Alumbrado eléctrico llegó con retraso a RD

Alumbrado eléctrico llegó con retraso a RD

En el país la producción de energía eléctrica para el servicio de alumbrado público se inició casi tres décadas después que en Europa y los Estados Unidos.

Durante la época colonial (1500-1844) Santo Domingo careció de alumbrado público, servicio que ya disfrutaban a partir del siglo XVIII muchas grandes ciudades importantes del viejo continente, como Copenhague, en Dinamarca, Londres, en Inglaterra, Bruselas, en Bélgica, Madrid, en España, etc. Naturalmente, ese alumbrado era posible solo en la parte comercial y algunas vías de importancia donde vivían los grupos sociales de grandes recursos económicos.

Se efectuaba mediante faroles, lámparas de mechas, y el combustible usado era el aceite de vegetales o las grasas de animales, como las ballenas. Más tarde apareció el “aceite de petróleo”. También era utilizado como combustión el carburo de calcio, ligeramente ligado con agua. Este último fue el procedimiento más usado, sobre todo para el alumbramiento doméstico mediante lámparas. En las barriadas de esas grandes ciudades donde vivían los trabajadores y los marginados no existía el alumbrado público.

Baní. Según el historiador Luis E. Alemar, Baní, que en 1845 era un pequeño poblado de algunas calles con casas construidas de madera y techadas de canas y/o  yaguas, en su mayor parte, fue el primer pueblo dominicano en disfrutar de este servicio público. Se efectuaba mediante faroles situados en las esquinas, que eran encendidos por un farolero. La iluminación apenas duraba desde de las seis o siete de la tarde (dependiendo de la hora de la caída del sol) hasta las diez de la noche, cuando el mismo farolero procedía a apagarlos.

Otro historiador dominicano destaca que en la ciudad capital el alumbrado público de las calles se inició en 1859. El doctor Manuel Mañón Arredondo, en su ensayo: “Crónica de la Ciudad Primada”, (Listin Diario, marzo 20, 1982) expresa que solo en algunas casas comerciales, donde sus propietarios utilizaban durante algunas horas de la noche los faroles, la ciudad carecía de alumbrado público, “salvo cuando habían algunas celebraciones especiales”.

La ciudad de Santo Domingo durante esa época disfrutaba de un alumbrado público ocasional. Faroles sólo tenían las principales iglesias, el Palacio Consistorial, el del Gobernador, y el parque principal de la ciudad que se conoce hoy como Parque Colón, situado casi en el centro de la vieja capital. Esos faroles se encendían para festividades especiales algunas veces al año.

En tal virtud, fue exactamente quince años después de la independencia, en 1859, cuando el Ayuntamiento de Santo Domingo promulgó la primera ordenanza para el alumbrado de las calles. Por su importancia histórica copiamos a continuación el texto completo del señalado documento:

El Ayuntamiento de Santo Domingo, capital de la República

Considerando: que no existe pueblo culto en el mundo civilizado cuyas calles no se hallen alumbradas durante las horas de más transito en ellas.

Considerando: Que el comercio y la industria recibirán un impulso benéfico si se facilita la circulación de las personas durante las horas en que la temperatura se hace más agradable.

Considerando: Asimismo, que el tránsito de nuestras calles en la completa oscuridad que en ella reina, se hace peligroso, sobre todo p ara los ancianos y personas valentudinarias (sic) que por necesidad tienen que hacerlo.

DECRETA

Art. 1ro. Mientras se provea establecer lo necesario para alumbrar la Ciudad de un modo permanente, digno de la Capital de un Estado. Se alumbrará desde el día 1ro de diciembre por el vecindario, en las noches en que la luna no esté sobre el horizonte, sin nubes que la oscurezcan, y en la forma que se establece en los artículos siguientes.

Art. 2do. Todo almacén, tienda o cualquier establecimiento patentado como le convenga, bastante para alumbrar el frente que le corresponde desde el anochecer hasta las diez; los contraventores pagarán un multa de cinco francos, por la primera, de diez por la segunda y quince por la tercera.

Art. 3ro. Los vecinos no patentados serán invitados por el Señor Jefe Político o sus delegados para poner una luz en sus puertas, balcones o ventanas durante las horas de la noche en que las tengan abiertas.

Art. 4to. Los vecinos pobres que no pudiesen poner la luz todas las noches serán invitados a alumbrar una, dos o más veces en la semana y en ese caso se comprometerán a hacerlo en días fijos que se convendrán, teniéndose cuidado de combinar los días con los otros vecinos de modo que la parte de la calle a que corresponde quede alumbrado todas las noches.

Art. 5to. Estos compromisos se asentarán en un libro y por él se hará una lista de todos los cabeza de familia que deben alumbrar. En esta lista se expresará  también la indigencia de los que no pueden alumbrar ninguna noche y la pobreza de aquellos cuyas facultades no les permiten hacerlo más que algunas noches: Estas listas se imprimirán y se fijarán en los lugares públicos de costumbre.

Art. 6to. La Policía Urbana ecsijirá (sic) de los dueños de casas patentadas el cumplimiento del Art. 2do de esta disposición, y en su caso cobrará en las multas en que se incurrieron dándoles su legítima versión.

Art. 7mo. Invitará a los demás vecinos a que cumplan sus compromisos, cuidando de que estas invitaciones sean tan urbanas como posibles, pero tan repetidas que se consiga el objeto de utilidad pública que se propone esta medida.

II

Al alumbramiento público primitivo de la ciudad de Santo Domingo, costeado por sus propios “vecinos” e impuesto por el Ayuntamiento, le siguió el de Puerto Plata y Santiago, en 1872, y a éste, el de La Vega, dos años después (1874). Se conoce que el de Puerto Plata se inició con la instalación por el Ayuntamiento de apenas 24 faroles. Pero igual que en Baní, el servicio sólo se ofrecía desde la puesta del sol hasta las diez de la noche. El de La Vega, apenas fue iniciado con cinco faroles situados en la Plaza de Armas.

Cinco años más tarde, en 1879, Thomas Edison, instalaba su laboratorio donde hacía experimentos que le permitieron decenas de extraordinarias invenciones, entre otras, el fonógrafo y la lámpara incandescente. Esta última invención la presentó en la Primera Exposición de Electricidad en París, en 1881. El éxito de su presentación fue rotundo, y el invento permitió su utilización.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas