Alternabilidad es una palabra con la que los peledeístas, dirigidos por un Comité Político Perpetuo “hasta que la muerte los separe”, están poco familiarizados, mucho menos después de que el pacto que permitió la modificación constitucional que le abrió las puertas a la reelección del presidente Danilo Medina hizo posible, gracias a la divisa “reelección por reelección”, que la mayoría de los legisladores y alcaldes peledeístas continúen en sus puestos cuatro años más. Por eso sorprende y desconcierta que tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República hayan surgido movimientos de legisladores reclamando que el Comité Político se abstenga de ejercer su facultad estatutaria, y permita que senadores y diputados elijan sus propios bufetes directivos. Nada del otro mundo, si se piensa bien, pues eso es lo que se estila en los partidos verdaderamente democráticos, los que procuran que cada uno de sus militantes pueda ejercer el derecho ciudadano a elegir y ser elegido. Invocando, precisamente, ese derecho, es que 25 senadores enviaron una carta solicitándole al Comité Político que permita la alternabilidad en la escogencia del presidente del Senado, pues en diez años solo dos personas –Reinaldo Pared Pérez y Cristina Lizardo— han ocupado esa posición, y al decir del senador por La Vega, Euclides Sánchez, “eso no hay forma de justificarlo”. Resulta chocante que quienes le negaron el derecho a elegir y ser elegidos, como consecuencia del antidemocrático pacto que garantizó su repostulación, a quienes aspiraban a ser candidatos a senadores para los pasados comicios reclamen para sí ese derecho, una flagrante contradicción que solo puede explicarse como parte de la sorda y feroz lucha que libran leonelistas y danilistas por los espacios de poder que les permitan, a unos y otros, consolidar posiciones, y estar así mejor preparados para la larga y ardua batalla que se avecina.