Han pasado suficientes meses como para ya poder hablar de eso, del asombro del equipo de campaña de Luis Abinader del PRM, cuando el embajador ruso en Santo Domingo hizo saber que quería juntarse con el candidato para ayudarle a ganar las elecciones.
Las primeras interrogantes de Abinader fueron: ¿Qué pedirán los rusos a cambio? ¿El derecho a explotar a Loma Miranda para llevarse el estratégico níquel? ¿Comprar a la Barrick para aumentar sus reservas de oro? ¿Qué harían, a cambio, los rusos para asegurar la victoria del PRM? ¿Cómo ocultarlo de los americanos?
La muy secreta reunión tuvo lugar en un patio en Villa Francisca. El ruso comenzó criticando a Estados Unidos por su gran autoestima, su etnocentrismo, como consideran lo suyo, su cultura y civilización, como suprema y excluyente. Luis, para aclarar, optó por pedir que le diese un ejemplo. El embajador entonces sonrió y explicó cómo los americanos decidían cuál era el mejor equipo de béisbol del mundo en unas “series mundiales” que no eran mundiales, pues solo podían jugar equipos norteamericanos y no los de todo el mundo. En tono ya confidencial el embajador explicó que su país quería iniciar una campaña para obligar a los americanos a que en la mal llamada “serie mundial” pudiesen competir los japoneses, los europeos y, por supuesto, los propios rusos. Pero antes de iniciar esa campaña necesitaban asegurarse de que serían los rusos, precisamente, quienes ganarían esas entonces auténticas “series mundiales”. Eso daría gran prestigio a un país, a un antiguo imperio, cuya imagen se había visto debilitada por la caída del Muro de Berlín y la implosión del comunismo internacional.
Entonces el embajador fue al grano. El futuro gobierno de Luis Abinader tendría que garantizar que todos los peloteros dominicanos de Grandes Ligas firmarían con el equipo ruso. Si lo hacían de seguro que este sería invencible.
¿Y a cambio? preguntó Abinader. El ruso miró de un lado a otro y susurró. Grabarían las conversaciones del asesor brasileño de campaña electoral de Danilo Medina, así como las conversaciones dentro del Comité Político del PLD. Entregarían todos esos correos electrónicos a los principales líderes del PRM. Además, todo eso saldría desde Londres en los Wikileaks.
Fue en ese momento que llegó el sancocho con sus víveres. El ruso quiso hacer un débil símil con el borsch, elogiando a ambos y sacando de su maletín una botella de buen vodka ruso.
Luis estaba consciente de las dificultades que tendría para lograr que los peloteros pasasen a jugar para los rusos y, al ver el vodka, se le ocurrió una contrapropuesta: entregar una buena extensión de tierra en Constanza para que los rusos allí pudiesen sembrar sus propias papas y en una zona franca especial en ella producir un vodka “gluten free” que entraría a Estados Unidos casi sin pagar impuestos dados los privilegios dominicanos bajo el DR-CAFTA. El ruso no quedó impresionado y comenzó a preocuparse de que su misión terminaría en un fracaso. En los viejos tiempos lo habrían enviado a Siberia a pasar hambre. Hoy en día lograrían lo mismo simplemente enviándolo a Caracas.
El tranque requirió de reuniones ulteriores y, eventualmente, el DNI se enteró del asunto y se lo hizo saber a Danilo Medina. Sin necesidad de pedir permiso de un juez, el gobierno entonces ordenó grabar las conversaciones telefónicas del ruso. A Danilo le preocupó que un tercer país influyera en nuestras elecciones, pues ese privilegio solo lo tenían los americanos, quienes en 1966, por ejemplo, lograron que Bosch perdiera frente a Balaguer.
Por supuesto, al rato el PRM supo que el DNI estaba pasando la información a Palacio y así terminó un acercamiento diplomático que hubiese modificado las elecciones dominicanas de 2016, de no haber sido por la testarudez de los benditos peloteros estrella dominicanos.