Amar es más fácil que odiar

Amar es más fácil que odiar

HAMLET HERMANN
Hace poco filosofaba sobre el arte de ser feliz. Decía que cada uno de nosotros tiene un concepto diferente en torno a este tema. Me atrevía a opinar que, muchas veces, aquello que nos puede hacer verdaderamente felices lo podríamos tener justo al lado aunque no seamos capaces de identificarlo. La agitada vida que llevamos nos ha hecho tan estériles en lo sentimental que tendemos a buscar a lo lejos la felicidad que no acertamos a percibir al lado nuestro.

Por analogía de contrarios, también podría hablarse sobre personas que están dominadas por el vicio de ser infelices ya que nunca están conformes con lo que tienen. Siempre quieren más y en mayor abundancia. No prodigan amistad sino que quieren imponer la dominación y exigir la subordinación de los demás. No se dan cuenta que cuando así actúan están cambiando el afecto por el odio. La vida, que de por sí es corta, se estrecha siniestramente cuando el rencor es asumido como una misión. El resentimiento es una emoción que sólo puede existir en ausencia de toda inteligencia. Nadie que sea inteligente puede dejarse dominar por sentimientos perversos a sabiendas de que se aísla del resto de la sociedad. La perversidad vibra negativamente, se siente en cuanto uno se acerca a la persona que rezuma encono por los poros. Sólo los narcisistas, en su excesivo afán de admirarse a sí mismos, se quedan sin entender por qué la gente a su alrededor va gradualmente evitando que las conversaciones con ellos se extiendan. Porque el odio es carencia de imaginación y el narcisista repite y repite los mismos temas hasta convertirse en una persona obsesivamente monotemática.

No hace falta ser muy sabio para saber que el rencor es el peor enemigo de la persona. El resentimiento es el arma de los débiles. Mientras los fuertes y poderosos castigan al enemigo y lo someten a la obediencia, los débiles deben conformarse con odiar. Son impotentes de la mente y del cuerpo, impotentes de bondad y de afecto. Hay cierto tipo de desajustados sociales que son capaces de dañar a la Naturaleza para demostrar algún tipo de poder. Cortan árboles, erradican la sombra y la belleza desramando plantas, imitando a Atila, el rey de los hunos, riegan combustibles en la tierra para que nada crezca. La realidad es que quien hace eso se está castigando a sí mismo. La perversidad no ayuda sino que empeora el estado de ánimo e imposibilita la sanación que tanto necesitan los trastornados. .Aunque a veces sea duro admitirlo, hay que entender que los seres humanos evolucionan y cambian a lo largo de la vida. Esto, en ocasiones, provoca que algunas personas sufran transformaciones y hayan dejado de ser lo que alguna vez fueron. Aunque ellos mismos no se den cuenta de lo que les ha ocurrido.

La sabiduría oriental es digna de ser consultada y aprovechada en todo cuanto ella significa para nuestro equilibrio emocional. Dicen los chinos que cuando la hierba se quema sobre la montaña da un claro resplandor que puede confundir. Pero el fuego no permanece en el mismo lugar si nosotros le permitimos que continúe su andanza en busca de nuevo alimento, de otras cosas qué quemar. El fuego es un fenómeno muy fugaz si actuamos a tiempo y nos damos cuenta de por qué arde y hacia dónde lo hace. Lo mismo ha de suceder con el odio, con los castigos y con los pleitos. Tenemos que hacer todo lo posible para que estos fenómenos sean muy fugaces y que no se arrastren a otros lugares. Qué gana alguien prolongando el rencor y las venganzas peleando con todo aquel que se mueva a su alrededor. El resentimiento y la venganza no debían convertirse en morada permanente de las personas. Pero para eso hace falta sanidad mental.

El ser humano tiene en sus manos el recurso de configurar su destino. Y su éxito en ello depende de si se expone al influjo de las fuerzas cargadas de bendición o prefiere acomodarse junto a las fuerzas de la destrucción. Si la persona está en elevada posición y se muestra modesto, resplandece con la luz de la sabiduría. Pero odiando y manteniendo el rencor para que se extienda como el fuego sobre la montaña, no se puede llegar a estar conforme consigo mismo ni con el resto de la sociedad. Porque el odio no es tarea de inteligentes, sino de mediocres que no tienen creatividad.

Además, amar es más fácil que odiar.

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