Alumnos sin aulas y sin esperanza de tener alojamiento

Alumnos sin aulas y sin esperanza de tener alojamiento

POR MARIEN A. CAPITAN
Los 786 estudiantes de la Escuela Hermanas Mirabal, ubicado en El Café, de Herrera, aún no han iniciado el año escolar porque fueron desalojados del destartalado plantel que ocupaban de forma provisional.

Por ello, estos alumnos aún no podido honrar a la bandera, saludar a sus maestros o ensuciar sus uniformes: los días, siempre iguales, son de vacaciones todavía.

¿Lo más paradójico? Mientras su futuro les suena incierto, su verdadera escuela, ubicada en lo que fue una mueblería hasta el año pasado, estaría lista si no se hubieran paralizado los trabajos de reconstrucción hace tres meses.

Esta paralización, explicó el director de Edificaciones Escolares de la Secretaría de Educación, Walid Chami Isa, obedece a que la constructora se niega a continuar con la obra.

«En la gestión pasada, en el 2003, se le dieron dos millones, trescientos mil pesos a Constructora Breneros para la construcción de la obra. El contratista tiene dinero, si no lo quiere invertir es otra cosa». Hecha esta afirmación, Chami Isa sostuvo que están presionando a la constructora para que continúe la obra. De lo contrario, explicó, tendrán que rescindir el contrato por incumplimiento y buscar a otro contratista. Eso, lamentablemente, se llevaría mucho más tiempo.

Lo más triste de todo este caso es que a la no le queda mucho para ser terminada: el acabado de los baños, de las tres aulas del primer piso (las otras seis están pintadas y todo) y las escaleras. También falta pintar la fachada y ponerle rejas a los marcos de lo que una vez fueron grandes ventanas y hoy podría representar un peligro para los infantes. Otro detalle importante es hacer algo con la azotea, un espacio que tiene paredes muy bajitas y aún está descubierta.

Recorriendo esta área, y apreciando el panorama que ofrece la tercera planta del edificio, la mirada choca de repente con el contraste: a escasos metros de allí, como si fuera una burla del destino, reluce el hermoso campo de golf del Santo Domingo Country Club. Al verle, sólo queda pensar en lo triste que es descubrir cuán cerca pueden estar la riqueza y la pobreza.

UNA ESCUELA PATETICA

La historia de la Escuela Hermanas Mirabal tendría que escribirse con letras torcidas: de tan accidentada, no hay forma de afirmar que los estudiantes profesores hayan tenido paz en algún momento.

¿Cómo puede alguien estar tranquilo si pasa del desalojo al hacinamiento y del hacinamiento a un nuevo desalojo? Eso es, precisamente, lo que ellos han vivido desde hace siete años.

Para no hacer un recuento de todos ellos, vale retroceder hasta el año escolar 2002-2003 cuando fueron desalojados por primera vez a causa del atraso en el pago del alquiler de la casa en la que trabajaban. El año siguiente, 2003-2004, estuvieron en el local de una iglesia de la comunidad pero allí tampoco pudieron quedarse.

Fue así como en el año lectivo 2004-2005 terminaron alquilando una casa a medio construir. En ella, a pesar de que sólo hay seis pequeños espacios, funcionan nueve cursos en cada tanda. ¿Cómo hacerlo? Juntando a 70, 75, 90 y hasta 106 niños en un solo espacio.

Cansados de trabajar así, en un lugar en el que casi no hay luz ni ventilación, los maestros aseguran que no trabajarán en estas condiciones. «Nosotros no vamos a iniciar el año. El año pasado terminamos aquí, cansados, desbaratados, con la esperanza de que íbamos a comenzar este año escolar en aquel edificio» sostuvo el profesor Tomás Mejía, quien agregó que el dueño de la casa tampoco quiere que ellos continúen ahí puesto que Educación no le paga los RD$3,000 mensuales que debe darle del alquiler.

Del tiempo que tienen allí, establece, sólo se le han pagado RD$18,000 y fue gracias a un préstamo que tomó el presidente de la Asociación de Padres, Víctor Roa, quien se quejó de que Educación no ha querido reponerle el dinero que pagó para que los niños no se quedaran en la calle.

«Menos mal que yo cogí ese préstamos sin rédito porque sino me estuvieran visitando en Najayo», dijo Roa al tiempo de agregar que es muy triste que los niños tomen clases en un lugar así. Y es que, sumado al asunto de la infraestructura, está el hecho de que las butacas datan del año 1997 y están casi destruidas.

Este mobiliario, sin embargo, está muy a tono con el resto del lugar: como el suelo es de tierra y las paredes están sin empañetar, todo aquí suena a pobreza y olvido. Lo peor es que, por más que duela, con eso han tenido que lidiar siempre los alumnos de esta escuela.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas