Las reacciones son distintas, diversas las respuestas ante el alto costo de la vida y el frustrante proceso de adaptación, disímil la actitud para afrontar imprevistos, pero siempre con una fuerte erosión emocional, un desgaste síquico que resta energías para seguir a buen paso las demandas cotidianas, aunque se extiendan todos los resortes para acompasar el ritmo de los altibajos en la economía familiar, vapuleada de crisis en crisis.
Crisis que contaminan el ambiente familiar, degenerando en violencia doméstica, física o sicológica, que provocan irritabilidad, un sentimiento de indefensión, de impotencia, ante las presiones por necesidades insatisfechas o expectativas inalcanzables.
Exasperan las tensiones acumuladas al lidiar con las alzas de precios, el cese del empleo o de un ingreso extra, el incremento de la electricidad entre tinieblas, el tener que pagar más por igual o menor cantidad y calidad de alimentos, entre alzas en el colegio, en medicamentos y otros que no pueden eliminarse o no soportan más recortes.
La poda, intensa durante el terremoto financiero que en 2003 desmoronó las jerarquías sociales, vuelve de nuevo. Sin terminar de recuperarse, la calidad de vida entra otra vez en retroceso, nuevamente el tormentoso endeudamiento, se aleja la posibilidad de un trabajo adicional con un desempleo acentuado. Además, la capacidad ocupacional está copada, difícilmente queden horas libres que no estén destinadas a la búsqueda desesperada de nuevos ingresos.
La sobrevivencia exige
La búsqueda del faltante toma carriles distintos: el pluriempleo, un pequeño negocio o creativas formas de allegarse recursos. Pero también se apela a vías ilícitas, lavado de dinero, corrupción, clientelismo, muchos optan por estafar, asaltar, robar, matar. ¡Cómo no va a crecer la delincuencia, cómo evitar el microtráfico de drogas!
Poco a poco
Desde 2004 la inflación fue descendiendo y su impacto ha sido menor por ser gradual, pero en conjunto pesa. Poco a poco ha sido absorbida por los precios, elevándolos, bajando el valor real de los ingresos. Con la acumulada de 2004 a 2009, ascendente a 57.8%, ingresos de RD$60,000 tienen un poder adquisitivo de RD$25,320 respecto a 2004.
Desconcierta el no saber cómo cuadrar a fin de mes, presionan las cuentas por pagar, el flujo de facturas por electricidad, teléfono, cable, internet.
Cae el gasto
Desde 2008, al dispararse el precio de los combustibles desencadenando otras alzas, volvió a desajustarse el presupuesto familiar. Al deteriorarse el ingreso real, el gasto comenzó a caer, pero no de inmediato, a principio la gente pone resistencia, se aferra al confort, es renuente a bajar su nivel de vida.
Antes de hacer ajustes, familias de clase media optan por financiar el déficit, apelan a las tarjetas de crédito u otras formas de endeudamiento, mientras los más pobres recurren a prestamistas, venden o empeñan artículos.
Finalmente, los recortes se imponen
Las estadísticas con una inflación en baja no se corresponden con los abultados gastos, ya había subido el gas propano al quitarle el subsidio, y ahora acorralan nuevas alzas en electricidad y combustibles. Las tasas de interés no bajaron en igual proporción que les subió el financiamiento del apartamento.
Sin más opciones, hacen reajustes en la dieta, se ven compelidos a suprimir diversiones, posponer los planes de cambiar el carro, el préstamo hipotecario para una vivienda. Los proyectos se desvanecen, zozobran el esperado viaje al exterior o los fines de semana en un resort, baja la frecuencia a restaurantes.
Imprevistos
El déficit presupuestario se acentúa cuando surgen los desestabilizadores imprevistos, si un miembro de la familia pierde el empleo o enferma, al ingresar un hijo a la universidad. ¿Qué hacer? Descienden las remesas, componente importante de las familias de clase baja y medias baja, que en 2008 sumaron US$3,110 millones, beneficiando a 941,372 hogares. Además, la crisis internacional cierra las puertas a la posibilidad de emigrar. Y ahora qué La sobrevivencia obliga a buscar respuestas.
Y ahora qué ¿Qué hacer?, se pregunta un obrero. ¿Volver a aguardar más de dos años para otra alza salarial, cuando ya la inflación la haya absorbido? Los RD$5,820, RD$5,158 ó RD$8,465 al mes del salario mínimo que cada día aportan RD$194, RD$172 ó RD$282, abaten a familias que sólo en alimentación gastan RD$500 ó RD$600 diarios, a un obrero que al mediodía va a un puesto de comida y le cobran RD$80 ó RD$100. ¿Y el desayuno? ¿Y la cena? ¿Y el transporte? ¿Y los hijos?
Y ahora qué En barrios marginados tratan de dar respuesta a sus necesidades primarias por vías lícitas, y de ahí el aumento del mercado laboral informal que llena las calles de ventorrillos y venduteros. Pero también se deciden por clientelismo, crecen la delincuencia, la prostitución, las redes de silencio que protegen el microtráfico de drogas, al que se incorporan jóvenes y adultos, mujeres y niños, una vía de compensación económica que va ganando espacio.
Las frases
Rafael Abreu
En los países que han tenido desarrollo el salario no es un medio de sobrevivencia como en el nuestro, sino un ente de desarrollo.
Altagracia Paulino
Hay monopolio, una especie de acuerdo para fijar los precios, y no en base a una competencia leal y transparente que benefice al consumidor.
Héctor Salcedo
Se realizan ajustes basados sólo en la inflación, que lo único que hacen es dejar el salario con el valor real de hace dos años.
Indice de precios
Durante los cinco años transcurridos de junio de 2004 a junio de 2009, el Indice de Precios al Consumidor IPC-, subió de 249.17 a 321.94, un promedio con mayores niveles en Santo Domingo, donde los bienes y servicios tienen mayor costo que en el resto urbano y la zona rural, con un IPC de 332.54 frente a 316.48 y 316.80, respectivamente.
De enero a junio de 2009, el IPC fue mayor en los renglones de transporte, con 483.34, sucedido por educación 350.50; vivienda, 334.68; hoteles y restaurantes, 326.89, y salud, 316.70.
En base a los precios ponderados de los artículos que conforman la canasta familiar, el IPC mide el poder adquisitivo real del ingreso o de la moneda, que depende del nivel general de precios. La capacidad de compra de un peso dominicano en junio de 2004, cuando el IPC era de 249.17, equivalía a 0.40 centavos respecto a enero de 1999, año base. Es decir, con un peso de junio de 2004 se compraba lo que se adquiría con 40 centavos en 1999. Pero a junio de 2009 el IPC aumentó a un promedio de 321.94, de modo que el valor de un peso se había reducido a 0.31 centavos. En similar proporción se contraen los ingresos del consumidor.
En efecto,, la situación es difícil en hogares de estratos medios con ingresos de RD$50,000 mensuales, crítica para los que disponen de RD$10,000 a RD$20,000.