera independiente. Posteriormente inmigró a Estados Unidos de América.
La hija del general Gregorio Luperón, Luisa Luperón Tavárez casó con Francisco Bordas y procreó dos hijos: Marina y José Bordas Luperón.
La señora Altagracia Bordas Castellanos, se caracterizó en ser una persona sencilla, afable y trabajadora. Era muy querida y apreciada por todos los estratos sociales de Puerto Plata.
Se le respetaban y admiraba por sus excepcionales condiciones de ciudadana correcta y ejemplar en su trajinar por la vida.
La muerte de doña Altagracia Bordas Castellanos, consternó a la población puertoplateñas y los residentes en New York, donde había vivido durante largos años.
Victoria Altagracia Bordas Castellanos nació en Puerto Plata, el 16 de julio de 1924, hija de los señores José Bordas Luperón (éste a su vez era hijo de una hija del general Gregorio Luperón (1839-1897) de nombre Ana Luisa Adelaida Luperón Tavárez (1867-1958), hija de Ana Luisa Tavárez Frías (1850-1920) y de Flora Mercedes Castellanos Borrel (hija de José Rafael Castellanos Martínez y Catalina Borrel Arcé). Había nacido en el año de la Desocupación de la Intervención Norteamericana a la República Dominicana. Era sobrina del Padre Rafael Conrado Castellanos y Martínez (1875-1934).
El matrimonio Bordas-Castellanos, además, procreó los hijos: Leonor (a) Noné (fallecida), Luisa Catalina (muerta), Flora y José Rafael (fallecido).
Altagracia Bordas Castellano en su ciudad natal de Puerto Plata, hizo sus estudios primarios y secundarios. Allí creció, se desarrolló y desenvolvió en su vida cotidiana.
Vivió por muchos años en la calle Sánchez No.36, de Puerto Plata. Allí compartió con todos sus vecinos. Mantuvo estrecho vínculo de amistad con la familia González-López.
Su primer trabajo lo realizó como secretaria en la primera fábrica de pastas alimenticias que hubo en la República Dominicana, de nombre: Industrias de Pastas Alimenticias, fundadas por los señores: Harry H. Kreppene y Carlos Finke Artiles.
Luego, trabajó también como secretaria en la bomba de gasolina, propiedad del señor Antonio Barrera Brugal por algunos años, ubicada en la calle 30 de Marzo esquina Beller de Puerto Plata.
En el año 1962 inmigró a New York y allí trabajó como secretaria en una Industria de Metal, que se dedicaba la fabricación de tornillos. Permaneció viviendo y trabajando durante 25 años y regresó de nuevo a Puerto Plata.
Había casado con el ciudadano puertorriqueño Daniel Rodríguez y no procreó hijo.
Mantuvo vínculo de amistad con el antitrujillista dominicano y exiliado en New York, don Persio Celeste Franco, quien fuera declarado traidor a la Patria, mediante Resolución del Congreso del 1 de diciembre de 1937.
Se hizo ciudadana estadounidense y se encontraba pensionada del Gobierno de Estados Unidos de América.
Deberá de ser recordada siempre por sus familiares, amigos y allegados por sus dotes de bien y ejemplar trayectoria.
¡Paz a sus restos!