ÁLVARO URIBE EN LAS CANDILEJAS
La carrera colombiana con un solo caballo

ÁLVARO URIBE EN LAS CANDILEJAS <BR><STRONG>La carrera colombiana con un solo caballo</STRONG>

POR ANDY WEBB-VIDAL
Alvaro Uribe, el presidente de Colombia, es un hombre que necesita tomarse en serio la seguridad. Uno de los jefes de Estado más vulnerables del mundo ha escapado a una docena de intentos de asesinato durante su carrera, mientras lucha por llevar la paz a un país azotado por un maligno conflicto de décadas.

Protegido por su guayabera de marca a prueba de balas, el popular líder intensificará esta semana su campaña para las elecciones del domingo. Las encuestas, de manera unánime, esperan verlo convertirse en el primer presidente colombiano en un siglo que inicia un segundo periodo consecutivo en el cargo. Pero el señor Uribe, de 53 años, quien es el aliado principal en América Latina, no es de los que se ahorra las apariciones en público, a pesar de los riesgos a su propia vida. Hay que pensar esta semana en el equipo de seguridad del presidente que ha pasado apuros tratando de mantenerse al paso de un hombre propenso a adelantarse -sin avisar- para echar una carrera, o saltar sobre un caballo para galopar por el campo.

Por lo regular, el señor Uribe recorre el país para visitar comunidades locales y puestos  militares en sitios intrincados, para comprobar el avance de un proyecto de construcción o para involucrarse personalmente en tácticas de contra-insurgencia. Amante apasionado de los caballos, siempre hay una oportunidad de que dé  salida a la necesidad de ensillar un caballo y pincharlo con las espuelas. En una fiesta el año pasado, en una estancia cerca de Medellín, la segunda ciudad de Colombia y capital de la provincia natal del presidente, Antioquía, hizo exactamente eso.

Los guardias personales entraron en pánico cuando el señor Uribe decidió que bastaba ya de fiestar (no bebe, ni fuma, ni baila, dicen observadores cercanos) y que era hora de marcharse a casa -sobre cuatro patas. El presidente se montó en un caballo y galopó en la noche hacia su propia finca.

“Uribe es una persona de mucha intensidad”, dice el coronel Joel Núñez, profesor de estrategia y un experto en América Latina del Army War College, de Estados Unidos. “Uno de los indicadores de su periodo como presidente es que el pueblo colombiano siente que es un hombre de palabra dedicado totalmente a mejorar la situación de la seguridad”.

El señor Uribe es hijo de un rico criador de caballos que murió en los años 80 a manos de las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC, el principal grupo insurgente. El incidente lo galvanizó. Se convirtió en alcalde de Medellín, una ciudad que entonces estaba en manos de asesinos a sueldo, conocidos como sicarios, y cohortes del señor de las drogas, Pablo Escobar. Más tarde, fue gobernador de Antioquía y finalmente ganó la presidencia en 2002. En una decisión trascendental reciente, la judicatura del país aprobó una enmienda que eliminó una prohibición a la reelección inmediata.

Al igual que muchos “paisas”, como le llaman a los colombianos de Antioquía, despliega su pasión por el trabajo duro combinado con la austeridad y momentos de caprichos. Eso se refleja en su estilo único de administrar al detalle. Los fines de semana, cuando  visita pueblos rurales para presidir las reuniones en las cuales el presidente intenta utilizar su poder político para resolver problemas locales, es probable que termine llamando a un ministro por su teléfono celular -mientras el auditorio escucha atentamente- para regañar al funcionario por la falta de avances. Tampoco tiene miedo de chocar con la élite política tradicional de Colombia.

Eso le ha traído éxitos. Bajo la conducción del señor Uribe, Colombia ha visto mejorar sus indicadores de seguridad sensacionalmente. El número anual de secuestros ha disminuído a la mitad, mientras que la tasa de homicidios ha caído considerablemente. Sin embargo, la fórmula mágica del señor Uribe puede que no carezca de limitaciones, dicen los expertos.

 “Es incansable y se le ve trabajando para el bien del país, no por ganancias personales”, dice Michael Shifter, vicepresidente para temas de política en Diálogo Interamericano, un centro de análisis de Washington. “Sin embargo, ni siquiera Uribe es inmune a algunas quemaduras y le resultará más difícil presentarse como un forastero y disidente en su quinto año de gobierno”.

Sin embargo, mientras el señor Uribe se recorre el último tramo de la campaña presidencial esta semana, es en gratitud por las importantes mejoras que una mayoría de los colombianos cansados por la guerra se espera que voten por él de nuevo. En relación con sus retadores, será prácticamente una carrera con un solo caballo. Y nadie apuesta por un final de fotografía.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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