Ahora que el Presidente Danilo Medina acaba de sentar las bases para la transformación profunda del sistema de educación pública preuniversitaria,  al fijar el 4% del PIB, o sea,  RD$99,600 millones dentro del Proyecto de Presupuesto y Ley de Gastos Públicos del  año 2013, conviene formular algunas precisiones.

Primero, esa suma, que  cuando  reciba la sanción congresual constituirá alrededor del  20% del Presupuesto General de la Nación, representa un desafío monumental en términos de transparencia, pulcritud y eficiencia gerencial para las autoridades educativas del Estado, encabezadas por la Ministra Josefina Pimentel, quien ha dado muestras sobradas de solvencia moral  y eficacia administrativa, tanto desde el   Infotep y en el Ministerio de Educación.

En segundo lugar, la Ministra Pimentel tendrá que vivir ojo avizor con las tentaciones corruptas que se dispararán en su entorno, pues un presupuesto de tal magnitud despierta la avidez de los sectores involucrados en el amplio espectro educativo estatal. Si una parte considerable de dicha suma será destinada a gastos fijos superfluos, el descalabro será previsible.

¿Verbigracia? La codicia de los maestros ya comenzó a manifestarse. Ciertamente, los educadores necesitan un aumento salarial justo, pero cuidado, es imprescindible una depuración rigurosa y la fiscalización efectiva del magisterio, pues hay muchos “maestros analfabetos”, que, en vez de educar, embrutecen al alumnado.

Y, por último, el Presidente Medina ha cumplido su promesa electoral primordial. Satisfizo el reclamo nacional y fue más allá: RD$1,250 millones adicionales para la UASD, fondos para las escuelas vocacionales y la novedad del Community College, una variante excelente que introdujo Leonel Fernández.  Son los cimientos de una revolución educativa.

Pero el gremio profesoral,  la ADP, tiene que manejar sus justos reclamos de aumento salarial con sensatez, a sabiendas de que el país demanda maestros dignos, pero educados.