Luis Scheker Ortiz 
Hay que ser previsor. El futuro comienza hoy. Era necesario obtener un permiso gubernamental que permitiera muchas inversiones en “construcciones verticales, todas ellas bienvenidas, exclamaría el ministro de Turismo y respaldaría el competente geólogo y asesor científico del Poder Ejecutivo, advirtiendo que “si el turismo dominicano no se adapta a los nuevos esquemas del turismo internacional iremos perdiendo mercado y competitividad .” Se anuncia con regocijo la soberbia construcción del hotel “Moon Palace Punta Cana” cuya inversión supera los US$600 millones y generará alrededor de 5,000 empleos durante su construcción que termina en el 2021”.
Se rechaza el justo temor de sectores hoteleros y ambientalistas, y expertos justamente preocupados que recomiendan “acometer decisiones de inmediato, mediante la adopción de un modelo sostenible y armonioso con las características geográficas y medio ambientales del lugar, evitando incurrir en dilaciones injustificadas que pudieran exponer los terrenos de mayor vulnerabilidad a un régimen de explotación intensiva, indeseado y desarticulado de las políticas de desarrollo turístico definidas en la Estrategia Nacional de Desarrollo.”
A este llamado a la sensatez el ministro responde: “Aceptar ese postulado sería frenar el desarrollo y las inversiones que tanto necesita y requiere la República Dominicana.” En ese mismo espacio pagado, (Hoy, 23 de noviembre) había afirmado: “Punta Cana-Bávaro – Macao (¿) “es el destino que registra el mayor crecimiento económico, la mayor expansión territorial, el mayor número de llegada de turistas y la mayor cantidad de inversiones”, reconociendo que “las principales áreas de desarrollo costero se encuentran colmatadas y estudios técnicos recomiendan tomar acciones de lugar toda vez que ello implicaría un mayor sacrificio en términos de protección y conservación del medio ambiente….”
Lo que se cuestiona entonces, advierte el pasado presidente del Banco Mundial, Premio Nobel de Economía, Dr. Joseph Stiglitz, son: “Las políticas económicas erróneas que pueden dar lugar simultáneamente a una mayor desigualdad y un menor crecimiento “señalando un caso concreto, no inusual ni extraño entre nosotros, cuando denuncia “el vínculo entre los bancos, los promotores inmobiliarios y algunos políticos: se dejó a un lado o no se hizo cumplir las normativas medioambiental y de recalificación del territorio . Hubo una fiesta. Una parte de ese dinero (de la inversión) fluía por doquier, hacia los políticos que habían permitido que aquello ocurriera, ya sea en contribuciones para campañas electorales o de lucrativos empleos…” (El Precio de la desigualdad, pág. 13).
Las playas infinitas de arena blanca como azúcar refinada, las aguas azules de un mar transparente de blandas olas, el sol luminoso que broncea la piel y cede su belleza al atardecer y al asomo la luna esplendida, la exuberante vegetación, las palmeras, el clima acariciante y su gente hospitalaria y buena: la esplendida riqueza de nuestra tierra, regalo de Dios que despertó el sueño de Ángel Miolán, la tenacidad de los Rainieri, la visión de Gabriel Barceló, es la verdadera riqueza, el mayor atractivo turístico que debemos preservar, el equilibrio que no logra las fabulosas inversiones que se pierden en las alturas de los rascacielos.
