Alternativas de Israel

Alternativas de Israel

PEDRO GIL ITURBIDES
Israel está en el centro del fuego. No sólo porque fanáticos del Hezbolá o de Hamas disparan con todos los cañones contra su territorio. También porque en el campo de la diplomacia comienza a cuestionarse la amplitud y profundidad de la respuesta militar judía a esos ataques. Pero Israel no tiene alternativas. Su encrucijada tiene dos flechas. La una, con camino lleno de minas explosivas y guerras, marca la preservación. La otra, con una ruta plagada de escollos, sobresaltos e inconvenientes, apunta a su aniquilación. A Israel lo mantiene el espíritu de su gente, fuerte, cohesionada, decidida, con un inalterable apego a su nacionalidad.

Pero la lucha de estos días despierta emociones que, a su vez, concitan críticas contra su política del talión. No siempre el ojo por ojo y el diente por diente encuentran aliados. El contemplar los destrozos que devienen de las bombas israelíes sobre ciudades libanesas, mueve a preocupación. Los cuerpos destrozados de muchos que nada tienen que ver con esas luchas, cuestiona la legitimidad de la respuesta judía a sus enemigos.

Por ello, grandes sectores de la opinión pública de muchos países levantan sus voces para reclamar el alto al fuego. Los jefes militares de Israel no aceptan la imposición de un cese de las hostilidades sin la repatriación de los soldados que el Hezbolá secuestró.

Los captores, a su vez, tampoco negocian una paz destinada a establecer nuevos compromisos de respeto a los territorios judíos. Para el Hezbolá, como para Hamas, Israel no debe existir. En esa discrepancia se hallan desde que Abraham cruzó en ruta noroeste, desde Caldea, a la tierra prometida.

En pocas palabras, esta es la lucha de nunca acabar. Y para que este punto de vista se refrende, Estados Unidos de Norteamérica, con todo su poder militar, respalda a los israelitas. La razón salta a la vista.

Israel libra una batalla que, en escenario diferente, tendrían que empeñar soldados bajo bandera estadounidense. Y a su vez, los fanáticos agrupados en Hezbolá y Hamas son punta de lanza de un decidido pensamiento anti-occidental. Pero sobre todo, anti-estadounidense.

Como puede advertirse, el panorama es desolador. Lo deseable sería que soldados abanderados por las Naciones Unidas interfirieran ante estos enemigos. El Consejo de Seguridad del organismo multilateral, sin embargo, no ha podido votar para censurar a los contendientes. Y por supuesto, los estadounidenses estorbarán, como lo han hecho, una moción destinada a condenar a Israel.

Un voto contra Israel en el organismo mundial, alentaría nuevas agresiones. Por las características de estas luchas, sería una resolución tanto injusta como incompleta. Porque en este milenario pleito, renovado con razones diferentes de tiempo en tiempo, no hay un culpable único. Ambos bandos decidieron desde viejo hacerse la vida imposible, y han cumplido, magníficamente, esa disposición de sus existencias.

Como es fácil advertir, el futuro de esa región se pinta con tonos agoreros. Algunos creen que en este pleito el mundo se juega su próxima gran guerra. Estoy en la lista, desconozco si larga o corta, de cuantos entienden que todavía puede lograrse el alto al fuego, y producirse un armisticio más o menos prolongado.

Hasta la próxima confrontación. Porque no hay que ir muy lejos para vaticinar los nuevos conflictos. Basta revisar los libros veterotestamentarios para darnos cuenta que, sin afanes adivinadores, esas luchas no cesarán por ahora.

Al menos hasta que superada toda pretensión fanática, esos pueblos entierren, en funeral simultáneo, la Ley del Talión.

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