Alumnos en Los Tres Brazos van a clases interdiario

Alumnos en Los Tres Brazos van a clases interdiario

POR MARIEN A. CAPITAN
La falta de butacas afecta de forma diferente a los más de dos mil estudiantes de la escuela y el liceo Santo Tomás de Aquino, de Los Tres Brazos: mientras los pequeños reciben docencia sentados en el suelo o de dos en dos, los mayores toman clases un día sí y un día no.

Los cuatrocientos alumnos del nivel medio asisten al plantel de forma interdiaria: los lunes, miércoles y viernes van los de primero y cuarto; y los martes y jueves les toca a los de segundo y tercer grado.

Tal es la carencia de mobiliario que, aun cuando necesitan cerca de 500 pupitres, hay cuatro aulas que están completamente vacías. 

Respecto a las razones por las que le falta tanto mobiliario, el ex director del plantel, Valentín Toribio, explicó que las últimas butacas que recibió le llegaron hace tres años. Fueron trescientas, subrayó, pero tampoco eran suficientes.

Jubilado por razones de salud, Toribio asiste de vez en cuando al plantel. Allí ayuda a sus compañeros y, aunque no trabaje ya, lucha porque consigan cristalizar uno de los grandes sueños de la comunidad: que les construyan nuevas aulas para el liceo, que debe ocupar algunas de las del nivel básico.

Aferrado a la idea de que compren un solar que está contiguo a la escuela, Toribio explica que el liceo sólo tiene una tanda matutina puesto que en el horario vespertino todo el plantel es utilizado por los estudiantes de básica.

Aunque el centro es grande y tiene 28 aulas, la población estudiantil de la zona supera cualquier pronóstico puesto que en básica hay 1,700 estudiantes. Divididos en dos tandas, el número de alumnos es tan alto y la cantidad de butacas tan exigua que han tenido que tomar decisiones tales como trasladar el octavo curso a la tanda de la tarde. Pese a ello, sin embargo, hay estudiantes que deben sentarse en el suelo.

Observándolos, da pena descubrir que en el patio descansan los “cadáveres” de lo que una vez fueron butacas. Sin nada de madera, hoy no son más que un montón de hierros oxidados.

UN GALPON Y MUCHO CALOR

El Liceo Santo Tomás de Aquino, si es que puede llamarse así, fue fundado en el año 1995 a instancia de los mismos maestros del nivel básico, quienes estaban preocupados por la gran cantidad de estudiantes que egresaba del nivel básico.

Ubicar al liceo no fue demasiado complicado. Para comenzar, tomaron cuatro aulas del nivel básico y, utilizando una plancha de plywood, dividieron el salón de actos en dos. Con ello lograron tener seis aulas.

Como les faltaba espacio, pronto la comunidad decidió levantar un galpón con paredes de blocks  sin empañetar y un techo de zinc que ya comienza a agujerearse y permite que la lluvia circule con toda libertad por el área.

Amén de la triste imagen que ofrecen los 55 alumnos de segundo grado de media que convergen en cada uno de los dos cursos en que se divide este anexo, también resulta lamentable la oscuridad que se aprecia en el lugar.

Junto a la oscuridad, hay aulas de básica en las que es imposible no sudar. Agobiantes, estrechas y mal diseñadas, es difícil imaginar cómo se puede aprender en estos rincones en los que parecería recrearse el ambiente que se vive en las cercanías de una caldera.

Obviando estas incomodidades, la falta de un baño en el que no repela entrar y la necesidad de mantenimiento que tiene el plantel, los docentes y estudiantes se conformarían con recibir al menos las butacas necesarias para poder cumplir con la jornada escolar como Dios manda. Lo otro, aunque necesario, podría esperar.

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